Crítica de El último exorcismo – Parte II (The Last Exorcism – Part II)
Un par de pistas, para el más dado a los acertijos. Una de las empresas encargadas de la distribución de esta película es la CBS Films, parida en el mismo seno que la cadena de televisión de idénticas siglas. Y la película empieza con un anteriormente, en El último exorcismo… al que sólo le falta, precisamente, la voz en off avisando de ello. No hace falta ser un Sherlock Holmes para notar el tufillo a tv-movie que desprende esta innecesaria, innecesarísima El último exorcismo 2 cuya existencia, ya de entrada, carece de sentido habida cuenta de su título (si éste es el último exorcismo, ¿el anterior en qué queda?). Una curiosidad, ésta del nombre, pero que a lo tonto aclara a la perfección a lo que va la propuesta: a ganar dinero, a estirar un chicle sin importar nada ni nadie, por mucho que ello implique poner en entredicho no sólo su propia calidad, sino a la primera entrega de esta inesperada saga. Porque ¿qué más da? Si hay dinero de por medio, el respeto está de más. Y ya puestos en materia, resulta que es tan mala (sí, lo digo así, de entrada y sin contemplaciones) que incluso le falta el respeto al espectador. Claro, que se trata del espectador que ya haya desembolsado su dinero en la entrada de cine, así que el objetivo ya se ha logrado. ¿Qué más da?
En verdad, ya se ha explicado todo lo que el lector necesita saber de una cinta como ésta. Cuando todos y cada uno de los (ya de por sí limitados) esfuerzos se limitan a amasar dinero, ya puede uno imaginar los resultados de tamaña obra de arte. Así que lo que sigue vale más que nada a modo de desahogo para un servidor, que ha tenido que tragarse noventa minutos de un metraje del que se puede salvar, a lo sumo, uno: el primero, post previously. Sólo ahí El último exorcismo 2 tiene algo que valga la pena, como es la culminación visualmente perturbadora de un intento de escena de terror apartada.
Todo lo demás, los 89 minutos restantes, se limitan a contar sin gracia ni personalidad alguna la historia de una chica algo tocada del ala que pasó por un exorcismo y que ahora que la internan en un lugar tipo versión light de Inocencia interrumpida, podría estar sufriendo otra intentona del diablo por meterse en su cuerpo. Podría. Y es que durante su primera hora, el director y co-guionista Ed Gass-Donnelly pretende jugar con la doble posibilidad de posesión versus problemas mentales, mediante situaciones que deberían invitar a dar por válidas ambas opciones y restando cualquier cosa parecida al susto (salvo los habituales: el primero en el minuto 1, el segundo en el 30, el tercero en el 40… toda película de terror hecha con el piloto automático cuenta la posibilidad de ser cronometrada sin margen de error) en pos de la creación de una atmósfera extraña, enrarecida. Sólo que no lo consigue.
Y no lo consigue por su absoluta falta de originalidad. Vaya donde vaya, la cinta se acaba topando con un recurso visto con anterioridad demasiadas ocasiones, tanto a nivel argumental como audiovisual, y presentado para mayor inri con suma torpeza. En otras palabras, todo el bagaje de la cinta se limita a un par (literalmente) de subidones del audio coincidiendo con una sombra al cruzar por delante de la cámara; a gente (enmascarada a veces) que se queda mirando fijamente a la protagonista en un plano fijo y anodino; a alguna presencia de personajes que se creían desaparecidos; y a ensoñaciones pretendidamente desasosegantes por aquí y por allá. Todo muy hortera y hecho directamente mal, con la impersonalidad por bandera y poniendo en evidencia un proceso de montaje demencial que en ocasiones llega incluso a cortar una secuencia, banda sonora incluida, a medias. Digno de un mal capítulo de una serie televisiva cuya cancelación ya se ha hecho oficial, por poner un ejemplo.
Pero es que ya de entrada, todo en ello se antojaba fallido, en su apuesta por la vulgaridad y la prontitud, por el ahorro y el piloto automático. Hay otra prueba, la tercera ya, para disparar las alarmas nada más empezar: acabado el previously, la película erradica de un suspiro el único elemento que diferenciaba a la original (muy mediocre de por sí, dicho sea de paso) de cualquier otro exorcismo cinematográfico. Se carga el found-footage, y lo hace empleando el mismo, idéntico, calcado recurso del que se sirviera Paco Plaza en Rec 3: Génesis. O sea, que mediante un plagio (aquí no somos muy de creer en las coincidencias), se borra todo atisbo de personalidad. Bien hecho, sí señor.
No sé, si hay que salvar algo de semejante desaguisado (para quedar bien más que nada) se puede reivindicar la actuación de Ashley Bell, su protagonista. O que en realidad, la idea de darle más importancia a la historia de la reinserción social por encima de la mera pesadilla de posesiones de turno no pintaba del todo mal sobre el papel. Rescátese, si se quiere, algún plano, un destello moderadamente más bien parado que la media. En fin, que no se diga que no lo hemos intentado, ¿no?
Pero haciendo uso de su lema, ¿qué más da? El último exorcismo 2 es un subproducto hecho a jirones mal cosidos entre sí, deprisa y corriendo con la sola intención de atracar al espectador. Un peñazo carente de terror, de empatía o de evolución emocional, que si sirve de algo es sólo para hacer aún peor a su cuestionable primera parte. Un insulto que, además, se guarda la mayor increpación para el final, con uno de los exorcismos más insulsos y aburridos de la historia del cine que convierte todo lo visto antes en una suerte de introducción, seguida de la promesa de tercera parte que por favor, por favor pedimos que jamás llegue a nuestras retinas. Huid como alma que lleva el diablo; si se hunde en taquilla, después de todo, ¿qué más da?
2/10