Crítica de The Guilty
Decía Alfred Hitchcock que la diferencia entre la sorpresa y el suspense estaba en la anticipación. Y ponía como ejemplo la colocación de una bomba bajo el asiento de un personaje. Si la bomba estalla de repente y sin conocimiento previo por parte del público se apela a la sorpresa. Si en cambio el espectador sabe de antemano de la colocación de esa bomba, es consciente de que puede estallar en cualquier momento y además conoce al personaje en cuestión y se mantiene expectante, entonces cabe hablar de suspense. De esto se deriva una simple conclusión: el suspense no se encuentra en acciones, ni en hechos, sino que radica en las expectativas, en lo que sabe o no el espectador. Y con ello juega The Guilty, una película que reduce el suspense a su mínima expresión en un movimiento arriesgado y formalmente comprometido.
Lo cual ya de por si es algo a celebrar. No todos los realizadores pueden estar dispuestos a dar un salto sin red como el que ejecuta el danés Gustav Möller, totalmente entregado a su guión y a un planteamiento expositivo radicalmente minimalista. Toda su película se construye alrededor de hechos tremebundos, pero el realizador decide no mostrar absolutamente nada, más que su protagonista, un agente de la policía encargado de la ayuda telefónica a posibles víctimas de agresiones y un par de personajes secundarios poco relevantes. Todo en un escenario único, la comisaría, y estructurado entorno a un diálogo intenso, bien construido y ocasionalmente eléctrico, el que mantiene vía telefónica el protagonista con sus interlocutores.
He ahí la gran virtud de este huis clos que conscientemente rechaza poner imágenes a todo lo que ocurre en gran parte de su trama. Sin renunciar en ningún momento a su condición de orgulloso thriller policíaco con sus persecuciones, investigaciones criminales y twists inesperados opta por escamotear todo ello de la diégesis y se centra en diseccionar a un personaje en una situación límite, sentado en su silla y encadenado al teléfono. Mientras Möller va pelando las capas de esa cebolla que es el protagonista (muy atinado Jakob Cedergren) construye la tragedia en off, permitiéndonos acceder a ella únicamente mediante el sonido, en un interesante ejercicio de suspense elíptico. Hay en The Guilty un poderoso uso de sonidos, voces y silencios; sin banda sonora que enfatice los picos dramáticos, ni conduzca la tragedia, ni subraye la tensión, el realizador sabe repercutir el peso de esos hechos no vistos en silencios de un peso asfixiante. Y en varios momentos termina centrando la tensión más en el personaje y en su baile en la cuerda floja de la negociación constante que en la propia trama, que no va precisamente falta de elementos tremebundos (secuestro, maltratos, locura).
Sin embargo acceder al suspense desde un tratamiento de fuera de campo es un acto valiente, pero también un posible gimmick formal que puede quedarse en truco superficial. Y así es. Möller no termina de saber cumplir la expectativa de sus propios planteamientos con un apartado visual a la altura. Y si debería replicar el misterio y la desazón de las escenas de las que nos priva en las que sí nos muestra, a la hora de la verdad la acción junto al protagonista está casi siempre falta de tensión, resulta mecánica, reiterativa, o simplemente anodina. No es un desastre, es simplemente correcta, cuando debería de ofrecer ideas excitantes basadas en lo mínimo de sus elementos de trabajo y cuando tendría que confiar también el peso emocional de la narración a las imágenes. Dicho de otro modo, es esta una película pulida, bien acabada, pero con poco lenguaje cinematográfico encerrado en sus planos.
The Guilty es una historia que orbita entorno a ideas interesantes, como las paradójicas deficiencias comunicativas de un mundo interconectado en el que podemos llegar casi a todas partes, pero en el que a pesar de ello seguimos impotentes e inoperantes ante la injusticia, la violencia y el abuso. O entorno a la obligación moral de escuchar, ayudar y estar al otro lado para quien lo necesite, una hipotética responsabilidad que en ocasiones termina transgrediendo la fina línea de la intromisión. Pero, en resumen, todo ello queda deslucido por lo mecánico de una narración que resulta tan agradable como olvidable. Competente pero emocionalmente capada por su propio enfoque formulario, The Guilty de entrada gustará a muchos pero a la larga impactará en casi nadie.
Trailer de The Guilty
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Interesante ejercicio de suspense telefónico cuyo impacto termina tristemente mermado por culpa de su indecisión formal y su rutinario planteamiento visual