Crítica de Thor: Love and Thunder
Lo veníamos avisando: ojo, que la película que llegase tras Doctor Strange 2 iba a pagar los platos rotos. Y le ha tocado a Thor: Love and Thunder. La cuarta entrega (!) de la saga del superhéroe de Asgard tenía que ser muy, muy buena para no caer en la desgracia. Y por «buena» me refiero a ingeniárselas de alguna manera para seguir innovando; para dar un paso más allá en la revolución de un género ya agotado y explotado hasta la saciedad.
De un tiempo a esta parte, la única manera que el cine de superhéroes ha encontrado para no caer en el olvido, ha sido disimular todo lo posible el clásico enfrentamiento entre un personaje que representa el bien y otro que es abanderado del mal. Principalmente, la clave ha estado en desdibujar a tales individuos: grandes conflictos internos a uno y otro lado del ring, escalas de grises para distinguir bien de mal, o directamente la eliminación del héroe y el antihéroe en pos de grupos o sentimientos… Bueno, esa ha sido una de las claves. La otra, claro, las piruetas argumentales con tramas que requieren de diez películas para desarrollarse o saltos entre multiversos. En este sentido, Thor: Love and Thunder no da la talla. Esta nueva aventura del dios del martillo presenta a las primeras de cambio a un nuevo maloso de turno, que se propone matar al bueno y, por tanto, el bueno deberá acabar con él antes (con ayuda, claro, pero secundaria). Significativo paso atrás que además se plantea con una estructura de lo más clásica y desfasada. No por nada, en más de una ocasión algún personaje de los que pululan por pantalla, se refiere a lo que está pasando ante nuestros ojos como «otra clásica aventura de Thor». Claro, así nos excusamos, pensaría el director y (co)guionista Taika Waititi, y colamos un tipo de producto que ya se creía extinguido en, al menos, el departamento de cine de Marvel Studios.
Estamos, pues, ante la primera película ¿voluntariamente? menor de Marvel en mucho tiempo (¿acaso desde el primer Ant-Man?). Ni el reparto más esplendoroso (se recupera Natalie Portman; se ficha nada menos que a Christian Bale para hacer de malo; se suceden cameos de aúpa) puede disimular la intrascendencia de lo que sus alter egos (a los que queremos infinito, ojo) nos están contando. Y claro, con estas, toca compensar. La acción de Thor: Love and Thunder se ubica en los marcos más flipantes para vista, mientras retumban en nuestros tímpanos los guitarreos de Guns ‘n’ Roses alternados con la banda sonora chanantísima de Michael Giacchino. Todo es fuegos artificiales de primer nivel en una producción impecable y de ritmo implacable: no paran de pasar cosas. Y es que ya sea de manera confesa o no, de propuestas menores el MCU está plagado, y no por ello se han disfrutado menos. El caso que nos ocupa no es la excepción, pues ciertas directrices comunes se respetan y aplican cual piloto automático.
Sin embargo, otra de las cartas que juega Waititi para compensar las carencias de su película es el humor, y no la juega bien. El guion está trufado de gags, tanto, que se pasa de frenada. El exceso de chascarrillos resta fuerza a los que funcionan genuinamente (que los hay) y agrava la falta de gracia de muchos de ellos (¿la mayoría?), que además entorpecen el correcto desarrollo de la trama, de sus pasajes más dramáticos, y de diálogos que se antojan forzados con tal de colar con calzador el enésimo chistecillo. Y este es el verdadero problema, el cambio de tendencia, la perturbación en la fuerza: por primera vez desde los inicios de la Fase 1, la balanza se descompensa. Hasta ahora, el humor acompañaba a la acción, y por eso los chistes funcionaban aunque Thanos estuviera diezmano a la humanidad; en Thor: Love and Thunder el humor se hace con el protagonismo, y la fórmula no funciona igual. Hasta el punto de ver venir el siguiente chiste, y el siguiente, y el siguiente… y desear que no ocurra. Pocas experiencias peores hay en el cine, que asistir a una película que se cree más graciosa de lo que en verdad es.
Queda pues un divertimento para los sentidos. Un blockbuster confeccionado con gusto y saber hacer. Una vuelta a personajes que nos gustan. Y seguramente una película que hará reír a los más pequeños. Pero también un paso en falso, una vuelta a los momentos más titubeantes de una franquicia, que a cada paso que da confirma un poquito más que el cine de superhéroes está agotando su mecha. Una propuesta entretenida, en fin, pero totalmente innecesaria.
Trailer de Thor: Love and Thunder
Thor: Love and Thunder: paso en falso
Por qué ver (o no) Thor: Love and Thunder
Nadie puede dudar, a estas alturas, de los mínimos de calidad del cine de Marvel. Una vez más, La casa de las ideas nos propone un entretenimiento de altura para pasar el verano. Sin embargo, Thor: Love and Thunder saca a relucir también todas las carencias del cine de superhéroes, convirtiéndose en una película muy menor, menos divertida de lo que se cree, y bastante intrascendente…
Después de Ragnarok, que me gustó bastante y entretuvo más, con esta no he podido ni llegar a la media hora. Me parece una parodia esperpéntica (lo que he visto) con esa narrativa de cuento infantil y chistes tan malos como predecibles; hasta la enésima entrega de Torrente, si podías con ella, tenía más gracia.
No sé si la acabaré de ver este Thor odio y truño (mi libre traducción), pero no me quitará el sueño no hacerlo.
Lo siento por ti que, a parte de tragártela, has tenido que hacer la crítica.
Saludos
me gusta tu título :D, yo la llamo Amor y Bombeta, porque no hace ningún ruido esta peli. Ya ves que le casco tres estrellitas porque en su conjunto pues, mira, un entretenimiento que ver con mi cocacola bien fresquita y tal, pero en muchos aspectos es muy, demasiado, nivel DC incluso, fallida.
No dudo de que la parte técnica esté a la altura y pudiendo soportar ese estilo narrativo llegue a gustar, pero a mí se me quitaron las ganas y se quedará en el limbo.