Crítica de Tumba abierta (Shallow Grave)
Una voz en off entre lo poético y lo callejero. Planos subjetivos de las calles de una ciudad escocesa. Acelerados. Y con música discotequera. Ewan Mcgregor. Estas son las primeras escenas de una de las carreras más prolíficas del cine de las islas británicas reciente. Piedras angulares que siguen a la vista (algunas más que otras) años después, en algunos de los mayores pelotazos recientes de la industria de las islas. Pelotazos como Trainspotting, poco menos que mito generacional que no tardó en hacerle sobra a la novela (no menos relevante) de Irvin Welsh. Y como Slumdog Millionaire, que si bien juega en una liga totalmente diferente, sigue dejando entrever esos pilares tan básicos para el director. Hablamos de Danny Boyle, por supuesto, y de su debut en la dirección de largos, al que podemos tener acceso gracias a la edición que distribuye por estos lares Cameo. Con Tumba abierta empezaba el de Manchester su andadura por el mundillo tras una temporada curtiéndose en tv-movies, y lo hacía como todo buen pupilo aventajado: tomando inspiración, homenajeando a los grandes profesores, y a su vez buscando una firma con identidad, intentando dejar su huella. Y vaya si lo hizo.
Lo que empieza casi como una comedia de situación, tres excéntricos compañeros de piso realizando castings para elegir a un cuarto inquilino (por cierto, noventeramente perfectos los jovencísimos McGregor, Kerry Fox y Christopher Eccleston), no tarda en torcerse hacia el thriller cuando el elegido final aparece muerto en su cama, dejando una maleta cargada de dinero a disposición del trío. El ambiente se enrarece a velocidad de crucero, la hermética amistad que une a los protagonistas no tarda en quebrarse y del idilio, irremediablemente, se pasa a la pesadilla. Tensión, desconfianza y malestar que se traducen en situaciones cada vez más incómodas, alianzas de uno con el otro y luego con la otra y cambio. Eso que al público de hoy en día, cultura del Gran Hermano mediante, nos encanta. Nos encanta siempre y cuando se tienda al exceso, al más difícil todavía, al rizo del rizo final. Y eso es lo que busca Tumba abierta, por lo que va forzando la situación constantemente, viendo los límites de la cordura y tensándolos hasta el punto de ruptura, pero sin salirse de madre, sin convertirse en una sucesión de situaciones granguiñolescas sin más.
Para ello, lo decíamos, Boyle y su guionista (un John Hodge que repetiría con el director en diversas ocasiones hasta el libreto de La playa: desde entonces no volvieron a coincidir hasta ahora, que preparan Trance juntos) toma inspiración de los mejores profesores. De la comedia inicial se pasa rápidamente a una película puramente hitchconiana por su macguffin, sus protagonistas dudando de todo y de todos, y el acotamiento de la acción, que apenas rebasa las cuatro paredes del apartamento. Pasa aquello que ocurre, por ejemplo, con La soga: de una situación curiosa y de aparente camino hacia el seguimiento distendido y poco más, se acaba llegando a un angustioso punto de no retorno en que el espectador se descubre a sí mismo sufriendo ante un final que se prevé más bien exento de color. Pero no es Hitchcock el único referente en el que se basa Boyle. Pese a la negrura anímica que acaba adueñándose del ambiente, Tumba abierta no pierde nunca su espíritu cómico, aunque sea mediante un negrísimo humor que se acerca, y no poco, a los Coen de Sangre fácil.
Ahora bien, de todo ello, el director consigue delinear los primeros indicios de su personalidad, combinando pasajes muy vistosos con otros de total austeridad, haciendo del apartamento en que sucede todo un ser inabarcable, a veces cálido y acogedor, a veces misterioso y amenazante, y en definitiva, saca a relucir un estilo muy suyo, que acabaría de explotar en Trainspotting (y del que después abusaría en Sunshine, Slumdog Millionaire y 127 Horas). Aún estamos lejos de sus barrocas obsesiones (audio)visuales, y en realidad se agradece, pues sale ganando esta película a la que sólo le faltó ser tan definitiva como la adaptación del relato de Welsh para resultar igual o más trascendente para el devenir del cineasta. Lógico, aquí se buscaban otros objetivos, sus horizontes son más limitados; pero con todo, quizás ello convierta a Tumba abierta en una película aún más disfrutable. Un divertimento que cala más hondo de lo esperado, con personajes acertados, giros imprevisibles, y una promesa en ciernes moviendo los hilos. Poco más se puede pedir.
7,5/10
Y en el DVD…
Cameo edita Tumba abierta tanto en DVD como en Blu-Ray, incluyendo en ambos casos los mismos extras. Antes de pasar a ellos, aclarar que a nosotros se nos ha permitido catar el primer formato, que goza de un buen nivel visual y un audio depurado, especialmente logrado en versión original.
- Documental Digging your own grave (Cavando su propia tumba): Lo más interesante del DVD: Kevin MacDonald, director de El último rey de Escocia, La sombra del poder y La legión del águila, iba a producir la película que nos ocupa junto a su hermano Andrew MacDonlad, pero fue echado del proyecto poco antes de que empezara, cuando ya había encontrado la financiación necesaria. En vez de demandas o sabotajes del plató, decidió «vengarse» rodando este documental de media hora sobre el rodaje de la película. Incluye rostros muy conocidos, declaraciones y escenas de rodaje varias, pero por la forma en que fue concebido, se antoja mucho más entretenido de lo que podría imaginarse, y hasta emocionante.
- Cortometraje El llanto: Saúl Gallego es el director de este corto de 23 minutos, de espíritu apesadumbrado y con sorpresas menos inesperadas de lo ue hubiese querido. Olvidable, la verdad…
- La edición se completa con los sospechosos habituales: Ficha técnica,artística, trailer de la película y de otros títulos recomendados.