Crítica de Timadoras compulsivas (The Hustle)
Son preguntas, más que otra cosa, lo que le asaltan al espectador cuando sale de la proyección de Timadoras compulsivas. La primera: cómo es posible. Que una comedia con dos actrices con tablas y aparente buen rollo, haya salido tan mal, esto es. Rebel Wilson y Anne Hathaway, una en el papel que se sabe de memoria, la otra habiendo demostrado tablas de sobra incluyendo faceta cómica (Colossal). A poco que se hubieran inspirado, esto tenía que salir bien. Y a veces eso parece, se diría que hay hasta química entre ellas, lo que consigue que algún gag salga genuinamente gracioso. Pero en la práctica totalidad del tiempo, lo que ocurre es lo contrario: Hathaway está aquí sólo para pasear un vestuario inacabable, y Wilson se limita a un enésimo autoplagio, haciendo que su personaje sea totalmente indistinguible de cualquiera de los otros, esos que lleva haciendo en cada comedia comerciale en la que participa.
La segunda pregunta es por qué. Por qué se plantea siquiera hacer esta película, prácticamente idéntica a, no sé, Las seductoras, que ya en su día fue un bluf. Pues nada, marchando una nueva comedia de timadoras profesionales que se antoja desfasada desde su mera concepción. No hay nada nuevo, nada de, jeh, seductor en ella. Así que, otra: por qué la acaban haciendo dos actrices que deberían estar por encima de ella (en especial la oscarizada actriz de Los miserables). Bueno, al menos, esta es la respuesta a la siguiente pregunta: por qué se ha estrenado en cines una película digna de sobremesa.
Con tanta duda sobre la mesa, suerte: al final uno se olvida del rato que ha pasado en la sala. Y que se traduce en 90 minutos que pesan como 120, de un argumento de interés nulo y un par de actrices que muestran un 3% de sus respectivos encantos (siendo generosos). Pero claro, ese 3% es más que bienvenido: por más que sobreactúe y limite su interpretación a acentos innecesarios y caritas irritantes, Anne Hathaway sigue derrochando personalidad a cada fotograma. Y por más que la fórmula de Rebel Wilson esté más que agotada, y que su carrera empiece a pedir a gritos un ¿Podrás perdonarme algún día?, alguno de sus chistes funcionan. Cuando ambas actrices concadenan sus escasos minutos de atino, se sale del letargo y se desea con fuerza que Timadoras compulsivas por fin encuentre el tono, por fin salga de su encorsetada fórmula… algo. Pero son chispazos, y se esfuman tal y como han aparecido.
Dicho todo esto, tampoco hablamos de una película ofensivamente mala, dañina, nefasta. Ojalá, puesto que al menos, habría algo de chicha. No, The Hustle es la mediocridad personificada. Es una ameba del tamaño de un camión. Su guionista, Jac Schaeffer, copia y pega guiones ajenos. Su director, Chris Addison, parece que ni estaba sentado tras la cámara cuando se gestaba el producto. Y el espectador está tan poco motivado, recibe tan poco estímulo, que pasa más tiempo preocupado por no hacer demasiado ruido con sus palomitas o chocolatinas, que por atender a lo que ocurre en pantalla. Cuando nadie pedía esta película, cuando ni siquiera tendría que haber existido… ¿por qué? ¿Por qué hemos tenido que pasar por esto? ¿Cómo se nos devuelven los 90 minutos que se nos han robado sin darnos absolutamente nada, ni bueno ni malo?
Trailer de Timadoras compulsivas
Valoración de La Casa
En pocas palabras
La nulidad por bandera. Eso es una película que ni siquiera debería existir, y que supone una importante rebaja en el caché tanto de Rebel Wilson, como de una Anne Hathaway que debería evitar estas cosas.