Crítica de The Invitation
Tras Aeon Flux y Jennifer’s Body, la directora Karyn Kusama fue enviada a la nevera. Nada de cine para ella, si acaso algún capítulo para televisión y gracias (Halt and Catch Fire). Han tenido que pasar seis años para volver a ver su nombre en una gran pantalla, y como podía intuirse, ha sido en los títulos de crédito de una película ínfima y totalmente independiente. Un The Invitation que juega de lleno en la liga Coherence: un grupo de amigos de toda la vida se reúne por primera vez tras unos años en casa de una de ellos (Tammy Blanchard), que quiere presentar en sociedad a su flamante pareja (Michiel –Daario Naharis- Huisman). Acude el ex de ella y protagonista de la función, Logan Marshall-Green, que sirve de referencia para el espectador. Al igual que él, la platea empieza a sospechar de algunas cosas que van sucediendo a lo largo de la velada, que no están bien. Pero tampoco es que sea demasiado, ni que genere motivos de peso para poner el grito en el cielo. Toca agachar la cabeza, asentir y sonreír, y seguir observando, dudando tanto de los que rodean al protagonista como del propio personaje, quien podría estar abusando de su imaginación…
Todo ello ocurre, previo prólogo, en una casa. Y todo se limita a conversaciones, a miradas y situaciones dudosas captadas con el rabillo del ojo. Por lo tanto, son tres los factores principales a casar a la perfección: guion, interpretaciones, y dirección. Empezando por el último de ellos, Kusama hace gala de un savoir faire encomiable, demostrando entender a la perfección lo que cada secuencia del film requiere: oxigena cuando toca, enrarece los planos cuando el espectador tiene que ponerse a trabajar en sus sospechas, y los alarga más de lo deseado a la hora de profundizar en la tensión atmosférica, consiguiendo una propuesta trepidante pese a lo anticlimático de su premisa. Por supuesto, encuentra aliados de lujo en fotografía, iluminación (muy interesante como juega con los espacios y los actores), y demás aspectos técnicos fundamentales para su éxito.
Por su parte, el reparto está perfecto. Arrancando desde un ambiente de total distensión, sus miembros van cambiando paulatinamente sus interpretaciones conforme van saliendo a la luz los chispazos de oscuridad que buscan crear el estado de ánimo opresivo que, al fin y al cabo, es el causante de despertar las sospechas del espectador. El enrarecimiento arranca con un Marshall-Green apático de entrada, nota extrañamente discordante en un salón en el que todo lo demás son risas, en especial las de una Blanchard que dota a su alter ego de un exceso de optimismo, totalmente estudiado en su aparente sobreactuación. Y tanto el ¿encantador? Huisman como John Carroll Lynch (invitado inesperado) ofrecen ese punto extra de desconfianza que hace saltar las alarmas de manera definitiva.
¿Y el guion? Obra de Phil Hay y Matt Manfredi, queda quizá un poco a la zaga en relación al ejemplo que citábamos en el primer párrafo: de entrada juega las mismas cartas que el film-sensación del festival de Sitges 2013 (estrenado en España en febrero de este mismo año, por cierto), si bien aquél tuerza hacia la ciencia ficción y The Invitation apueste por llevar hasta la última consecuencia su condición de paranoia realista. En esta ocasión, el espectador tiene que averiguar si tienen o no fundamento sus miedos (y los del protagonista), en lugar de averiguar qué es lo que los genera. Puede que no sea nada. Es muy difícil hablar de ello sin desvelar nada, y el objetivo es dejaros con las mismas dudas que un servidor tuvo durante su visionado, por lo que tan sólo diré que quizá el problema resida en que en alguna que otra ocasión peque de insistencia, recurriendo a las mismas cartas a la hora de seguir jugando al juego de las ilusiones que se nos propone. El resultado es compacto, adictivo y en continuo ascenso, pero con algún fleco forzado que requiere de pequeños saltos de fe que Coherence no necesitaba.
Con todo, la misión está más que cumplida: Kusama se redime de sus bodrios anteriores con una película que no tiene absolutamente nada, y sin embargo se descubre como un tour de force de tensión altísima. Sorprendente, refrescante y más importante aún: consecuente, tiene la virtud de tomarse en serio a sí misma y al espectador. A éste le coge del cuello, se lo retuerce en sus minutos finales (quizá excesivos), y tan sólo le deja ir cuando se encienden las luces de la sala.
Trailer de The Invitation
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Una tensión en constante aumento marca las pautas de este pequeño thriller que empieza con una mera fiesta entre amigos y se va complicando hasta hacerse insoportable. En el mejor de los sentidos.