Crítica de Trote
De salto en salto, aunque más al paso que al trote (paso lento, además), Xacio Baño nos mete en medio de una familia humilde que acaba de pasar por un trauma. Nada sabemos de entrada, tardaremos poco en averiguarlo, y nada veremos de él. En absoluto interesada por el morbo, Trote pretende indagar más bien sobre el proceso de superación por el que se debe pasar sí o sí cuando, ay, la muerte asoma. Las pocas piezas que quedan por unir para que reconstruyamos el asunto y empaticemos con los protagonistas, van encajando al tiempo que ennegrecen un poquito más nuestra alma. Joder, qué difícil es mantener la compostura y qué necesario es para ir pasando página, ¿no?
No interesa demasiado la linealidad argumental, porque todos hemos pasado por ahí y todos sabemos cuáles son las diversas fases de la pérdida. Por ello, como decía, Baño va saltando de situación en situación, componiendo un marco tan fragmentado como puntilloso: Trote es más bien un costumbrista compendio de fotografías en las que nadie sonríe (hay una escena que habla de ello, justamente). De fotografías de factura tan impecable como gélida, ojo: no, no se nos va a permitir sonreír demasiado precisamente. Pero es, a su vez, un notable retrato de la tragedia más mundanal, básica, y a la vez inabarcable.
Una lástima que en el cómputo global pese más su aletargado ritmo; que su drama no acabe de calar quizá debido a la fractura entre secuencia y secuencia, que además opta deliberadamente por ocultar información al espectador de manera, cuanto menos, cuestionable. Así, hay escenas que pueden llegar a helar la sangre, pero están algo perdidas en un montaje que tampoco las deja respirar, pasando de puntillas por el dolor que contienen (y que pide a gritos salir: atención a esas escenas en el interior de un coche, entre baile y baile de fiesta mayor). Y sin tocar hondo, claro, tampoco levantamos demasiado el vuelo cuando es hora de alzar un poco la mirada, cuando toca sonreír de nuevo.
Pero de todo ello parece plenamente consciente la película, que sigue denegándonos el alivio en unas escenas finales, las más potentes sin duda, que flirtean con el maltrato animal (se supone, ojo, que no es tal). Un fin de fiesta agridulce, como agridulce es la superación de una pérdida cercana en la vida real. ¿Son esas las intenciones de Baño pues? Puede, pero quizá se haya pasado un poco de frenada con la austeridad emocional.
Trailer de Trote
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Una pequeña película contenida y austera, que indaga en un drama de aúpa sin recrearse… pero sin acabar de conseguir que el espectador lo perciba en su totalidad.