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Crítica de Stake Land II: The Stakelander

La primera Stake Land pasó por diversos festivales dejando buenas vibraciones y un dulce sabor a sangre en la boca, gracias a la historia de un futuro post-apocalíptico en el que la gran amenaza de la raza humana no son zombies o una pandemia mundial, sino vampiros con pinta sucia, nada de sutiles condes aristocráticos. Un western con unos personajes interesantes y bien definidos, así como salvajes escenas de lucha y torrentes de rojo líquido, con una potente dirección por parte del experto en el género Jim Mickle (We Are What We Are, Frío en julio), y un guión del propio protagonista, Nick Damici, en colaboración con el director.

Lo cierto es que la idea daba para saga y así fue que seis años después llegó la secuela, de forma totalmente inesperada y con menor repercusión que el filme original. En The Stakelander ya no tenemos al bueno de Mickle en el libreto ni en la silla del director, pero estamos ante una digna secuela, que sirve como un capítulo más en la historia, más que como una conclusión. En este caso, el joven al que amaestró el veterano cazavampiros, busca venganza hacia la vampira que acabó con la vida de su familia, encontrándose nuevamente a su mentor y a una sociedad que lucha contra las criaturas de la noche. No solo se enfrentan a los vampiros sedientos de cuello, sino a un grupo de freaks de Dios que colaboran con ellos.

No hay muchas diferencias en Stake Land II con respecto a la película de 2010, salvo quizá un mundo más desesperanzado y unos personajes más crueles. También se nota menos presupuesto en la cantidad de vampiros y escenas de acción, pero lo cierto es que los directores consiguen que nos interesen los personajes y la brevedad de la cinta hace que el ritmo no decaiga.

El largometraje, que ahora podemos disfrutar en la plataforma Netflix, no se corta en sangre y vísceras, y aunque debería haber creado unos villanos más carismáticos, es una serie B muy gozable, así que si alguien quiere tomar el testigo y continuar las andanzas de estos cazadores de chupasangres, que no se corte (perdón por el chiste).

Traler de Stake Land II: The Stakelander

Valoración de La Casa
  • Mario Parra
3

En pocas palabras

Digna secuela de un pequeño sleeper vampírico, que continua la línea western-gore-postapocalíptica de la anterior, y propone la senda a seguir para una más que digna saga de serie B chupóptera.

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Mario Parra entró en La casa primero como lector, luego empezó a enviar críticas, y ahora ya es nuestro enviado especial madrileño. Ávido devorador de cine y sin ningún pelo en la lengua. Una película: La matanza de Texas Una serie: Expediente X

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