Crítica de Train to Busan
Parece como si el sector crítico aún estuviera descubriendo, con algo que parece tener más de sorpresa que de placer, las bondades del cine surcoreano de género. A estas alturas. Cuando Park Chan-wook, Bong Joon-ho, Na Hong-jin o Kim Jee-woon ya forman parte del menú habitual del cinéfilo de a pie. Porque en fin, serán percepciones mías, pero es que no deja de resultarme curiosa la explosiva recepción de una película como Train to Busan, que quizá nos llega un tanto hinchada desde festivales (por otro lado tan amigos del cine de género coreano) como Cannes. Y claro que es feo, por mi parte, empezar una reseña así. Y también es feo ponerse a comparar. Pero las cosas como son: estamos ante una película notable, pero puestos a quedarnos con otro título surcoreano para 2016, la película de Yeon Sang-ho está lejos de la sofisticación narrativa y formal del último Park Chan-wook, The Handmaiden. ¿Que no busca su hondura emocional ni su sentido perverso del romanticismo? Claro. En ese caso midámosla con otro título con cuyo ADN comparte más genes: Train to Busan anda lejos, en contundencia y estilo, de Snowpiercer.
Bien. Esto es empezar una crítica en negativo. No es mi intención amargarle el membrillo a nadie. Insisto en que Train to Busan es una buena película. Tanto es así que probablemente se sitúe por encima del 90% de películas sobre infectados que nos van llegando con cierta regularidad.
Justo ahí es donde se encuadra la cosa. En el subgénero infectados. A saber: (no)zombies sedientos de sangre, irracionales máquinas de dentellar el pedazo de carne que se les cruce en el camino. Animales hidrofóbicos que corren, se amontonan y tratan de destrozar cualquier objeto que se interponga entre ellos y su merienda andante. No es nada nuevo -¿tomamos 28 días después como paradigma?- pero está muy bien gestionado. Yeon Sang-ho construye una película-espectáculo cuyo ritmo imparable apenas da tregua. Y cuando la da, aprovecha y coge desprevenido al espectador. La estrategia es tensar al máximo el binomio acción/emoción. Ofrecer chicha terrorífica, pero no renunciar al desarrollo de una trama que, además, tiene posibles lecturas sociales: una plaga se extiende por el mundo a un velocidad vertiginosa y los supervivientes se ven obligados a hacinarse en un tren que va rumbo a Busan, hipotético Paraíso donde aún no ha llegado la enfermedad.
Los ingredientes, pues, quedan claros: acción a raudales, suspense que juega con las limitaciones de los espacios y un par de subtramas emotivas que eclosionan en sendos clímax intensos. Train to Busan es electrizante, está narrada con un tempo salvaje y tiene vocación de entretenimiento puro que no sacrifica el neuronamen del espectador. Además, a nivel de puesta en escena, tiene un par de ideas realmente cojonudas. Especialmente las relacionadas con un pelotón de infectados que parece tomar prestado el comportamiento de las masas de Guerra mundial Z para darle un uso escénico de verdad interesante.
Pero vuelvo a lo que indicaba en un principio, y esta vez prometo abstraerme de ideas preconcebidas y juicios condicionados por mi propia expectativa. A pesar de todo lo dicho a la película le falta atmósfera, estilo visual, personajes más complejos y un par de giros locos. Sólo de esa manera podría haber revitalizado el género no de cara al momento presente, sino con vistas a un futuro. Dicho de otro modo, Train to Busan es una película estupenda hoy, pero no cambiará el curso del género ni lo va a desviar un solo milímetro.
Trailer de Train to Busan
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Un divertimento más que logrado, qué duda cabe. Pero con cero potencial para perdurar habida cuenta de su falta total de riesgo y/o innovación.