Crítica de Un hombre soltero
Y es que esta historia mínima (apenas pasan cosas en este relato de 24 horas en el «día decisivo» de un hombre) encierra un buen puñado de cualidades que la convierten en un producto a tener en cuenta sobre la mediocridad general de los habituales a las ceremonias de entrega de premios de este año.
Vayamos a palmos. La historia se enmarca en los Estados Unidos de 1962, en plena «Crisis de los Misiles» con Cuba, en un clima de incertidumbre en que el ciudadano de a pie vive con la certeza de que el más mínimo despiste puede mandarlo todo al carajo.
En esta tesitura, George (Firth), profesor de literatura en la universidad, vive su cotidianidad atenazado por el dolor de haber perdido violentamente a su amante (Jim, Matthew Goode), por lo que decide poner manos a la obra y cambiar su destino. Termina de ligar algunos cabos con su amiga Charley (Julianne Moore) y se dispone a tomar las riendas cuando conoce a Kenny (Nicholas Hoult), un efebo de sonrisa lubricada que le cambiará el modo de ver la vida.
Argumento simple, como decía, que se nos va completando progresivamente con el uso de flashbacks que nos transportan a los inicios de la relación entre George y Jim y a sus privados greatest hits.
Dramón de los gordos, sí, pero… sorpresa, tratado con gran sensibilidad y huyendo en todo momento de estridencias dramáticas y artificios lacrimógenos gratuitos. Y es que el ex-diseñador parece tener muy claro cómo quiere conducir su película.
Ojo, citar el pasado profesional de Ford no es gratuito, ni mucho menos. Su película está marcada al cien por cien por esta circunstancia, y en ella tiene sus mayores virtudes o, según se mire, su peor defecto.
Decía que se trata de una película calculada al dedillo. Peligrosa manera de enfocar la creación. Porque el director juguetea con el riesgo de que le salga un producto frío, previsible y que aleje al espectador, que no le deje involucrarse en el transcurso de los hechos por ser demasiado cerrada en sí misma. En mi opinión el resultado se aleja de esta afirmación, y consigue sobreponerse gracias a una manera de relatar los hechos sensual y sugerente, y a unas imágenes estéticamente muy atractivas.
Y esta es otra. Sinceramente, no culparía a quien tachara la película de manierista (que lo es) y preciosista. Sí, Ford se decanta por una fotografía decididamente arty y planifica y encuadra buscando siempre una belleza que puede resultar, no lo niego, más impostada o menos. Constantemente acerca su cámara al primerísimo primer plano, al plano detalle, jugando con el macro, con el foco y con las texturas. Y tontea con el ritmo de montaje buscando una métrica visual ajustando su tempo a, por ejemplo, el tictac de un reloj (comentaba antes la importancia de los sonidos).
En otras palabras, Ford juega a ser Wong Kar Wai. Demonios, si hasta el músico habitual del director de «In the Mood for Love» compone algunos de los temas musicales de «Un hombre soltero».
Fiu, respiremos tranquilos: es difícil bordear el precipicio y conseguir evitar caer en él, pero el director lo consigue.
Pero yo me dejé seducir y tan contento que salí del cine.
7,5/10