Crítica de Stoker
Aviso para navegantes: admito no estar en perfecta disposición para hablar de la carrera del coreano Park Chan-wook. Habiendo visto de entre su currículum poco más que la conocida como «trilogía de la venganza», más su anterior Thirst, no puedo construirme una panorámica mental excesivamente amplia respecto a sus obsesiones y temáticas (bueno, alguna, obvia, sí), vaya eso por delante. Pero sí que de entrada puedo hablar de algo que me ha chocado ante el visionado de Stoker. A pesar de las innegables reminiscencias orientales -especialmente algunos recursos estéticos, un cierto despliegue de las estructuras temporales narrativas y el tempo general de los hechos-, esto se presenta como una película muchísimo más occidentalizada que las mencionadas, no tan ligada con, pongamos, el penúltimo thriller coreano o el j-horror como con ciertos puntos del cine de suspense y terror clásico angolsajón. Tan clásico como el mayor de ellos: a pesar de conectar con un abanico genérico amplio y de desarrollarse a partir de los propios parámetros estilísticos de su director, lo primero que sorprende de Stoker es su indisimulada admiración por la figura de Alfred Hitchcock.
Quizá es un poco perogrullada relacionar al maestro británico con una película de semejantes características (por defecto, siempre saldrá a flote su nombre en productos como este), pero en este caso, la filia parece especialmente acentuada: esto se presenta, de buenas a primeras, como una especie de compilación de los dramas psicologistas de Hitch (apela a Rebecca, a Atormentada o a Recuerda en sus tonalidades dramáticas y a Sospecha, Psicosis, Pero… ¿quién mató a Harry? o Frenesí en algunos de sus recursos dramáticos y elementos escénicos) formulándose a sí misma esencialmente como una variante/renovación de La sombra de una duda, de la que toma un punto de partida muy similar.
Aquí también hay un tío Charlie que esconde oscuros secretos. El que se instala a vivir con la viuda -Evelyn- y la hija -India- de su difunto hermano y que desestabilizará las estructuras de una familia ya desestabilizada. La muerte ha dejado a la joven casi huérfana en la compañía de una madre ausente que, para mayor irritación, parece estar empezando a flirtear con el dichoso tío Charlie. A partir de aquí, empieza a enroscarse una espiral de hechos que se desencadenan a partir de sí mismos (consecutivamente) o a partir de otros hechos del pasado (concéntricamente) que reflotan en una especie de proceso de repetición eterna, de sensación de condenación familiar -la sed de vengaza, de nuevo en el cine de Chan-wook- con una única vía posible: la que nos plantea ese juguetón epílogo.
Pero antes de eso, Stoker se quiere una especie de cuento de suspense hipermedido, obsesivamente cuidado, que parte de preceptos del horror gótico para desplazarse paulatinamente hacia otros terrenos, a medida que las relaciones entre el trío protagonista (especialmente entre Charlie e India) van esclareciéndose, para el espectador o para los propios personajes: Park no se ciñe a una narración lineal, pero tampoco cae estrictamente en la metodología de temporalidad bicéfala del flashback. Más bien explica los hechos interconectándolos a partir de un montaje exhuberante (¿demasiado? en algún momento todo parece embrollarse un tanto) y tan complejo como calculado.
Una precisión presente en toda la película que, afortunadamente, no interfiere con su parte emocional. Si bien todos los elementos parecen cuidados hasta lo obsceno y la parte de narración puramente audiovisual parece querer comerse todo lo demás a golpe de simbolismo, gracias a su profusión de buenas ideas en escenas pulcramente ejecutadas la película logra transmitir una considerable carga turbadora. Un sentimiento de inquietud casi bizarra, de incomodidad forzada por el choque visual o por lo descabellado de algunos planteamientos. Y ahí se incluye una trama familiar que, pensada fríamente y haciendo ejercicio de honestidad brutal, podría nutrir el corazón de una tv-movie de sobremesa. Al final, yendo al núcleo de Stoker, uno se da cuenta de que la cosa no cuenta nada que no hayamos visto innumerables veces. Y que tampoco hace ascos a trampas y giros extraños. Lo que ocurre es que el secreto está en lo rematadamente bonito que llega a contar todo ello.
Pero eso no es lo que prima. No el aparato formal que sustenta la película, muy consciente de sí mismo y de sus capacidades escénicas. Del poder expresivo de los efectos sonoros, de lo incomodante de una planificación ligeramente aberrante y esa atención enferma por el plano detalle. Sí, el director roza el manierismo, flirtea con el cliché de la descripción inicial de la joven, chica Burton de manual con emofílica adhesión a lo victoriano. Y apasticha la escenografía con un atrezzo y vestuario que pretende dinamitar la coherencia temporal, pero todo se presiente como una amalgama de elementos finalmente coherentes en un mundo personal y único.
Todo eso suma, por supuesto. Pero si por algo Stoker termina certificándose a si misma como una propuesta sólida y seria es por su capacidad demente para la sutileza extraña, para las sugerencias atrevidas (esas conexiones, no por conocidas menos interesantes, entre la muerte y el autodescubrimiento sexual adolescente), el manejo del suspense enrarecido y la construcción de un mundo viciado no tanto en sus ambientes exteriores -que también- como en los interiores de unos personajes que fijan conclusiones derrotistas entorno a la condición humana. Lo bueno es que asumidas esas, puede empezar la fiesta. Y Stoker termina en el punto en que miles de hipotéticos exploits podrían tener su punto de partida: prefiere recordarnos cuáles son los puntos oscuros del alma y que a partir de ahí seamos nosotros los que fabulemos con lo que puede venir después. Y garantizo que en ese caso uno termina aplaudiendo a rabiar y hecho un auténtico asco al mismo tiempo.
7’5/10
Y en el Blu-Ray…
Fantástica edición la que nos trae la Fox, de una película no precisamente fácil parca en exigencias audiovisuales. Park Chan-Wook es un esteta como la copa de un pino y los 50Gb del disco en alta definición le van como anillo al dedo: Stoker se ve y se escucha que da gusto, farda de una definición y nitidez exquisitos, y respeta el contraste de colores original sin que apenas se perciba grano o ruido de ningún tipo. El audio, impecable tanto en el master DTS-HD 5.1 de su versión original inglesa, como en los diversos doblajes, presentados en DTS 5.1.
Completa la edición un suculento material añadido, que busca la visión original del cineasta responsable de la película. Se distribuye de la siguiente manera:
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- El viaje de un director: 28 completos minutos de un documental centrado en la figura de Park Chan-Wook en relación a su debut (viaje) norteamericano.
- Escenas inéditas: Tres pasajes cortados en la sala de montaje, que en total suman 10 minutos más a la cinta. Curiosas.
- Cómo se hizo: recopilatorio de cinco cápsulas de entre tres y cuatro minutos de duración cada una, centradas en los aspectos más variados de la producción de la película. Desde cómo se hizo el póster limiado hasta la composición de la banda sonora.
- Fotografía de Mary Ellen Marks y Diseño del cine de Londres: Sendos álbumes de fotos
- Estreno con alfombra roja: nuevo recopilatorio de vídeos, está vez son dos: Imágenes de la alfombra roja, que son 15 minutos largos de la presentación de la película al público, y la actuación de Emily West, cantando «Becomes the color».
- Trailers y spots televisivos: recopilatorio de material promocional.