Crítica de Un lugar tranquilo 2
Tiene su gracia que la primera gran víctima cinematográfica de la pandemia fuese Un lugar tranquilo 2, como gracioso es que sea este estreno, año y medio después de lo previsto, la primera pista sin paliativos de que volvemos a la normalidad. Justamente una película en la que, tras enfrentarse a una pandemia (aquí en forma de invasión alienígena), la población debe adaptarse a una nueva normalidad si quiere seguir sobreviviendo. Pensamientos curiosos que le vienen a uno a la cabeza, por lo menos hasta que entra en la sala, que luego, claro, todo cobra sentido: cobra sentido que semejante brutalidad para los sentidos se haya reservado su estreno para la pantalla grande, en lugar de ser condenada a la plataforma de turno. Porque hasta ahora no había habido ninguna película comercial que hubiese justificado su estreno en cines como lo hace la segunda incursión al survival de John Krasinski.
Recorriendo un terreno explorado con brillantez apenas tres años atrás, el de The Office vuelve a sumergirnos en un estado de tensión casi insoportable, al seguir a la familia de supervivientes capitaneados por una poderosa Emily Blunt, justo donde la dejamos en la anterior entrega: en un mundo de huida constante, sin emitir un solo ruido so pena de ser devorados por unos bichos que hicieron acto de presencia y diezmaron de inmediato a la humanidad. Con un nuevo integrante en la familia, y una pérdida aún palpable. Vuelta, pues, a los silencios atronadores; al sentirse culpable por hacer ruido con las palomitas, durante el visionado de una película cuya atmósfera lo es todo, y que vuelve a generarse de manera excelente. Si Un lugar tranquilo 2 pasa en un suspiro no sólo es por su metraje contenido (¡gracias!), sino porque, literalmente, a los espectadores sólo se nos permite un suspiro: cuando se encienden de nuevo las luces de la sala. Y porque no pierde el lazo emocional entre personajes y espectadores, más bien lo refuerza por la carga dramática que arrastramos, unos y otros, de la película anterior.
Pero vaya, decía que Krasinski no nos deja respirar ni con un prólogo que arranca instantes antes de que todo se venga abajo. Aunque sea un compendio de escenas de cotidianidad, la película sabe perfectamente cómo incomodarnos, cómo forzarnos a mantener la atención de manera constante. No por el qué, que ya lo hemos visto mil veces, sino por el cómo: largos planos secuencia en los que oímos confusas noticias de fondo, comentarios sueltos preguntándose qué están viendo en sus televisiones, y asistimos a un silencio denso sin ser (aún) necesario. Escenas en las que volvemos a ver al personaje de Krasinski, y sabemos cuál va a ser su desenlace. En las que se restan (de manera brillante) diálogos hasta dejarlo todo en una película prácticamente muda, para descubrirnos el poder de la conversación no verbal: la que usa la familia protagonista, pero también la que usa la propia película para explicarnos cómo consiguen, unos pocos, entender lo que deben hacer para sobrevivir. De nuevo: el qué es lo de menos.
Insisto tanto en las formas porque es fundamental para entender el éxito de Un lugar tranquilo 2, secuela plenamente consciente de serlo, y que pasa sin pudor alguno por todos los lugares comunes que existen: el encuentro con un nuevo superviviente (Cillian Murphy) con sus propios dramas, la búsqueda del último refugio de la humanidad, las habituales temeridades de quienes se sienten héroes, la condición del hombre lobo para el hombre… Ninguna novedad salvo, acaso, intercambios de roles (la niña valiente, la mujer como heroína) que en ningún momento pretenden suponer innovación, ni revolución alguna. Todo pasa porque pasa, y si le toca a Blunt salvar a sus hijos es porque es lo que tiene que hacer, de la misma manera que Murphy reacciona a esto o lo otro, porque es como tienen que ser las cosas. Lo que marca la diferencia vuelve a ser su magistral pulso. La manera en que, aun sabiéndonos al dedillo todo lo que vaya a ocurrir, se antoja como una película fresca, atípica, y condenadamente adictiva. 95 minutos que vuelan y en los que no hay tiempo para reparar en los saltos de fe que el guion requiere, ni en la obvia estructura del mismo, casi sacada de una clase de primero de guion
Vamos, que al final al díptico Un lugar tranquilo le ocurre lo que a las dos primeras entregas de su hermana mayor, Cloverfield/Monstruoso: reconociendo abiertamente su condición de exploit revisionista de un cine manido hasta la saciedad, consigue erigirse como un nuevo referente del género de la ciencia ficción de terror, por una acumulación de aciertos inapelable y casi inabarcable, empezando por saberse incapacitada por renovar en el argumento, y no preocuparse por ello.
Así que al final Un lugar tranquilo 2 nos acaba agotando tanto por su magistral uso del silencio, como por la infinidad de estímulos que lanza al espectador, ya sean en forma de referencia, como de recurso técnico, de construcción de personajes, o de concatenación de set pieces: qué más da el argumento, cuando se dan hasta tres situaciones de acción a la vez. Una experiencia brutal, que tiene que verse en el cine. Más de lo mismo así, sí.
Trailer de Un lugar tranquilo 2
Un lugar tranquilo 2: el silencio sigue atronando
Por qué ver Un lugar tranquilo 2
Retorno al mundo postapocalíptico en el que si haces el menor ruido, te devoran los bichos. Ya lo sabemos todo, su trama es de lo más esperable… pero aun así vence y convence con un prodigio de pulso y tension, suponiendo una lección perfecta de cómo contar una historia. Aunque ya nos la sepamos.