Crítica de Trash. Ladrones de esperanza

Ya pasa. Una película tiene un éxito inesperado, otra, unos años después lo confirma (provocando que la primera obtenga aún más flores) y se crea tendencia. Por eso está la ciencia ficción de distopías postapocalípticas de moda desde The Road (La carretera), o por eso existe la película que nos ocupa: Trash. Ladrones de esperanza. Hete aquí el recorrido para su existencia: en 2002 se estrena Ciudad de Dios, y le acompaña un culto del que se aprovecha en 2008 Danny Boyle para Slumdog Millionaire, película que a su vez genera más fanáticos de la seminal película de Meirelles. Confirmada la fórmula, toca ver quién la explota primero, y en estas aparece un Stephen Daldry, cineasta que no sólo ostenta el dudoso honor de estar en el top de los más sobrevalorados del momento, sino que necesita recuperar ese aura de Gran Director (issss) después de haberla pifiado demasiado con Tan fuerte, tan cerca, que no coló ni con sus nominaciones. Así que al carro que se sube, con una nueva aventura de acción totalmente peliculera ambientada, eso sí, en un mundo de pobreza, para más o menos repetir moralejas y estrategias de las dos cintas anteriores. Hasta se parecen entre ellas, tanto como para confundirlas.

Ni que decir tiene que este género gana enseguida adeptos. Y desde su perspectiva, disfrutarán con un thriller en constante movimiento: va sobre una billetera que se encuentra un grupo de niños en un basurero, y de cómo tratan de huir a partir de ese momento de unos perseguidores que parecen querer algo de su interior como agua de mayo. Disfrutarán porque la fórmula es la misma que ya había funcionado antes: montaje espitoso, personajes jóvenes, entramado de engranajes sumamente sencillos, fotografía saturada y alteración de la velocidad de obturación de la cámara como para darle más espectacularidad a una carrerita entre favelas. Claro que con un barrido integral de la estrategia, se exportan también las mismas sensaciones por las que los detractores ponen su grito en el cielo. Amén de todo lo que acabamos de exponer (irritante de por sí según el prisma), Trash. Ladrones de esperanza vuelve a asemejarse en demasía al viaje que un turista del primer mundo podría hacer a alguna otra parte del globo, aún en vías de desarrollo: llega, le echa cuatro fotos a alguna situación, mirada, o rostro algo aprensivos, y si te he visto no me acuerdo. Efectismo barato para creerse con la conciencia tranquila y a otra cosa. Mucho, demasiado de ello hay en una cinta que tarda poco en descubrirse superficial y populista.

Quizá la diferencia entre la que nos ocupa y las dos citadas al principio de este texto, referentes inmediatos y naturales para ella, resida en que esta vez se note demasiado la jugada. Los dudosos objetivos de Daldry cantan desde el principio y condicionan un espectáculo vistoso, si se quiere, pero poco (o nada) más. Asombra su total carencia de ideas en pos de la repetición de la fórmula a pie juntillas, tanto en lo visual, como en lo argumental y lo moral. Por ello, nada tiene que aportar, nada que decir; se limita a contar una aventurita de lo más intrascendente, pretendiendo moralizar de cualquier manera, pero sobre todo, buscando la beatificación de un cineasta a quien empiezan a acabársele el crédito que obtuvo por Billy Elliot en su día. Trash, como Slumdog Millionaire, es un engaño, un aprovechamiento vil para convertir en espectáculo para el público mayoritario, una situación real y preocupante. Sólo que Boyle lo disimulaba un poquito más.

4,5/10

Y en el Blu-Ray…
Totalmente carente de extras aterriza a nuestras tiendas la versión doméstica de la película, tanto en DVD como en Blu.Ray. Afortunadamente, tan inexplicable ausencia se ve compensada por una calidad audiovisual de aúpa: una imagen respetuosa con los colores originales, y a la que no le tiembla el pulso ante la cantidad de detalles que puedan pulular por pantalla, y un master 5.1 DTS-HD para su versión original portuguesa que nada tiene que envidiar a ediciones superiores.

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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