Crítica de The Swell Season
Si hay discos de ruptura, grabaciones motivadas por un desencanto amoroso perfectamente empapadas de la desazón post-heartbreak, supongo que también pueden haber películas así. The Swell Season es el documental que los directores Nick August-Perna, Chris Dapkins y Carlo Mirabella-Davis dedican a Glen Hansard y Markéta Irglová, aquella pareja hipercute que se conoció y protagonizó la pequeña joya musical indie irlandesa llamada Once hace ahora unas temporadas. Por aquellos entonces, el mundo quería comerse con una cucharita de sorbete a la pareja en cuestión, especialmente después de que llegara el Oscar para certificar el éxito en miniatura y se creara un pequeño culto alrededor de una película que, sí, tenía capacidad icónica y modulación de onda Sundance.
Pero la fama es muy dura, las giras muy largas, los fans exigentes y el juego de éxitos y expectativas (frustradas) se electrifica si la pareja en cuestión es joven y apasionada. Documentando la historia más vieja del mundo, la del amor que nace, crece e irremediablemente languidece, The Swell Season es un precioso testimonio, crónica de aquellos días, que evoca de refilón algunos exponentes ilustres del género (Don’t Look Back por su forma, un duro blanco y negro y con seguimiento cámara al hombro), pero que está empapada de una colección de sentimientos que automáticamente pondrían a temblar a cualquier fan de la ficción de desamor con clase. El acaramelamiento y la compenetración da paso a las dudas y ello a las tensiones. Los probemas familiares se van exponiendo, la música va deslizándose bajo la piel. De hecho, esa música es en el fondo una de las grandes protagonistas de The Swell Season: las canciones mecen el tono de la película, como estableciendo un juego en el que la banda sonora es el propio motor de la historia, un juego de complicidad entre imagen, sonido y texto trabajando al mismo tiempo por el bien de la claridad explicativa (cuyos niveles son admirables) y del impacto emocional.
Tiene pegas, por supuesto. En algunos momentos su atractivo empaque visual tiende a lo anodino (hay varios planos demasiado funcionales, poco cinematográficos) y en otros la historia tiende hacia una cierta afectación indie motivada por ese arsenal de temas folk de dormitorio cantados entre susurros o mediante la infalible fórmula de voz masculina y femenina al unísono. Pero a pesar de ello el calado del mensaje, la emotividad de la historia y la profunda serenidad de algunos de sus pasajes garantizan una película tremendamente emocional, recorrida por esa vibración sísmica que no llega nunca a quebrar, que sacude el alma sin desplazar un milímetro de placa tectónica. Tintada de una nostalgia irlandesa casi johnfordiana y tan honesta que puede hablar desde la verdad y mirando a los ojos.
7’5/10
WOOWW, cómo mola la White Horror House!! I like it very very much. Acostumbrándome a la nueva disposición, pero mola. Congats pipiolos, muy linda.
Yo sólo entraba a decir que ok Bluts y muchas gracias por la intensidad, entiendo que el docu del Herzog és un mustérrimo see. Yo ya me pegué un buen fly en el Museo de Altamira imaginando lo que debía ser aquello con ojos neanderthales. Me apetece muchísimo. Y feliz de pagar por estas 3D y no por las de Spidy.
Gracias a lo primero!
A lo segundo… me sumo al entusiasmo… ganas de ver la peli de Herzog,y de verla en condiciones!