Revisión de Tarántula!
Nada nuevo bajo el sol, ¿verdad? Pues no, a menos que esto sea una película del gran Jack Arnold y nos encontremos en plenos años 50 (concretamente 1955).
Ah, los años 50, la época por excelencia del terror atómico y la inquietud por los límites de la ciencia. La década en la que la humanidad se consolida definitivamente como punto de mira de todo el universo para invasiones alienígenas, plagas diversas y monstruos radiactivos de todo pelaje, y este caso no es menos, siendo además el mejor ejemplo del siempre reivindicable sub-género terrorífico Peli Con Bicho. Y de qué manera. Pero vayamos por partes:
Jack Arnold es uno de los más celebrados artesanos del cine fantástico de la época, que empezó dirigiendo documentales y se consolidó en el terror, ofreciendo cumbres como Creature from the Black Lagoon (1954) o El increíble hombre menguante (1957), ambas en mi opinión más logradas que la que nos ocupa, la primera por ostentar una ambientación cuidada al milímetro; la segunda por su increíble tensión y suspense y por su carga filosófica final.
No obstante, Tarántula! no deja de ser una gran ejemplo de su género, gracias a su capacidad para el shock y, muy especialmente por su factura técnica: la película posee unos efectos de maquillaje (cortesía de Bud Westmore) dignos de mención y unos espectaculares efectos especiales que nos ofrecen entre otras cosas grandes planos generales en los que la araña de marras campa a sus anchas por el desierto que rodea el poblado donde transcurre la acción, derribando postes eléctricos, devorando ganado y, cómo no, acechando a los desdichados granjeros, que caen irermediablemente en las fauces de tan hambriento animalico.
El argumento de la película es arquetípico en su dosificación de la información, pero cumple perfectamente. El inicio no puede ser más estimulante: en medio del desierto (que nos sitúa ya la historia casi en un entorno fronterizo) aparece un hombre horriblemente desfigurado, víctima de algo que presuponemos la tarántula del título. Pero no, enseguida veremos que se trataba de un científico víctima de sus propios experimentos de hiperdesarrollo, y conoceremos cómo un segundo doctor es también víctima del mismo suero y un tercero experimenta alegremente con animales. La idea es erradicar el hambre en el mundo potenciando el desarrollo del ser humano (sic). Buenas intenciones que terminan, como era de suponer, en tragedia: tras un ataque del mad doctor #2 al mad doctor #3, este es inoculado con el fatal suero y un incendio en el laboratorio provoca que una enorme tarántula se escape.
A partir de aquí, veremos las consecuencias de estas acciones: por un lado el progresivo deterioro físico del científico y por otro los estragos del animal.
Lo interesante de ello es cómo no se nos muestra el monstruo en todo su esplendor hasta bastante avanzado el metraje, poniéndonos en paralelo a la investigación de los propios protagonistas y que verá su momento cumbre cuando la tarántula se cebe aparatosamente en la casa en la que residen el doctor y su ayudante, muriendo el primero, escapando la segunda y resultando un montón de escombros de todo ello.
Y tampoco se queda corta la secuencia final, en la que el monstruo es vencido a bombazo limpio y rematado con napalm y resulta realmente agradable ese The End que aparece con el monstruo aún en llamas. Sin epílogos innecesarios y entrando al trapo: se acaba el monstruo, se acaba la película. Lo cual autocalifica al producto como un espectáculo de pura evasión y ligero mensaje moral.
Motivo por el cual nos encontramos con unos personajes bastante planos y estereotipados: desde el buen doctor (John Agar) y su contrapartida femenina (Mara Corday), pareja perfecta, guapos e inteligentes y anodinos ambos hasta el científico desatado, estupendamente interpretado por Leo G. Carroll, pansando por el sheriff local (Nestor Paiva) y, claro, los random police agents de turno. Todo ello casi un trámite, un peaje por el que parecen querer pasar todas las producciones de este tipo, aderezado todo por unos diálogos que tampoco suelen salirse de lo que se espera para el caso.
Resumiendo, Tarantula! resulta un viaje que llega a un puerto ya visitado, pero del que se disfruta el camino, y es un estupendo ejemplo de monster movie bien tensada y mejor presentada y un impecable espectáculo de ciencia ficción, sabroso caramelo para todos los amantes del género y para todo aquel a quien sienta atracción por los buenos productos de suspense.
Y un poco de trivia, como postdata: el cartel oficial de la película resulta cuanto menos, y como era costumbre, engañoso: la araña en ningún momento ataca la «gran ciudad», destruye enormes edificios y, ni mucho menos, captura como rehén a una bella joven.
Además, según sabemos obra y gracia de Allmovie, Jack Arnold, prolífico también en televisión, dirigió bastantes capítulos de La Isla de Gilligan, Buck Rogers y la Tribu de los Brady. Curioso.