Crítica de Stockholm
En origen, y en esencia, el cine es magia. Al definirlo como tal, antes se hacía referencia al propio acontecimiento de recoger imágenes en movimiento a través de un aparato y reproducirlas en otro. Y ahora es una vía evolucionada del mismo concepto: a través de un aparato, se puede poner a humanos cabalgando dragones gigantescos. Pero vamos a despojarnos de explicaciones por un momento: que el cine sea magia puede tener otras implicaciones, como por ejemplo, que permita que se den casos (milagros, más bien) como el de Stockholm. Una película pequeña, minúscula, escrita por cuenta y riesgo de dos guionistas que no tenían ninguna garantía de que el trabajo resultante fuera a ver la luz. Pero ahí está la magia: un par de actores interesados, un tráiler, y Verkami, plataforma crowdfounding que hizo posible mediante las aportaciones de cinéfilos internáutas (reconvertidos a mini-productores cinematográficos) que se estrenara en cartelera un proyecto que es puro sentimiento, puro apego, pura devoción por parte de sus responsables. Oh, y de paso, una de las mejores propuestas del año en lo que a industria española se refiere. Lo dicho: magia. Una Aura Garrido en estado de gracia y Javier Pereira son dos jóvenes que se encuentran en una fiesta, intentando él por todos los medios llevársela a su casa. Si lo consigue o no es algo que muy alegremente se ha desvelado en varias sinopsis oficiales, pero por nuestra parte no diremos más. Que si Stockholm es buena de por sí, sin saber qué sorpresas pueda deparar la sitúan directamente a la altura de las grandes experiencias cinematográficas. Ni más ni menos.
Y es que lo que ha perpetrado el tándem formado por Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña, curtido en la ficción televisiva, juega en ligas mayores en todos sus sentidos. Tras una apertura que ya pone en evidencia las principales bazas del film (diálogos cuidados, montaje ágil, fotografía aséptica, banda sonora de aúpa) la cinta sigue exclusivamente a chico y chica desde que arranca el lanzamiento oficial de cañas por parte de él. Parecería que estuviéramos ante una comedia indie en órbitas de Zoey Deschanel y Michael Cera, y de hecho, durante buena parte de metraje Stockholm se siente cómoda en dicha vestimenta, significando un perfilamiento de personajes divertido y entrañable para el espectador; si bien aquí y allá, alguna pista hay de que no todo vaya a ser un camino de rosas. No se reniega ni mucho menos del género, y de hecho el libreto hace acopio de alguno de los lugares comunes más universales del mismo, pero jamás cae en el cliché fácil ni les da alcance por la vía rápida. Del mismo modo, provisto de una cámara y poco más Sorogoyen (ahora en su faceta de director) plantea un trabajo consciente de los terrenos por los que deambula el film y recurre a técnicas y estilos de los mismos, pero no pierde un ápice de personalidad y brillantez. Todo para dar con situaciones deliciosas, como el intercambio de preguntas y respuestas sinceras (tan habitual de las comedias románticas como próximo, en el film, a un thriller, o ese ¿homenaje a la odisea espacial de Kubrick? entre ascensores y escaleras que marca el gran punto de inflexión de Stockholm.
Y a partir de ahí, la cosa cambia. Ahora bien, sin ánimo de desvelar absolutamente nada, sí va a hablarse en lo que sigue de algún referente (evidente) para la cinta. Luego si la intención del lector pasa por, más que verla, descubrir Stockholm, un servidor recomienda pasar directamente al siguiente párrafo desde ya. Y es que la comedia que tiene en la mentada situación del ascensor su momento más álgido, se desvirtúa a continuación yendo a rebuscar en las dosis de oscurantismo emocional que antes sólo había ido goteando con puntillosa precisión (atención a las miradas de ella, al apartado sonoro…). Es ahora cuando la película pone en evidencia sus intenciones reales: manteniendo, y de hecho potenciando, la brillantez del envoltorio (los escenarios son aún más blancos, pulcros y luminosos) se descubre un contenido que dista de la distensión indie-friendly, lo que pone al espectador contra las cuerdas y a merced total de una pareja de guionistas que se ha dedicado a jugar con él como ha querido. Stockholm ya no es inofensiva. Ahora es un arma demoledora que mira de tú a tú a Polanski y a Losey, a la que no le tiembla el pulso a la hora de colocar con toda la intención del mundo un espejo ojo de pez en el escenario. Que no se arruga cuando debe dejar la cámara congelada en una esquina para dejar que el drama brote de sus personajes. Y así es como de la amena, agradable, pero relativa intrascendencia inicial, se acaba pasando a una propuesta de aquellas que se graban a fuego. La sensación es de estar ante alto muy, muy grande.
Vamos, que a nadie se le debería pasar por alto la que por aquí ya situamos entre las posiciones de honor en lo que a mejores exponentes del cine español actual se refiere. Stockholm destila una rabiosa personalidad, es capaz de hacerse con el espectador y jugar con él a su antojo, le plantea bombas emocionales de lo más inesperadas y lo hace sin perder las formas en ningún momento. Puede que no todo sea perfecto (los diálogos a veces se antojan algo forzados; tras el punto de giro pasa por unos minutos de incredulidad), pero en líneas generales el trabajo es excelente en todos sus sentidos. Y buena parte del mérito lo tiene, sin duda, la forma en que fue concebido. Porque la magia del cine también pasa por encontrarse aún a día de hoy con proyectos paridos directamente de las entrañas de sus responsables y por tanto sumamente cuidado, donde se prima el guion, el arte, por encima del presupuesto y la monetización: el arco dramático de los personajes se delinea con lucidez, Sorogoyen se mueve perfectamente entre ellos en todo momento, y encima está Aura Garrido, un monstruo interpretativo que remata la jugada. Todo funciona. Todo da gusto. Sí, muy grande.
8/10
Y en el DVD…
Cameo nos presenta la película en una única edición en DVD que, eso sí, farda de gran calidad audiovisual: el nivel de detalle y saturación de colores se mantiene estable si bien la primera mitad del film se mueve entre las sombras de la noche, y el resto a plena luz del día; sí puede que se aprecie algo de grano en los momentos más oscuros, pero por lo general permite disfrutar perfectamente del film a nivel formal. Y los diálogos, habitual problema con las ediciones domésticas de cine español, se descubren netos y perfectamente inteligibles.
Además, en la carpeta de extras se pueden ver cuatro minutos de la rueda de prensa en Madrid, así como las habituales fichas técnica y artística, un par de trailers (entre ellos el que se presentó en la plataforma Verkami), una galería de fotos, y otra de bocetos. Remata la faena un muy interesante, a la par que excesivamente escueto, Making Of de 17 minutos. Edición perfecta, en otras palabras.