Crítica de Tentación en Manhattan

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Qué demonios, si había que estrenar esto, y sólo si era estricatamente necesario estrenarlo (los bolsillos de los Weinstein dirán), casi que ahora es su mejor época. Es el momento en que los teleadictos más recalcitrantes -últimamente desplazados a la categoría internetadictos, o seriófilos, o teligiosos, o así- se enfrentan a un pantagruélico, faraónico atracón de horas de ficción televisiva en forma de insustanciales (los muchos) o sustanciosos (los menos) pilotos de series en busca de la próxima cita ineludible con la pequeña pantalla de a 20 o 40 minutos semanales. Que existe, cada temporada hay un par. Pero a cambio siempre trae consigo horas quemadas en balde y tragaderas saturadas de bosta catódica que no lleva a ningún lado, puesto que con suerte los hados son piadosos y terminan por forzar la cancelación de productos de un franco dudoso perfil.
No insinúo que Tentación en Manhattan pueda asemejarse a un mal piloto para una peor comedia televisiva inane y anodina. Lo afirmo. Rotundamente. Y ni siquiera a Sexo en Nueva York. No, Tentación en Manhattan es peor. Desfasada, subnormal, absurda hasta la arcada. Sin apenas cualidades cinematográficas, todo rutina, estudio de mercado, producto diseñado para marujas desesperadas. Como el 90% de las comedias románticas «para mujeres» (auto-sic) pero peor. Por reaccionaria.
Es esta la historia de Sarah Jessica Parker, tan diametralmente opuesta a Carrie Bradshaw que, al fin y al cabo –paradoja-, vuelve a ser lo mismo. Parker se personifica aquí en una mamá sobrepasada, con carrerón encima y oportunidad de oro a varios cientos de kilómetros y puente aéreo. En Nueva York, claro. Tiene hijos, tiene responsabilidades, tiene un amantísimo marido con la cara de Greg Kinnear y ahora le sale un nuevo jefe con la percha de Pierce Brosnan. Ella pretende llegar a todo, pero, claro, no puede. En otros términos, carne de NBC. Y no precisamente de un jueves por la noche.
A partir de aquí, la lista de clichés y despropósitos espanta: hay una voz en off, la de Parker, con una textura sospechosamente parecida a la de Ellen Pompeo, una galería de personajes de plástico blando, gags repetidos hasta la nausea con ínfulas screwball (confiamos en que esos planos de Luna Nueva hayan aparecido aquí por casualidad), trazas de mockumentary en forma de declaraciones a cámara de los implicados, una ñoñez generalizada de alto impacto y un desarrollo dramático que se puede ir tarareando a medida que avanza la película.
Que para colmo, se erige en una especie de equivalente cinematográfico de la dantesca figura del gracioso de cena familiar recién llegado al clan. Ese tipo indeseable que, a pesar de no tener ninguna cualidad cómica se esfuerza y empeña en hacernos creer lo contrario hasta el punto de resultar aún más repelente si cabe. Oye, ríete. Que ríete que soy de traca. No sólo. Tentación en Manhattan tiene la deferencia, muchas gracias, de puntuar, de enfatizar sus presuntas gracietas convencida de que el desdichado espectador potencial tiene algún tipo de defecto cognitivo, y para colmo echando manos de recursos estilísticos cuanto menos caducos: interpelaciones a cámara, grafismo sobreimpreso, subrayados musicales. En pleno 2011 está más que superado el uso de laugh track. De no ser así, tengo la seguridad de que Tentación en Manhattan habría tirado de ello.
Y claro, todo esto quedaría en orea chorrada, en matarratos mongui para olvidar al instante, si no fuera por su agrio y definitivo regustillo conservador. Su tufo reaccionario. Ya lo comentaba por ahí arriba: Tentación en Manhattan es (vuelve a ser) pseudofeminismo de baratillo. Mucho ojo al mensaje que se infiere de todo esto: la mujer moderna es dueña de su destino, pero este pasa indefectiblemente por la cocina y los críos. Y atención a la frase que, en algún momento del metraje, se airea con alegría: intentar ser un hombre es la peor manera de estropear a una mujer. Esto es, dejad el trabajo complicado a quien tenga pene y vosotras dedicaros a vuestros quehaceres.
Si esto es el nuevo feminismo, yo me retiro. Y vosotras lo que deberíais hacer es soliviantaros. Eso o no hacer ni puto caso a esto de Tentación en Manhattan que, para lo que os va a venir, tampoco hay demasiada diferencia.
1’5/10
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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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Comentarios

  1. No hablas de lo fundamental, Xavi Roldan, otrora John Blutarsky: ¿son bonitos los vestiditos y los zapatos?

  2. Ay, caaari, es que eso ya se da por sentado.
    O es que creías que ese 1'5 tan divinnno me lo había sacado yo de la manga? (de la manga de Gucci, por cierto)

  3. Ajá!!! Miran Grey´s Anatomy! :P

  4. Qué dices loca…

    Que yo soy más de Gossip Girl…
    (esos médicos no saben distinguir unos Manolo Blahnik aunque los tengan delante de los morros; de verdad, qué poca clase)

  5. Blutito, u in the scandolus life of the Manhattan elite? No me lo creo. XD Si haces toda la pinta de no distinguir unas bambas de unos manolos…
    Yo sí la veo, no la sigo, pero me engancho de vez en cuando. Cualquier serie que pase en Manhattan y que llegue hasta el 3 es susceptible de ser vista por mi.

  6. Perdón, se me escapó un Blutito. A partir de ahora serás Xavi ECACCJB y tu compi Carlos ECACCCS. Con lo fácil que era lo de Caps y Bluts, ñé.

  7. Ah, tú a mí podrás llamarme siempre Caps…

  8. Uffff, thanks my Captain, que ya tenía la neurona atabalá…

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