Crítica de Tú y yo (Io e te)
Feliz coincidencia en el país de la bota: el año pasado coincidían en los Davide di Donatello (los Goya italianos) dos históricos del cine: Tornatore, con La mejor oferta, se llevaba la mitad de los premios a los que optaba, dejando en un muy discutible segundo puesto a Bertolucci, quien regresaba a los cines tras casi una década de silencio desde Soñadores. Y feliz coincidencia la que tiene lugar ahora en nuestras pantallas, donde coinciden ambas propuestas estrenadas con apenas un par de semanas de distancia. Claro que hablar de regreso con Tú y yo es algo peligroso, pues si bien reincida en varios de los leitmotiv de la filmografía del italiano, del segundo esto es, si a uno no le sonara de nada su nombre bien podría creer que asiste al prometedor debut de un cineasta joven y con ganas de dejar huella. Lo cual no deja de ser gracioso, había cuenta de que el de El conformista se va aproximando a los 80. Casi mejor dejarlo en renacimiento…
Cierto es que la propuesta tiene mucho de iniciático en varios aspectos. Su argumento se limita a la íntima relación entre dos jóvenes que se encuentran de casualidad en el sótano de un bloque de pisos. Él, catorce años, acude al lugar persiguiendo ese sueño de independencia prematura que todos hemos tenido alguna vez, y que en su caso se ve acrecentado por las dificultades socio-emocionales que tiene y que le complican la comunicación con su madre y sus compañeros del cole. Y ella, mayor que él y, por cierto, hermanastra por parte de padre, acude para huir de sus fantasmas. Dos personas necesitadas que a partir de un fortuito encuentro comienzan su evolución personal, su combate interno. Argumento sencillo donde la sutileza emocional y el desarrollo de personajes importan más que los acontecimientos, ideal para esas películas pequeñas tipo ópera prima, y que sin embargo deja ya entrever la presencia de varias de las filias de Bertolucci, vistas desde en El último tango en París o incluso El último emperador (salvando las distancias), al ya citado trío pretencioso-sexual de Eva Green, Michael Pitt y Louis Garrel. (Pero ojo, que son familia y encima romanos. Que nadie espere un nuevo tango)
Incomunicación, soledad, retrato generacional, estudio de las relaciones intra e interpersonales son claves de esta pequeña historia que empieza a lo costumbrista, siguiendo la rutina de un joven candidato a Holden Caulfield que escucha el Boys Don’t Cry de The Cure por las calles de Roma, pero no tarda en virar hacia un terreno distinto, extraño, casi onírico. En un refugio al margen de todo, surrealista, donde no se permite la entrada de los males del mundo real exterior, se acaba convirtiendo el sótano en que sucede la acción. Y por ahí, en ese mundo que es hermético, exclusivo de los dos, es por donde se respira seguridad y naturalidad a partes iguales. Con una cámara que los sigue muy de cerca, sintiéndose igualmente segura a diferencia de sus pocas salidas al exterior, donde se muestra temblorosa, se asoma a las esquinas para comprobar que nadie los siga, que nadie viole el espacio único de la pareja. Retrata un mundo ajeno y hostil, en definitiva, como lo es para el chico cuando debe salir (en puntuales ocasiones).
Dentro, la vida de estos inesperados Romeo y Julieta progresa y mejora, una con el apoyo de la otra. Y su historia conjunta cala no sólo por la labor de Bertolucci tras la cámara, sino por dos intérpretes creíbles, entregados. Más ella, Tea Falco, que él, Jacopo Olmo Antinori (de muy extraño parecido al Malcolm McDowell de La naranja mecánica, por cierto). Sutileza y buena progresión emocional que sin embargo echa en falta alguna dosis más de drama realmente intenso, a no confundir con dramatismo, que las con lo que flirtea el guion. Y es que aparte de una contención sentimental en pos de la credibilidad cotidiana que peca de exceso, aquí y allá aparecen ciertos borrones en forma de lugares comunes demasiado previsibles, casi anacrónicos; y de una acumulación de complicaciones en la vida de ella que tampoco era necesaria (¡parece que las tenga todas!).
Pero que esos borrones no empañen demasiado los muchos pros de la nueva propuesta de Bertolucci, que Tú y yo tiene argumentos de sobra para constituirse igualmente como una propuesta sólida, profunda y bien hilvanada, con las ideas bien claras de lo que se quiere decir a través de ella, y esa tan agradecida sensación de asistir a una historia íntima, casi privada, tratada desde el tacto, el buen gusto y la humildad. Y bueno, es imperfecta, sí, pero ¿no estamos hablando de pseudo-debut?
7/10