Crítica de Take Shelter

Mucho han cambiado las cosas en el patio desde aquellas épocas en que la catástrofe findelmundista de turno era solventada con heroicidad e ingenio superhumano por una cuidada selección de homo superiorae, seres por encima del vulgar populacho gracias a su desmedido intelecto o su paquidérmica capacidad muscular. Pero será desde que nos dimos cuenta hace once años de que éramos realmente vulnerables, todos, o desde que el vecino del quinto se enteró de lo que habían predicho los mayas respecto al duodécimo año del presente siglo, que ahora el mundo se acaba no para las élites sociales sino para el vulgo pelado. Sea una tropa de tarados sentimentales en una boda a la danesa, sean un viejo y su hija en un páramo de Turín, sea un pobre obrero de un pueblo despistado geográficamente del West South Central.
Porque Take Shelter ocurre en una América descascarillada y erosionada, desencantada, temerosa, en pleno agujero paranoide. La América del señor que no mantiene la cabeza bien alta para encarar un futuro brillante sino para calibrar esos nubarrones que se traen tornados consigo o esos bancos de pájaros que vuelan de manera errática creando visiones de futuro apocalípticas, líquidas pero siempre muy negras. La América de la perplejidad.
Un territorio en el que todo se ha ido al garete (la gran esperanza demócrata al final se ha relativizado y diluido) y los grandes ideales han colapsado sin que nadie haya podido evitarlo demasiado. Un territorio que ahora ha caído a la buena de Dios y al final ha ido a parar a manos del tarado del pueblo, el excéntrico incomodante, el elemento de distorsión. Y lo negro de todo esto es que esa fuente andante de caos, que para más inri hace temblequear una de las estructuras hipotéticamente más básicas (la familia), podría tener la razón cuando preconiza catástrofes épicas y muertes en masa y a mansalva: al fin y al cabo ya se sabe que los únicos adultos que siempre dicen la verdad son los locos.

 

 

La consecuencia de todo esto (una de ellas) a nivel de capacidad de adaptación del cine respecto a su realidad social, es una especie de fusión desprejuiciada entre estilos, entre idiosincrasias que hasta hace bien poco andaban a la greña las unas con las otras. Recientemente, estos juegos estancos de reglas han ido descompartimentándose para adoptar los modos ajenos, romper barreras genéricas y pulverizar expectativas en pos de nuevas sensaciones más o menos postmodernillas. Es una tendencia que viene dándose desde hace un tiempo, y Take Shelter la toma para sí desde su misma concepción ideológica: aquí, el relato puramente de género (sea este la ciencia ficción, la fantasía o el terror) vuelve a decantarse por la mutación conceptual y formal para entrar en el terreno de lo indie como ya podían haber practicado recientemente otros prestigiados ejemplos de penúltima hornada (de Moon a Monsters, de Nunca me abandones a Otra Tierra). De este modo, Take Shelter se postula como una de terror lo suficientemente guay como para poder ser catada, apreciada y cultificada por el hijo de Sundance o el adicto al mumblecore. Pero tan aterradora y reconocible en sus tics y modos como para captar al público más o menos casual.
Porque francamente, la propuesta de Jeff Nichols puede llegar a ser muy aterradora. Y es ahí donde la película se dispara hasta cotas altísimas. Aportando un plus de veritée a las sobrediseñadas ciento una maneras de suicidarse de Shyamalan, las visiones de muerte de ese pobre padre de familia que no sabe si está entrando paulatinamente en un infierno de la esquizofrenia heredado de su madre son de todo menos tranquilizadoras. Lluvias fangosas, perros enloquecidos, los mentados enjambres de cuervos y tornados incipientes, extrañas formas antropomórficas que actúan como auténticos zombies… Un repertorio de delirios milenaristas de muy mal tragar y un sistema de la angustia globalizada concentrada sólo en un pobre tipo y sus pesadillas recurrentes. A todo esto y a la participación de un Michael Shannon sencillamente inconmensurable le debe la película sus mayores éxitos.
Puntos calientes de una trama que por lo demás navega, ay, es cierto, un poco a la deriva. Contenido entre un inicio y un desenlace emocionalmente apabullantes, un segundo acto un tanto estancado da vueltas sobre sí mismo en lo que es una sola idea reiterada, poco matizada, de demasiado sutil evolución dramática o temática. Uno empieza a plantearse si está ante un relato bíblico o bien una pura parábola sobre la esquizofrenia. Si esto es el mejor atinado reflejo de una sociedad a la que le da igual si está postindustrializada o no, porque lo que importa es que está jodida, o si es todo la historia de un pobre don nadie encerrado en el laberinto de sus propios temores.

 

 

Al final, lo insistente de ese segundo acto queda justificado, pero la sensación de haber estado ante una anécdota alargada o unas propuestas temáticas poco sustanciales persiste. Más teniendo la impresión de haber sido un tanto gatoporliebrados por obra y gracia de un guión pelín tramposo, un tanto maniqueo y en el que por momentos parece que sobre la pólvora y falte la auténtica chispa. Traducción: a todo esto le falta calor, pasión, empuje dramático; que, en definitiva, ocurran cosas. Que su rasposa austeridad no se haga extensiva al propio desarrollo de los acontecimientos.
Y sin embargo, en lineas generales Take Shelter funciona porque en última instancia apunta a la oscuridad del alma y a la viscosidad de las tripas del espectador. Y lo cierto es que el apocalipsis plausible que propone Nichols es tan fantasioso como extrañamente creíble. Más, mucho más por la desolación que transmite su medular pesimismo que por la perspectiva de un acontecimiento climático o teológico cataclísmico. Y como al final, a pesar de baches y tropezones de un discurso demasiado largo, se impone aquello del menos es más, la marfilosa desnudez del esqueleto de Take Shelter termina resultando -mucho más que cualquier producto fantaterrorífico al uso- afilada y cortante. O sea que hiere sin miramientos ni temblores de pulso. O sea que da mucho miedo. O sea que cuidadín.
7’5/10
Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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Comentarios

  1. Segunda crítica que leo que arranca desde el mismo punto. El tema del declive económico (y social) de los últimos años extrapolado a esta historia. Tal vez no estaba atento…pero hasta no leeros, no había visto conexión alguna.

    A mi me dejo frió, sobre todo lo que tu dices un segundo tramo muy gris y repetitivo. No quita para que Michael Shannon nos muestre un trabajazo increíble. Pero el bailar entre dos aguas de esa manera… quizás sea muy indie para mi.

  2. Me confundes, Barrymore…
    Cuando dices "segunda crítica" te refieres a otra crítica nuestra de otra peli… o a otra crítica de "Take Shelter" no elaborada por nosotros.
    ¿Recuerdas cuál era, en cualquier caso?

  3. Era otra critica ajena a la Casa. ¿Quieres que aun así te diga de donde?

    Así sin decir demasiado, es de la otra pagina en la que escribe Manel.

  4. Anda, pues es verdad. Mierda, yo tenía la crítica escrita desde hace dos meses, o nosecuanto, pero para la publicación se me han adelantado… Y ahora no los puedo acusar infundadamente de plagio reiterada y sañilmente hasta dejarlos calvos.
    Lástima, porque el Marc ese es un indeseable y el Manel otro peor.

    (voy a decirles que he escrito esto sobre ellos, a ver qué pasa)

  5. Tras leer la crítica resultaría interesante ver la película. Curiosos comentarios, tienen su gracia.

  6. Pues nada, oye, ya nos dirás qué te parece cuando la hayas visto…

    Saludos

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