Crítica de The East
Si tenemos que entender que la característica esencial del cine indie, más allá de tics visuales y adscripciones temáticas, es la constante e inconformista puesta en crisis de las formas, entonces lo mejor que se puede decir del director Zal Batmanglij es que fomenta con paso firme la evolución del, mal llamémoslo, género. Porque si bien sus dos películas empaquetadas hasta la fecha se pueden encuadrar en la tendencia más sundancera del cine autoral americano, también es cierto que, especialmente esta segunda, apunta hacia afuera a través de las ventanas de lo alternativo. Dicho de otra manera, pocos thrillers de espionaje han tenido cabida en las fantasías visionarias de las criaturas del nuevo cine indie americano en todo este tiempo; y poca o nula presencia ha tenido el tema del eco-terrorismo en los mismos parajes. Pero eso no significa que la cosa sea completamente nueva (al final, con manga ancha, ¿cuánta es la diferencia entre una película como esta y, por ejemplo, Los tres días del cóndor?), ya desde el propio historial del realizador. Al fin y al cabo las premisas de las que parte The East no son tan distintas de las de su debut, Sound of My Voice.
Aquí vuelve a haber un grupúsculo semiorganizado con esencia sectaria llamado «The East» y un líder carismático (Alexander Skarsgård), además de un protagonista que se infiltra para, en aquella, definir el concepto de verdad y, en esta, primero obtener beneficio material y, después, sí, definir el concepto de verdad. Aquí Brit Marling (también coguionista del invento) desplaza su personaje y encarna a un miembro de una agencia de seguridad que se infiltra en una banda de terroristas anti-corporativistas para destruirla desde sus propias entrañas. Lo que se va a encontrar ahí es una familia que se mueve con sus propias reglas, que orbita un sistema autosuficiente de afectos y que parece poner en constante cuarentena los criterios de moralidad a partir de la complicada articulación de los conceptos de justicia y venganza. Es decir, la reinvención de la sociedad, en un no-lugar prácticamente mágico (o no tanto: a mí me evoca el invernadero amish de Único testigo), para alcanzar un nuevo orden mundial. Dicho de otra manera, un jardín ético delicadísimo desde el punto de vista de enfoque narrativo, complicadísimo desde el punto de vista de posicionamiento moral.
Una opción factible para Batmanglij habría sido la explotación genérica. Aguzar su sentido del thriller y partir de las convenciones para transgredirlas sin olvidar las reglas básicas de tensión, tempo y estructura narrativa. Pero tampoco es exactamente eso The East. Es más bien un drama con implicaciones filosóficas, algo que requiere frialdad y lucidez expositiva y que luego debe desplegarse desde un terreno mucho más subjetivo y personal. Pues bien, el lío que parece tener el realizador al respecto es considerable. Porque si Sound of My Voice no terminaba de concretar algunas ideas de partida brillantes, The East sí lo hace, pero de manera no siempre sensata. Porque como historia humana adolece de rigor, lucidez crítica e ideas peligrosas y va sobrada de recursos emotivos fáciles. Mientras que como thriller está demasiado sujeto a los caprichos infundados del guión y termina cayendo en su tercer acto en una peligrosa vulgarización televisiva.
De este modo, sus miradas y reflexiones entorno a la amistad, la necesidad de pertenecer a una comunidad, la responsabilidad social, la función de los líderes autoerigidos quedan cojas, mal plasmadas -a años luz queda la espléndida Martha Marcy May Marlene– o enfocadas desde un tono inexplicable (la secuencia del juego de la botella es casi sonrojante). No digamos ya el papel de los grupos organizados de acción social directa y las implicaciones sociopolíticas de los popes de la ética ecologista: The East es una película inextricablemente ligada al mundo corporativista, carnívoro, deshumanizado, despiadado en que vivimos. Pero la radiografía que propone está borrosa, falta de auténtica lucidez. Y el tratamiento de uno de los temas centrales (la obsesión personal que termina por destruir a la propia persona), meramente esbozado.
No obstante, la cinta depara cosas buenas, algunas incluso bastante buenas. A pesar de su irregularidad, sus atmósferas sucias, a menudo ligadas al fantástico y su audacia escénica embrujan, atrapan y resultan en un contexto perfecto para desarrollar unos personajes a los que se les intuye una cierta profundidad. Con todo, sus relaciones de poder y afecto terminan deparando algún momento de auténtica tensión, dinamitado finalmente por lo endeble de las conclusiones argumentales, pero ocasionalmente bien construido y ejecutado. The East es, incoherencias y patilladas a parte, una película de buena factura, con una personalidad marcada y algún que otro destello de idea brillante. Frente al mojigatismo generalizado final, los pocos pero sólidos asideros a los que uno pueda agarrarse, ciertamente se agradecen.
6/10