Crítica de The Boy
Ya se sabe: cuando se quiere que los niños asusten, asustan. Esa carta la han jugado propios y extraños a lo largo de la historia del cine, por lo que para su debut en la dirección de largometrajes, este The Boy que nos ocupa, Craig William Macneill apuesta sobre seguro. Y explota hasta la última consecuencia la ambigüedad que precisamente causa ese pavor en el espectador: la infinita inocencia de un menor versus las salvajadas que puede llegar a hacer. No entra en nuestra cabeza, nos descoloca, y nos rompe por dentro. El actor que ha escogido para el rol principal, Jared Breeze, es un niño especialmente angelical: rubio, tez pálida, ojos azules, poquita cosa y atizado por la desgracia en forma de madre que no está, padre sumido en la depresión, y soledad absoluta. Pobre. Sin amigos ni modelos a seguir, se entretiene como puede en el motel de mala muerte en que vive, mientras espera la llegada de algún cliente. Y es ahí, en los entretenimientos sin supervisión del chico, donde encuentra el filón una película que se dedica a no mostrar pero tampoco dar pie a duda, que prima la tensión por lo que podría haber pasado antes que el efectismo de los acontecimientos.
Poquito a poquito, tanto Macneill como su co-guionista Clay McLeod Chapman, Breeze y el resto del reparto (David Morse, y ojo con Rainn Wilson), o el encargado de la banda sonora Volker Bertelmann, van enrareciendo el ambiente, generando un poso de aquellos que congelan a una platea cada vez más entregada. Cuenta con momentos de puro pavor, y lo dicho, siempre evitando caer en lo fácil, para que trabaje el espectador en otra dualidad que lo descolocará aún más: el querer ver hasta dónde puede llegar, y a la vez, deseando que no ocurra nada. Oh, claro, luego se tira todo el trabajo por la borda con un tercer acto en el que la propia película parece reconocer no haber entendido sus bazas. Y flaco favor que se hace a sí misma, pues de lo contrario, podríamos estar hablando de un grandísimo ejemplo, por inteligente y porque realmente acojona, de cine de terror sumamente realista y con mensaje. Queda claro el discurso crítico con el que The Boy pretende atizar a la sociedad. Es la total despreocupación del adulto la que puede engendrar auténticos monstruos.
El seguimiento de este criminal en potencia se da por vía de un film desprovisto de embellecimientos: presenta un marco polvoriento y mugriento, una estampa desoladora para un crío que se divierte tendiendo trampas a animales para que sean atropellados. Apenas hay clientes que se pasen por el motel de mala muerte que regenta su padre, postrado en el sofá consumiendo las horas embobado a la tele. La cámara recoge todos estos elementos con la voluntad de trasladar la sensación de agonía allende la pantalla (ayuda de sobremanera la fotografía de Noah Greenberg) con movimientos lentos y melosos, planos que parecen alargarse demasiado para cortar justo antes de la posible resolución dramática de los mismos, a golpe de música enervante. Todo muy estimulante, perfectamente hilado para crear una atmósfera enrarecida y apremiante. Lo dicho: hasta que toca resolver.
Cuando parece que ya no se puede estirar más del hilo con que nos mantiene en vilo, cuando ya todo se está precipitando (momento ideal para acabar la película… pero claro, quedaría metraje por rellenar), The Boy toma una decisión que chafa todos los planes, se convierte en otra película. Resultona, sí, pero ¿no habíamos quedado en que la gracia eran el subtexto y lo sutil? ¿Por qué tener que dárselo masticadito al espectador? Un tiro totalmente equivocado que le hace perder enteros a cada minuto que pasa, dándole la estocada definitiva con un epílogo de pañolada, si nos atenemos a las reglas que se había ido imponiendo el film hasta el momento. De este modo, la cosa queda en un divertimento a medias si se toma como cine de terror al uso, o como experimento de escasa tensión si se mantienen los baremos con los que se la iba valorando durante sus dos primeros tercios. De haber contado con una mayor definición de estilo, seguramente hubiese quedado redonda en uno u otro aspecto. Lástima.
Trailer de The Boy
Valoración de La Casa
En pocas palabras
En el cine de terror, ya se sabe, un niño asusta. Pero jugarlo todo a una carta se suele quedar pobre, que es lo que le ocurre a esta película correcta pero intrascendente.