Crítica de Un ciudadano ejemplar
Ni más ni menos. Venganza pura y dura. Con coartada «social», con un personaje afirmando estar «por encima del concepto de venganza», aparentemente encabezonado en dar por saco al sistema judicial, pero con la intención de cepillarse a los malos al fin y al cabo.
Gerard Butler es un papá cariñoso al que le asesinan mujer e hija delante de sus propias narices. Su abogado Jamie Foxx no logra que el auténtico culpable pase por la inyección letal como pago por sus pecados, así que urde un complejísimo plan para hacer pasar por la piedra a todos y cada uno de los responsables de su desdicha. Empezando por el asesino y terminando por…
Nuestra parte analítica y sesuda nos berrea «insensato, ¿cómo puedes estar comprando semejante sarta de absurdidades?» mientras nuestra parte más hedonista se revuelca de gozo en los recovecos del siniestro plan que el ¿malvado? psicópata ha trazado.
Y la espesura del conjunto no se termina ahí. «Un ciudadano ejemplar» plantea y pone en duda la validez de un sistema judicial inoperante que puede llegar a caer en la absurdidad de sus propios códigos. Y la legitimidad de un justiciero que ponga un poco de sentido común en todo ello. El extraño anti-heroísmo del personaje de Butler ofrece sobre el papel suficientes claroscuros como para resultar atractivo: es un sociópata, no hay duda, pero su causa se nos presenta algo más noble que la de la mayoría de serial-killers a los que estamos habituados.
Que no nos resulte creíble su conversión de padre coraje a Genio del Mal con Brillante Plan Maestro importa más bien poco. Porque al final, a pesar de su pátina intelectualoide, su personaje resulta ser poco más que un villano de opereta del gran teatrillo que es «Un ciudadano ejemplar»: no en vano la trama da inicio con la imagen de un telón que se abre, y se cierra con una platea aplaudiendo. Más claro imposible.
Pero al final, el show es el show, y terminamos desengañándonos. Nos hemos pedido un cubo de palomitas demasiado grande. «Un ciudadano ejemplar» acaba siendo una chorrada «de proporciones bíblicas», un buen thriller de suspense que termina convertido en un mal matarratos por obra y gracia de un final vulgarcísimo, mal planificado, mal narrado, precipitado y, al final, totalmente idiótico. Que manda al traste la extraña increíble verosimilitud de todo para evidenciar la ridícula acumulación de absurdidades difícilmente explicables. Hasta el momento nos habíamos creído lo del robot artificiero en el cementerio que pasa inadvertido por literalmente todo el mundo. Lo de las cenas con un afilado hueso en su interior. Lo de la cantidad de túneles escarbados. Todo por la buena fe que podemos profesar hacia una película de esta clase… siempre que no termine convertida en semejante pollez.
Lo sentimos, pero no.
En fin, que cada uno haga su balance: de 105 minutos, 85 son salvables como espectáculo con enganche, intrigante, burro y de parcial desconexión neuronal. El resto, sencillamente no le va a la zaga.
Por mi parte, y pese al buen rato, en conjunto suspende.
4/10
Tienes toda la razón una peli inverosimil donde las haya.
Nadie se cree que en diez años puede construir esa galeria de tuneles sin que le pillen y que casualidad coincide con su celda de castigo.
Una chorrada vaya.