Crítica de Tower. A Bright Day
Parece que hay una rama del cine polaco contemporáneo que de un tiempo a esta parte se dedica a meternos el mal rollo en el cuerpo. Lo hace desde relatos costumbristas, desde historias en las que aparentemente nada puede salir mal. A veces, el mal rollo es tirando a poco sutil (por ejemplo, Demon). Pero en otras ocasiones, se trata de una sensación latente que a duras penas aflora y se convierte en algún exabrupto visual, si es que llega a hacerlo. Por estos universos se nuevo el debut en largometrajes de Jagoda Szelc, este Tower. A Bright Day que ya anticipa algo raro desde su eslogan inicial: basada en hechos futuros.
Una familia vive los días previos a la comunión de una de las hijas reuniéndose en una casa. Están padre y madre, hijos, tías y tíos, y la abuela, afectada de una enfermedad que la obliga a quedarse postrada en su habitación y a puerta cerrada. Falta una persona, hermana de la madre, con quien se abre el film. Ya esconde un primer secreto, revelado al poco de llegar.
Pero aún peor, entre susurros se nos alerta de que su llegada va a ser movida. Aún no sabemos ni cómo ni por qué, pero algo hay. Arranca pues el seguimiento de este grupo protagónico durante un brevísimo periodo de tiempo, un suspiro que cabe en el hiato de su título: Tower. / metraje / A Bright Day. / Títulos de crédito/. Ese suspiro que puede cambiar nada y todo, que quizá tenga relación directa con la figura de la torre en el tarot, carta capaz de llegar a invertir directamente una situación hasta la llegada de la siguiente carta a la mesa.
Quizá el problema aquí se derive de cierto abuso de estas primeras, descaradas pinceladas del terror. Obligan al espectador a sugestionarse (como para no hacerlo: susurros, miradas perdidas, secuencias alargadas hasta lo incómodo, naturaleza salvaje), cuando luego, Szelc avanza con calma, flirteando con el tedio, por una trama que tiene poco o nada de relevante para el género. Y donde lo relevante para la elaboración del drama tampoco es que sea fácil distinguirlo. Como si no tuviera del todo claro si quiere virar hacia un lado u otro, en definitiva, quedando en cierta indecisión traducida en un metraje más bien irregular.
Con todo, Tower. A Bright Day acaba cuajando, y además se marca un triple sobre la bocina en forma de un final de aquellos que generan debate. Así pues, estamos ante una película que a veces mira a Von Trier, a veces a Lynch, y a veces a Mungiu. Esto le genera cierto estrabismo que le hace flaco favor, pero se acaba reponiendo y generando no poco mal rollo a quien haya tenido la paciencia de seguir hasta el final. No es excelente ni reinventa nada, pero se graba en la memoria. Ya es.
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Entre Von Trier y Lynch transcurre esta pesadilla rural en la que no es tanto lo que ocurre, que es poco o nada, si no lo que se destila de sus imáganes. Cómoda no es, desde luego.