Crítica de Temblores
De los infiernos por los que puede pasar una persona homosexual en el momento de salir del armario, el cine ha hablado en numerosas ocasiones. Pero normalmente, nos llegan puntos de vista de latitudes conocidas. Mientras que con Temblores, Jayro Bustamante nos cuenta cómo se puede vivir desde el punto de vista de la sociedad guatemalteca. Un país que se nos presenta netamente dividido entre clases alta y medio-baja. La primera, casoplones, formalidades y mucha, mucha religión; la segunda, más sencilla claro, y más abierta de miras. Y en medio de ambas se acaba situando Pablo, hombre de familia muy de bien, que se declara gay poniendo en riesgo todo en pos de Francisco, un hombre menos pudiente pero con menos problemas. En verdad, no hay nada nuevo bajo el sol. Pero es que no creo que la innovación fuera el interés de Bustamante precisamente.
Lo que sí hay en Temblores es la descripción de una situación que ya no debería ser tabú para nadie y que, sin embargo, en Guatemala aún puede poner en jaque la estabilidad de esa sociedad aferrada a los más estrictos credos religiosos. Anteponiendo sentimientos lógicos (el amor de una madre a su hijo, por poner un ejemplo) a lo que la Biblia reza. Y justamente a sabiendas de su función informativa, la película apuesta en todo momento por un tono hiperrealista y muy cercano, de tonalidades parduzcas y donde ni siquiera suena banda sonora. Por estas aguas navega un guion muy contenido, que no recurre a grandes giros dramáticos sino que va cociendo a fuego lento la progresiva dificultad en que la vida de Pablo se va convirtiendo, desde que se oficializa la situación.
Y como tal no impacta de frente, sino de manera indirecta. No hay ninguna destrucción masiva, más bien… eso: temblores. La vida de Pablo empieza a recibir una sacudida tras otra (los terremotos nunca vienen solos), las grietas van haciéndose más y más evidentes y a nosotros, desde la comodidad de nuestras butacas, se nos hace ver el abismo al que el protagonista es condenado. Y cala, vaya si lo hace. Resulta imposible no sentir asco, incomprensión, no plantearse dudas sobre una realidad que en teoría ya no es la nuestra. Em teoría.
En toda esta carrera de fondo, donde lo sutil prevalece y lo melodramático brilla por su ausencia, hay algunos pasajes de interés desigual. Cada vez que la cámara se aleja de Pablo para seguir a su mujer o a su amante, Temblores se resiente: se nos desconecta emocionalmente. Y quizá como consecuencia de esos apagones, el tramo final impacte un poco por debajo de lo esperado. A lo mejor, no haber perdido de vista ni un minuto al protagonista hubiera acabado tornándose en una auténtica pesadilla para el espectador, con independencia de que realmente, no ocurra nada especialmente disruptivo en pantalla. Un espectador que hubiera entrado en el último tercio totalmente a los pies de Bustamante.
Sea como sea, males menores para una película interesante y arriesgada a partes iguales. Temblores tiene muy claros sus objetivos y va a por ellos con todo lo que tiene, y eso se traduce en un estimulante drama 100% humano, 100% creíble, por mucho que a estas alturas, debería ser fruto de la ficción más desfasada. Vaya mundo, este en el que vivimos…
Trailer de Temblores
Valoración de Temblores, según La casa
Mini-crítica de Temblores
Potente drama sobre ser homosexual en una sociedad cegada por la religión. Temblores apuesta por verosimilitud y sutileza y acaba calando hondo sin necesidad de mucho más.