Crítica de El último show (HBO)
En medio del boom que están viviendo producciones españolas estrenadas en plataformas digitales, se estrena en HBO una apuesta que, si bien infinitamente más modesta que casas de papeles, se antoja a su manera mucho más arriesgada. Porque, sí, detrás de El último show está Alex Rodrigo (cuyo nombre está relacionado a todo pelotazo español reciente). Pero se trata de un proyecto mucho más terrenal (y personal) que Vis a vis o el ya mentado megahit de Netflix; una producción de Aragón TV pequeñita y con denominación de origen: esta serie de ocho episodios se centra en la figura de Marianico el corto, que sonará a muchos, pero dejará con cara de circunstancias a todo consumidor de VOD de las nuevas generaciones. Guantazo en la cara a las principales audiencias de estas plataformas, en definitiva, y de ahí su riesgo. Si bien, al margen de lo concreto de su personaje, la serie trate temas universales.
De lo que se trata aquí es de desmitificar, desnudar, desencasillar. Jugando la carta de la mezcla de biopic y ficción, El último show presenta a una, ejem, celebridad, harta de sí misma. Harto está Miguel Ángel Tirado de su alter ego, como lo estaba Santiago Segura de su Torrente, por ejemplo. Pero parece que Marianico el corto tiene tan lejos diluirse en pos de su intérprete, como lo tenía el brazo tonto de la ley de su creador. Ya en el ocaso de su carrera, Miguel Ángel Tirado quiere dar el último empujón por su sueño: dirigir una película inspirada en el surrealismo de Buñuel, su gran ídolo. Y dignificar así una estrella que, a su juicio, es más ridícula que otra cosa.
Este proceso disociativo implica poner cierto orden a su vida: exmarido aún enamorado de su mujer (Luisa Gavasa, la mejor interpretación de la serie), abuelo de una nieta a la que el pavo le sienta regulín, amigo de un productor que aún quiere explotar a su gallina de huevos dorados porque no ve que están ya podridos. De manera que rápidamente, El último show divide su atención: la carrera profesional por un lado, la humana por el otro. Ya no importa su pintoresco rol para el No te rías que es peor. Esto va de un hombre que afronta la recta final como buenamente puede. Un ocaso vital del que aún le quedan lecciones por aprender (entre ellas, aceptarse a sí mismo).
El problema es que tales lecciones se asocian a subtramas de interés desigual por su carencia total de originalidad, así como de grandes conflictos que resolver (se plantean, pero se desarrollan de pasada por su condición de (tragi)comedia ligera, es de suponer). Lo cual choca de frente contra el mayor interés para el espectador, esa suerte de falso biopic del que no se sabe a ciencia cierta mucho nada. ¿Le gusta realmente a Marianico Luis Buñuel? ¿Se ha sentido realmente explotado en su carrera? Esas preguntas, son las que atraen de verdad, y no el saber si a su nieta le irá mejor en el cole, o si su manager conseguirá estabilidad financiera. Y nadie parece darse cuenta de ello.
De manera que El último show va a dos velocidades. Cada capítulo (¡de factura impecable por cierto!) derrocha humanidad y entrañabilidad. Nos descubre a un personaje del que nos encariñamos al instante, como el Jorge Sanz de Qué fue de Jorge Sanz, el Matt LeBlanc de Episodes) o el Warwick Davis de Life’s too Short. Y queremos saber más de él y de su lucha por alcanzar el sueño que siempre habíamos creído que ya estaba viviendo. Además, del lado de la comididad, serie parece apostar por un humor cuñado/trasnochado, con infinidad de gags ridículos que están ahí para recordarnos cómo eran las cosas hace no demasiado tiempo, como la caspa que derrocha todo lo relacionado con el espectáculo. Y hasta aquí bien. La pena es que el otro 50% de cada capítulo se dedica a subtramas que no han salido bien. Historias de personajes que nos sabemos de memoria, contadas como siempre y sin la fuerza interpretativa de un reparto de más altos vuelos. Y el interés se ve claramente afectado.
Es de celebrar, ojo, que se haya apostado por El último show. Y vale la pena, a juicio de quien esto escribe, darle una oportunidad: la balanza, si bien titubeante, se decanta por el querer saber más. La sonrisa bobalicona que se le dibuja al espectador en la cara, cuenta más que esos desvíos de mirada hacia la pantalla del móvil, a los que se le fuerza en más de una ocasión. Y por otro lado, ¿quién le iba a decir a HBO que mediante Marianico el corto iba a tener, al fin, su Bojack Horseman particular?
Trailer de El último Show
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Entrañable reconversión de Marianico el corto a una suerte de Bojack Horseman aragonés, de gran planteamiento e interesantes intenciones… que sin embargo se van diluyendo conforme la serie desarrolla sus muy inferiores subtramas.