Crítica de The Fall. El sueño de Alexandria

Ha sido la ganadora del premio a la mejor película del festival de Sitges, por delante incluso de la obra maestra Rec (que, eso sí, ha sido la gran ganadora en general del año). Su director, Tarsem Singh, se dio a conocer con La celda, pestiño inacabable de preciosa factura, además de haber rodado videoclips tan increíbles como Losing My Religion, de REM. Con The Fall. El sueño de Alexandria ha remediado sus errores, convenciendo con una historia emotiva y atractiva, que engancha y enamora, y de nuevo, de una belleza formal infinita.

La premisa es bien sencilla. Una niña se recupera en un hospital. Allí, conoce a un actor doble que, también ingresado y forzado a guardar cama, le cuenta una serie de historias de corte aventurero, que desatan la imaginación de la protagonista, y la hacen soñar despierta y dejar volar su mente hacia esos mágicos lugares de los que oye hablar…Al leer el resumen, resulta difícil no pensar en otras películas similares que desde siempre han ido apareciendo en las pantallas de cine, con más o menos fortuna. Las más recientes, Big Fish y El laberinto del fauno, son prácticamente lo mismo, pero por suerte, las dos palidecen (sobretodo la segunda) ante The Fall.

Y es que allá donde estas fallan, en el excesivo peso de la vertiente imaginaria (Big Fish), o realista (El Laberinto…), Tarsem logra un equilibrio más que notable, impidiendo que su película caiga en la superficialidad de las anteriores. Y más difícil todavía, pese a sus dos horas de duración, The Fall no cae nunca en el tedio, convirtiéndose en un entretenimiento de principio a fin. No quiero decir con esto que su ritmo sea endiablado, no se trata de una epic movie ni mucho menos. Pero sí administra las dosis de dramatismo y aventura con inteligencia, emocionando o divirtiendo cuando la situación lo requiere y evitando que el espectador eche alguna ojeada a su reloj.

Tarea ésta (la de bajar la mirada) sumamente complicada, pues la belleza de cada uno de sus planos, desde el más intimista al más apoteósico, es infinita. Tarsem dirige como si pintara cuadros, para él no puede haber nada que desentone en el lienzo. Bellísimas fotografías de imposibles paisajes se entremezclan así con los coloridos atuendos de los variopintos personajes, fundiéndose en una armonía casi perfecta, tremendamente adictiva.

Pero ante todo, The Fall es una increíble oda a la alegría de vivir. Una película mágica, bella a la vista y reconfortante en el alma, cuyo mensaje positivo es capaz de animarle a uno el día. No quiero decir mucho más porque creo que ya he desvelado bastante de su encanto, y se trata sin duda de una película de esas que merece la pena ir descubriendo durante su visionado. Baste con decir que hacen falta más como ésta en los cines. Y sí, lloré como un bebé, ¿qué pasa?