Crítica de The Four
Es repelente empezar una crítica con un refrán (el maldito refranero en su totalidad es repelente), pero nosotros vivimos al límite, así que ahí va: quien mucho abarca poco aprieta. Y bien le habría servido a Gordon Chan, director de The Four, aplicarse el cuento. Porque, atención, esta historia de guerreros chinos durante la dinastía Song no se contenta con los clásicos espadazos de swashbuckler imperial ni las patadas voladoras de hojarasca zen mecida por el monzón propias del género wu xia. Ni, ojo, tampoco se conforma con las intrigas políticas, que también las hay, de cuatro maquinadores con ansias de poder aportando un extra de suspense al asunto.
No, esto va más allá. Y quiere ser además una «historia china de fantasmas», así que a parte de lo citado incorpora a su discurso conceptual y formal un pronunciado toque fantastique que escora hacia las viejas historias de jiāng shī. Esto es, no-muertos (zombis, vale) regresados de la tumba y sometidos al control de un médium. Suma y sigue, que hay más: magia y superpoderes, gente con capacidades psíquicas telequinéticas, romance, transformaciones cuasilicantrópicas y tráfico de moneda falsa.
Esto es la salvajización del pastiche, la gloria del todo vale para montar un espectáculo que, a nivel visual, no queda rezagado: The Four amalgama estilos y texturas narrativas para conformar lo que pretende ser una superproducción épica de corte mastodóntico y sutileza inexistente -que, a juzgar por sus resultados crematísticos, ha triunfado en lo suyo: exitazo bestial en las taquillas chinas-. Y hay de todo y para todos: planificaciones y encuadres que apelan al drama humanista chino, coreografías de lucha inverosímiles en planos aberrantes, tics visuales de producción de serie B más pop que transparentemente nobles, una estética de fantasía steampunk, toques anime, efectos especiales que dan el pego, efectos especiales que horrorizan, una banda sonora anacrónica que aboga por la vocación postmoderna del producto… Una serie de elementos que, puestos uno tras otro pueden inducir al rechazo. Y que plasmados en una película, pues, sí, quedan considerablemente bien compactados, pero no pueden evitar caer en el saco de material de derribo. Esto es una operación de reciclado bestial que puede convencer a los adeptos al género, pero que no pasará de exótica curiosidad para los que pidan alguna lectura más profunda al cine-espectáculo.
Pero que se olvide uno de encontrar lirismo en estas imágenes: The Four es un empacho de recursos visuales forzados, casi kitsch (seguimos enumerando: acelerados horteras, zooms casposos, movimientos de cámara dudosos, exceso de pantalla verde) que conviven en una película a ratos genuinamente majestuosa, pero pensada principalmente para epatar a quien se enfrente a ella. Por eso, con todo, la cinta contiene momentos francamente emocionantes, alguna idea sinceramente impactante, y ostenta un diseño de producción notable, apoyado principalmente en una primorosa reconstrucción histórica que oscila entre lo fiel y la fantasía con claras influencias del ámbito de la leyenda china, siempre rico y exuberante.
Producto 100% oriental, The Four no conquistará irremediablemente a casi nadie, pero como decíamos puede llevarse a la cama a su target específico. Los demás se abrumarán con tantos elementos batiburrilados que, en el fondo, no construyen un discurso sólido, fuerte e independiente. Y puede que también sientan un cosquilleo de desconcierto al echarse a la cara uno de esos productos que cuesta descifrar si se toman muy en serio y terminan resultando terriblemente naïf o si por el contrario constituyen en sí mismos un gran juego autoconsciente, referencial y chistoso. Una de esas películas con las que nadie debería perder ni un momento de vista el concepto de diversión: ni sus responsables ni, desde luego, su potencial espectador.
Aun así, flojilla.
5/10