Crítica de La teta asustada

De manera totalmente inesperada, el segundo largometraje de Claudia Llosa (tras «Madeinusa») se ha colado entre las cinco mejores películas de habla no inglesa del año según la Academia de Hollywood, por lo que en apenas un mes buscará arrebatarle el Oscar al todopoderoso Haneke. Misión casi imposible, desde luego, pero que por lo menos sirve para alargar la vida (comercial) de tan encomiable trabajo de la cineasta peruana, que se hace valedor de la etiqueta no dejará indiferente a nadie, y por tanto hace de su visionado un ejercicio altamente recomendado. Y eso pese a que «La teta asustada» no sea, precisamente, accesible para todo el mundo.
Su estanqueidad no tarda en hacerse evidente: aún no ha ni empezado la película cuando oímos la terrible historia de la violación de una mujer, narrada por sus propios labios mediante una canción en una variante de la lengua quechua. Precisamente el fallecimiento de la misma es lo que obliga a su hija Fausta a superar la enfermedad que padece -y que da el título a la cinta- por la que un pavor terrible le ha impedido prácticamente salir de casa, separarse de su madre y relacionarse con el mundo exterior. Aunque de ahí en adelante esa peculiaridad lingüística no vuelve a aparecer salvo en contadas ocasiones, casi parece que Llosa no se desprenda jamás de un lenguaje propio muy singular, reflejado en el empleo de un tempo asincopado en el que se erigen como protagonistas silencios y miradas, y donde cada plano se torna en un lienzo descriptor de un Perú tan bucólico y embriagador como afligido de grandes carencias.
De este modo, «La teta asustada» juega con varias cartas al unísono, sirviendo de ruta turística por un paraje poco conocido (atención al cruce de escaleras por el que Fausta deambula en un par de ocasiones) así como de popurrí argumental, pues a través de la historia de la joven huérfana no duda en hilar un buen puñado de entramados, mensajes, críticas o simples apuntes, para que cada espectador llegue hasta donde quiera. Hay espacio para la fábula de superación personal desde el momento en que la chica se ve forzada a trabajar para costearse el entierro de su madre; para la crítica a la violencia de género o a la situación económica y social peruana en general; incluso para la esperanza, o mejor dicho la creencia de la existencia de buena gente.
Todo ello y más se desprende de una historia sobre el recorrido que emprende Fausta desde el miedo a la libertad (como bien indica el póster promocional del film), un camino de monotonías que van resquebrajándose poco a poco, pasito a pasito.
Sin ninguna voluntad por precipitar los acontecimientos, Claudia Llosa (que dirige pero también escribe el guión) opta por detenerse argumental y físicamente en los pequeños detalles que componen la vida de la protagonista, provocando la misma sensación de inquietud en el espectador gracias a una hábil fusión de conceptos de diversa calada, bien sea el puro tedio de su trabajo como asistenta, o la aprensión visual relacionada con su problema vaginal, algo que no desvelaremos pese a la relevancia de tales momentos.
La suma del sosegado devenir de la película, la personalidad de la directora y ciertas concesiones a la pseudo-parodia -provocadas por las escenas de matrimonios múltiples- en oposición a la pesadumbre general, evocarían a su vez a cierto estilo oriental en una estimulante fusión de estilos resuelta con atino por parte de la sobrina de Mario Vargas Llosa.
En medio de todo, ese gusto por la imagen que depara fotogramas de gran belleza y colorismo visual, un tanto barrocos a veces pero por lo general de una sobriedad acorde con el intimismo del conjunto. Y es que en ningún momento da la sensación de que «La teta asustada» prime el estilismo formal por encima de la gravedad de sus pasajes argumentales, sino que más bien se convierte en acompañante y reflejo cromático de sus diversos sentimientos.
Falta hablar de la protagonista, una Magaly Solier que repite con la directora tras el debut de ambas en «Madeinusa». Pese a la dificultad de su personaje y a ser el epicentro sobre el que gira y se apoya toda la película, la jovencísima actriz demuestra sólidas tablas con su caracterización de Fausta, y sus silencios y miradas recelosas suponen la guinda perfecta a su sugerente belleza.
Aunque claro, no todo son flores. Y es que como decíamos al principio, «La teta asustada» peca de un exceso de inaccesibilidad que exige al espectador cierto trabajo de fondo; un ejercicio de ombliguismo que, como le sucede a la reciente «La mujer sin piano» de Javier Rebollo, prácticamente la condena en la línea de salida al ser descartada con total seguridad por buena parte del público. Y es una lástima, porque cintas como esta se antojan tan necesarias en el panorama cinematográfico actual -más aún si englobamos a esta dentro del cine en español– como alejadas de ser la solución a todos los problemas.
Advertido queda el espectador de a pie: «La teta asustada» es una gran película, una ebullición de inquietudes sentimentales, argumentales y formales orquestada con gusto y atino, pero de un tempo totalmente selectivo y exigente, tan acorde con su espíritu y razón de ser (en su mundo, es hasta trepidante) como opuesto a lo que hoy en día se entiende por cine comercial. Allá cada uno con su afinidad a semejantes ejercicios de, y para, autor.
8,5/10
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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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