Crítica de El último verano
Ya teníamos ganas de que volviera por aquí el amigo Jacques Rivette, concretamente desde que facturó otro notable imperdible del cine reciente, de nombre «La duquesa de Langeais», hace tres temporadas. Es un venerable, casi un superviviente, y demostraba mediante adaptación de un texto de Balzac que seguía en plena forma; toda una señora película. Pero lo que no nos esperábamos ahora es que su retorno se alejara de sus propias coordenadas para entregar una película más breve, más sencilla que de costumbre: «El último verano» es un soplo, un suspiro en contraposición a mastodónticas referencias pretéritas (varias de sus películas sobrepasan hasta las cuatro horas) y viene a confirmar algo que si no lo sabíamos por lo menos lo sospechábamos: la pintura de la que se sirven las películas de Rivette está impregnada de melancolía, de poesía y de lucidez, sin importar el tamaño del lienzo utilizado. Rivette no necesita de grandes planteamientos para obtener enormes resultados.
Y es que el hombre puede dormir tranquilo. Por lo menos mientras practique esa narración hacia todas las direcciones, gracias a la cual el relato se extiende hacia delante y hacia atrás. Los personajes de Rivette (concretemos ya, los de «El último verano»; más aún, los dos protagonistas) hacen avanzar la trama a partir de sus sentimientos y disquisiciones, pero la dotan de todo su sentido gracias a sus propios pasados, a aquello que los define retroactivamente. Y si Rivette es un director que profesa un especial cariño hacia sus protagonistas femeninas (siempre sabe moldearlas y dotarlas de tridimensionalidad basadándose en el trazo fino, en el matiz) su Kate no podía rezagarse: a poco que va tomando contacto con el mundo que la rodea –especialmente con el forastero Vittorio (Sergio Castellitto)- los hechos de su pasado van saliendo a la luz: un amante fallecido, un pasado en el circo y un padre conflictivo son la causa de una especie de forzado luto amoroso. Kate se encuentra conscientemente autoencerrada en su propio mundo, a la espera de poder resolver sus cuentas pendientes antes de seguir adelante. Por eso Rivette siempre filma a su Kate, a su Jane Birkin, paseando por la escena o en proceso de hacer algo. Nunca estática hasta su lógico momento de fuga climática.
Su reflejo está en Vittorio. Receptivo, vitalista y metenarices, el extranjero en ruta que va a parar al circo ambulante al que pertenece Kate se convierte en el recién llegado primero, en el confidente neutral después y en parte del tinglado emocional al final. Con Kate establece una relación que no tendrá otro destino posible: el de la provisionalidad. Ese «lo nuestro quedará en el aire» que no se resolverá hasta que Kate no logre superar sus historias para aceptarse de nuevo a sí misma. Ese su «¿si quiero que te marches? ¿ahora, de aquí? sí» que parece que diga casi «por lo menos hasta más tarde» da la dimensión de su constante etapa de transición, de espera. No en vano, pronto descubriremos el auténtico rol que desempeñaba Kate en el circo quince años atrás: el de la funambulista en la permanente cuerda floja.
No es la única que no deja de moverse. Todo el circo parece estar siempre en marcha. Física, porque es una compañía que para más inri no va a terminar de encontrar ya nunca su lugar (practica un añejo espectáculo en desuso). Y emotiva, porque el resto de sus componentes tienen sus propios vaivenes emocionales. Todo queda pronto convertido en un microclima, una especie de simulacro de la vida real donde, seamos sinceros, también reina de vez en cuando el teatro puro y duro. Por eso Rivette practica una destrucción de los límites entre lo costumbrista y lo teatral, entre lo realista y lo impostado. Y presta además especial atención al tratamiento de los números circenses: todos en plano fijo, sin música, explicados al detalle y con detalle, el que transmite la dimensión de lo que pasa por las cabezas y las almas de los personajes que los están representando.
Un bonito homenaje al pequeño teatro, una agradable tragicomedia francesa. Sí. Pero especialmente, con «El último verano» Rivette logra una enorme nueva radiografía de los sentimientos humanos como pocos son capaces de hacer, que -perdonad el tópico- contiene más arte en cada uno de sus planos que toda la filmografía de muchos presuntos autores actuales. Y que, a pesar de haber empezado en la ya lejana nouvelle vague, Rivette se actualiza a cada paso que da, demostrando que contra más tiempo transcurre, más atemporal puede llegar a ser.
8’5/10
Un 8,5 y nadie le hece ni caso, poor oldy nouvelle vague…..Pues yo voy a entrar un comment…
Masters, pido excusas por adelentado por el off off off superoff-topic, pero es que no me la puedo aguantar (la boca, ni tapándomela con las dos manos).
Es un regalo pa'l Bluto, que se que lo de los números le da yuyu:
Acabo de recibir un mail que dice lo siguiente:
"…Este año vamos a experimentar cuatro fechas inusuales 1/1/11, 1/11/11, 11/1/11, 11/11/11 y eso no es todo …
Toma los dos últimos dígitos del año en que naciste, ahora añade la edad que cumpliras este año, y el resultado será 111 para todos."
He probao lo de los años y funciona con to quisqui, quéfuertequéfuerte…..
No me fosfatinicéis. Es que me ha hecho gracia.Sorry.
Aydiosmío
AYDIOSMÍO
Esto funciona…
Te maldigo, Sid, te maldigo una y once vec…WAAAAAAH!
Tranqui, nen, que todo esto son truquitos de las matemáticas universales, son los números expresándose… Yo lo encuentro hasta bonito.
Joé, me he hecho una protección pa tu maldición…
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(ristra de ajos)
JUAS, pues en tu cara, porque a mí los ajos ni mu.
Menos mal que no conoces mi terrible pánico hacia los habicholones granaínos, que si no…
(mi superfuerza sigue intacta, HAW HAW HAW HAW!!!)
Acabo de convertirlos en un sembrao de minas entre tú y yo… cuidao bakalao!!
No es mis películas favoritas de Rivette, pero su estreno ha sido una gran alegría, y las presencias de Birkin y Castellito me tuvieron hipnotizado. Ojalá aún le quede cuerda a Rivette para algunas más y ojalá que los distribuidores españoles no anden tan dormidos.
https://amordespuesdemediodia.blogspot.com/2011/04/36-vues-du-pic-saint-loup.html
De acuerdo en todo, Sergio! Efectivamente no es la mejor película de Rivette (el hombre ha vivido ya mucho, y nunca lo hará lo suficiente como para poder superar algunas de sus películas pretéritas). Y aun así, se colará en las listas gafapásticas de las mejores películas del año. Seguro.
Estupendo tu blog! (ya lo conocía)
Saludos!