Crítica de The Rover
Lejos de intentar abigarrar sus planetamientos, o de recargar sus temáticas, o de recurrir a mayores despliegues formales, el director David Michôd ha optado por la parquedad para su retorno tras su aplaudido debut Animal Kingdom. El australiano ha hecho un ejercicio de poda que resulta a su manera admirable y que además supone una renovación de su propio su discurso en sólo dos películas: detectamos puntos en común con la anterior, además de una línea ética más o menos transversal, pero esto en propósitos genéricos y en propuestas visuales es muy distinto. Si allí nos ofrecía un claustrofóbico drama familiar, denso e impenetrable, aquí nos vuelve a hablar en cierto modo de la familia pero no como un grupo cerrado (estos parecen de todo menos unidos). Y si Animal Kingdom era asfixiante por cerrada, esta es opresiva en su desolación paisajística. The Rover es una especie de drama postapocalíptico (la película se abre con un rótulo que reza, opaco, «Australia, diez años después del colapso») sobre un tipo, Eric, que se recorre millas de polvorientas carreteras australianas montado en la ranchera de una panda de criminales chapuceros que a su vez le han robado a él el coche, objeto por lo visto más importante que la vida de cualquiera que pueda cruzársele. Excepto la de Rey, uno de los hermanos de la susodicha familia, un pobre idiota que acompañará a Eric en su camino.
Son evidentes las fuentes de las que bebe Michôd, que ha querido dar una respuesta más o menos autoral a las road movies postapocalípticas de los 70 y los 80. Lo que empieza como lo que podría ser una versión cerebral de Mad Max pronto se muestra deudora del clásico de culto australiano Despertar en el infierno… y de la misma manera tampoco tarda en situarse en un terreno muy Cormac McCarthy. Aquí abunda ese aire a existencialismo de fin del mundo en un panorama desolado que ha sido tomado por la violencia y en el que rige el signo de la supervivencia casi animal. La sociedad del bienestar ha sido reducida a sus cenizas por el hombre (literalmente: sólo una mujer aparece en la película y su personaje es el único que reconstruye en lugar de destruir) que ha optado por el individualismo o, como mucho, por la pervivencia del clan. The Rover es una película que no tiene la incomunicación como tema central pero que sí da vueltas entorno y está condicionada por ella: ante la violencia como única posibilidad de subsistencia, dice Michôd, el hombre termina obligado a blindarse, a garantizar su supervivencia moral persiguiendo sus propios objetivos pero no el bien común (al respecto, la conclusión/twist final deja pocas dudas). O eso, o a ser, directamente, un pobre retarded, caso de Rey, un Robert Pattinson que sigue sin ser un actor excepcional pero que aquí hace su mejor papel hasta la fecha.
El realizador plantea un viaje duro, seco y pedregoso. Unas vacaciones en un infierno poblado por tipos que tienen el alma llena de moscas y se toman la ley por su mano. Personajes que se pasean vacíos como muertos andantes de un tiempo en el que se han perdido las perspectivas, en que el valor de la vida ha quedado difuminado y todo el mundo lleva la muerte colgada de una cartuchera al cinto. Un mundo cerrado y asfixiante que es retratado por una fotografía de tonos fríos que convierten los desiertos en parajes desolados y hostiles y por una banda sonora inquietante. Michôd no inventa nada pero estiliza un poco más lo que ya conocemos. Se adhiere a las reglas, formales y de género, y cuando las rompe su película se despega de sus congéneres: quizá terminan siendo más sólidos y lúcidos los momentos en los que se rompen las reglas convencionales (el tiroteo en el motel o el clímax, inusualmente despojados de glamour) que aquellos otros en los que el realizador pretende hinchar su discurso con reflexiones un tanto huecas. The Rover es una buena película de género, un interesante ejemplo de road movie indie y un entretenimiento negro con una capacidad para remover al espectador superior al resto. Pero también una película subterráneamente discursiva y definitivamente falta de los matices necesarios para convertirse en la gran obra de pulp existencialista que tanto aspira a ser.
7/10
Mierda se me borró el comentario….nada, que coincido contigo Xavi. Que tenía ganas de ver el siguiente paso de David Michôd, y tras ver The Rover me deja buenas sensaciones para futuros proyectos.
Por cierto el final me chirría un poco.
Por cierto (bis), quién es el agente de Guy Pearce? XD
Saludos
JUAS, a mí también me gustaría conocerlo. Para decirle wtf?
El final… es muy discutible, cierto. ¿Era necesaria esa especie de giro? ¿Había que justificar el comportamiento de Eric? ¿Plantea posturas morales frente a la violencia y sus motivos y, en ese caso, el autor se pone de un lado u otro?
No digo que me guste o que me disguste, pero desde luego es delicado…
Abrazos!