Crítica de Surge
Hete aquí la definición perfecta de putada. Ben Whishaw siempre ha sido un actor de garantías, tanto vale para roles secundarios en una saga de espías al servicio de su majestad, como para ser un asesino obsesionado con olores. Pero andaba falto de un do de pecho absoluto, hasta que dio con el guion de Surge. En este nuevo fresco crítico de una sociedad que nos va a volver locos a todos, Whishaw es un joven londinense que peta como resultado de tener un trabajo de mierda, una familia de mierda, y en definitiva una vida de mierda, así que vive su día de furia particular en una ciudad que se presta a ello. Y su interpretación es prodigiosa: no sólo por ofrecer una escalada gradual, basada en pequeños detalles al principio e histrionismos de todo tipo al final, sino por tener que mantener el tipo durante largos planos secuencia que si agotan al espectador, a saber cómo acabaría él.
Pero hete aquí que Hollywood estrena Joker, y a Joaquin Phoenix se van todas las miradas. No me atrevería a decir que sendas interpretaciones disten mucho, de la misma manera que las películas se asemejan más de lo previsto, como bien apunta la descripción de Filmin. Pero claro, en Surge no hay Batman al acecho. Ojo, por eso, que esta es sólo parte de la definición de putada.
La otra mitad tiene que ver con la abismal distancia entre Whishaw… y todo lo demás. Surge empieza francamente bien, describiendo un mundo vulgar y corriente, en el que la tensión zigzaguea entre los múltiples pasajeros a los que el protagonista debe cachear tras pasar por la puerta de detección de metales. La manera en que el director, Aneil Karia, contiene una película que está a punto de explotar, es digna de elogio. Pero luego, claro, el fuego tiene que prender. Siguiendo con el símil del Joker, ahí todo está hilvanado de manera que el descenso al infierno sea gradual: no queda muy claro cuándo la película pasa de un drama de personajes a la gestación del malvado más famoso de la saga del murciélago, y ese es el éxito rotundo de aquella: te hace partícipe de su locura.
En Surge, las sensaciones son opuestas: se desprende una sensación de precipitación que no queda claro si se debe a un guion (de Rupert Jones y Rita Kalnejais, por cierto) descompensado, o a una dirección que sufre un repentino ataque de protagonismo: Karia juega al Aronofsky y al Greengrass, cuando quizá un seguimiento a Ben Whishaw menos protagonista hubiera dejado todos los focos sobre sus espaldas y nos hubiera contagiado mejor de su conflicto interior.
Entre una cosa y otra, Surge acaba bajando mucho el listón, quedando en una película de momentos emocionalmente desconectados. Hay pasajes de fuerza innata (el quad, la Cocacola de imitación), pero otros que se antojan forzados (la cama) o a los que se les otorga mucha más relevancia de lo necesario (la boda). Y a la postre, lo que tenía que ser una película que dejara huella (como, y de nuevo lo apunta Filmin, el cine de los Safdie) pasa como un correcto pero irrelevante drama social que para cuando llega su moraleja final, poco importa ya. Y es una putada para Ben Whishaw, ya que su vívida, entregada interpretación, daba para una nueva película de culto instantáneo. Anda, mira, como Good Time.
Entrevista a director y actor de Surge
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Una interpretación prodigiosa no es suficiente para elevar a un conjunto que no pasa del aprobado: Surge propone un nuevo día de furia como consecuencia de los tempos que vivimos, pero se queda a medias tintas.
Nada que hacer con esta película, es una estupidez y un coñazo absurdo….que me devuelvan el dinero.
verdad? alzó bastante revuelo en algún que otro festival pero no me lo explico más allá de, insisto, la interpretación…. saludos, gracias por pasar!