Crítica de The Batman
Se justifica Matt Reeves frente a las críticas en relación a la duración de The Batman, diciendo que lo que la película propone es una experiencia immersiva, más que una propuesta de superhéroes al uso. Será que según el canon DC, no puede haber inmersión si hay risas, entretenimiento, fiesta; la experiencia sólo vale si dura tres horas y es… intensita, como poco. Lo bueno del asunto es que Reeves tiene razón, pues The Batman ha sido trabajada a consciencia para no ser un producto vulgar, como no podía ser de otra manera: tenía la complicada papeleta de devolverle la dignidad a un personaje apaleado una y otra vez antes incluso de que Zack Snyder metiera mano en la franquicia. Este es un producto con carisma, que efectivamente puede ser tildado de experiencia, y ojo: sin una sola secuencia de acción a cámara lenta. Consciente del enfangado terreno en que se metía, vaya.
Lo primero que hace bien la enésima reinvención de Bruce Wayne, es reconocer que una saga no se adscribe exclusivamente a un medio, y que el recorrido artístico de la misma ya no es unidireccional, sino que se ramifica en otras expresiones artísticas. Así, el Hombre Murciélago con cara de Robert Pattinson se pega contra mucha gente a modo de la saga de videojuegos, investiga asesinatos en serie por Gotham como en los cómics más detectivescos (o la propia serie Gotham), y recupera temas de mafias y personajes míticos (Pingüino, Enigma, Catwoman, pero también Maronis y Falcones). Además, claro, de conservar el tono oscuro y lúgubre que le imprimió Nolan. De lo único que se olvida es de que la otra versión del personaje, la de la mítica serie de los 60 con Adam West, o de las películas de Tim Burton (ejem, y Joel Schumacher) también existe y dio muchas alegrías. Para sorpresa de nadie, el buen humor queda para otra ocasión, una vez más, en este thriller que ya se compara con el Seven de David Fincher más que con el Bruce Wayne de West.
En este clima negro, opresivo, sucio y violento, donde el contador de sonrisas de su reparto no se mueve del cero inicial, The Batman va desarrollando una trama de varios focos de atención que poco a poco van imbricándose en torno a un asesino en serie que planea sus vengativos actos a modo de pistas para que las resuelva un personaje que se hace llamar Venganza, a quien ayuda una mujer gatuna que anda en busca de, sí, venganza. Lo dicho, película de sombras y cargas emocionales que van calando de manera continuada en lo que es toda una experiencia, sí, ¿agradable? ya no tanto. Ojo, es lo que busca un Matt Reeves que ya ha dado muestras de pericia impecable a la hora de narrar historias y sumir al espectador en muy determinados estados emocionales: ya nos cagó de miedo, a tiempo que reivindicaba un formato, con el found footage de Monstruoso; remakeó con éxito Déjame entrar ofreciendo matices muy distintos al original nórdico; convirtió en una épica bélica El planeta de los simios cuando se hizo cargo de la nueva versión de la saga. Y ahora nos sume en la depresión. No es que le tiemble el pulso, precisamente, ni que se deje amedrentar ante las dimensiones de sus acometidas.
De este modo, The Batman se mantiene sumamente fiel a sí misma, ofreciendo un progresivo degradado cromático, real y metafórico, hasta que por un lado, la paleta de colores se limita a dos (rojo y negro, claro), y por el otro, nuestro ceño se frunce tanto que, al final, acaba con rampas. Una película oscura y podrida como se dice que está el ambiente de la ciudad de Gotham, ciudad perennemente inundada por lluvias torrenciales y brumas de todo menos salubres. Es un trabajo de acoso y derribo, martillo pilón centrado en nuestro estado anímico, que no se desvía un ápice de su objetivo hasta el punto de no conceder más de lo mínimo y necesario a la acción (salvo, inevitablemente, en su más rutinaria y desganada conclusión), en pos de dar forma a un personaje que, más que a un asesino en serie, a quien debe hacer frente es a sí mismo y a sus fantasmas. Ahora bien, quizá justamente por su carencia de mayor protagonismo, las escenas de acción que orquesta Reeves son apabullantes, y muy especialmente la persecución a media película que mira de tú a tú a Fincher, a Michael Mann y a James Gray. De las que hacen historia.
En definitiva, una película impecable que consigue lo que quiere. No se limita a devolver la dignidad perdida a su personaje (apoyado por un infalible Robert Pattinson, amén del resto del reparto), sino que intenta y consigue ser una buena, sólida propuesta artística. Que no tiene que rendir cuenta alguna con el despropósito del universo cinematográfico DC (del que, de hecho, se olvida alegremente), porque es plenamente conocedora de sus ambiciosos objetivos. Es épica partiendo de la contención más absoluta y porque da preminencia a lo que importa: su guion. Logra oscurecer la sala de cine en que se proyecte, tanto como a quienes están sentados en ella. Vamos, está muy bien hecha en todos los sentidos: dirección, interpretación, montaje y banda sonora (Michael Giacchino hace callar la grandilocuencia de Zimmer a los primeros compases). Entonces, ¿qué pasa?
Pues pasa que, con todo, siguen siendo tres horas invertidas en dar vueltas a temáticas que ya conocemos de memoria, por lo que a la mínima que levanta el pie del acelerador, las consecuencias se ven muy acrecentadas; máxime, repito, en su arco final. Pasa que devuelve dignidad, pero amparándose en ciertas directrices ya vistas en la trilogía de Nolan. Y que por mucho que siempre mole un thriller detectivesco con un asesino con personalidad (Paul Dano está muy cerca de los niveles míticos de Heath Ledger), si no es muy original, puede ser sencillo para el público adelantarse a los acontecimientos. Y ese es uno de los problemas de The Batman: que no es todo lo original que quiere ser y, por tanto, tres horas de metraje no se justifican y le pasan factura. Y, ¿sabéis? Quizá no hubieran afectado tanto si, por el camino, se hubieran molestado en ofrecer un mínimo de empatía en forma de una sonrisa, un chiste, una concesión a la humanidad de sus personajes, que brilla por su ausencia (¡es que ni con John Turturro consigue uno sonreír!). Sí, Reeves quiere que la frialdad sea la principal etiqueta de su propuesta, pero eso no significa que la misma deba sentirse tan, tan distante del espectador. Sobre todo porque, si tu esperanza es que vuelvan a ver tu obra, tienes que conseguir que se le tenga algo de cariño. Aquí Wayne, Catwoman, Gordon o el propio Alfred, importan un pimiento, por muy bien interpretados que estén.
Así pues, este bloque de hielo enorme ha caído como agua de mayo en la Fanta de naranja que es el cine de superhéroes, y que estaba empezando a hacer chup-chup. Ha venido a refrescar a la muy en entredicho asociación DC-Warner y le ha dado las claves a seguir para recuperar el terreno perdido. Pero al final hielo es y hielo se queda, y a la que se disuelva, seguiremos prefiriendo el sabor y las burbujitas que nos trae el género desde la casa rival, el binomio Marvel-Disney que sí sabe cómo hacer que repitamos con ganas recordando que, por encima de todo, el cine de superhéroes es y será siempre una fiesta de disfraces. Pero vaya, estamos ante un peliculón en cualquier caso, y a estas alturas, es decir mucho. Bravo, Reeves (pero why so serious? Sonríe, demonios).
Trailer de The Batman
The Batman: recuperando la dignidad perdida
Por qué ver The Batman
Excesiva e imperfecta, pero a su vez apabullante e incluso reivindicativa, The Batman propone un oscuro thriller detectivesco más cercano a Seven que a La liga de la justicia. Pulso firme, impecable en todos sus sentidos, sólo le ha faltado ser un poco más humana (y más corta)