un pequeño mundo critica

Crítica de Un pequeño mundo

¿Dónde hay que firmar? Si cada pocos meses nos va a llegar una película europea pequeñita, casi invisible, que sin embargo va a removernos de arriba abajo y clavarse en nuestra memoria de manera irremediable… lo dicho, yo firmo. Coincidiendo gloriosamente con el estreno de Petite Maman en plataformas digitales, ha llegado a cines Un pequeño mundo. La de Céline Sciamma, francesa; la que ahora nos ocupa, debut en la dirección y guion de Laura Wandel, belga. Las dos de poco más de hora y diez de duración (72 minutos para ser exactos); sin que a ninguna de ellas les falta nada ni les vaya el tiempo en contra. Con protagonistas de menos de diez años, y el punto de vista siempre a la altura de las mismas. Otorgando, en definitiva, una perspectiva infantil a una cuestión adulta. Coqueteando con lo fabuloso, Petite Maman explicaba la pérdida (de un ser querido y de la inocencia). En cambio, Un pequeño mundo se acerca desde el realismo más puro al bullying en el cole. En este sentido, la propuesta de Wandel es menos amable, y acaso menos mágica. Pero por contrapartida, se vive con mayor intensidad y su mensaje cae cuál losa sobre quien la ve. Vamos, que partiendo de unas bases tan similares y haciéndose igualmente inolvidables, sus respectivas personalidades son netamente diferenciables entre sí. Insisto, que alguien nos diga dónde hay que firmar para seguir recibiendo semejantes lecciones cinematográficas, muestras de cine puro reducido a su mínima, y por tanto más necesaria, expresión: tener algo que contar, y contarlo sumamente bien.

Lo primero que destaca nada más empezar la película es la duración de sus planos. Lo ajustado de su metraje para explicar ni más ni menos que lo necesario, aplica también al aprovechamiento al máximo de sus secuencias. Lo cual, a su vez, genera una sensación incómoda de entrada: angustia por no poder apartar la mirada, pero también porque le imprime al film un carácter de urgencia. Y es que Un pequeño mundo es la historia de una niña pequeña que no tiene ninguna gana de empezar en el cole, donde está su hermano algo más mayor. Conforme va haciendo de tripas corazón, empieza a relacionarse con otras niñas y va ganando en popularidad, descubre que otros niños abusan de su hermano, quien además le pide que guarde silencio. Y esto, en un mundo como es el de los niños, que se rige por reglas distintas y cuya comunicación incluye más silencios que palabras, se traduce en un grito mudo: el del espectador, que si pudiera zarandearía a maestros y padres para hacerles ver algo, a sus ojos claro, tan evidente. La baza de Un pequeño mundo reside pues en sacarnos de nuestra zona de confort para hacernos ver la realidad desde los ojos de los niños (o mejor, la niña), cuando en verdad nuestro prisma es el de los adultos.

Sólo por saldar semejante hazaña con rotundo éxito, toca hablar de una (pequeñita) joya de la narrativa cinematográfica. Por conseguir tenernos a los pies de su directora y guionista en todo momento, en definitiva. Una Laura Wandel que se presenta en sociedad a grito pelado pero que, todo hay que decirlo, tiene también algo de suerte: la de encontrar en Maya Vanderbeque a una aliada de lujo. La actriz, debutante y cuya edad no debe de alejarse demasiado de su alter ego en la película, sorprende componiendo un personaje totalmente creíble y capaz de ofrecer todas las lecturas posibles de ese conflicto interior por el que pasa. Esa mirada dura, esos llantos silenciados… Una actuación soberbia, vaya, y necesaria para que lo diminuto del metraje, de su punto de vista e incluso de su trama, alcance una inesperada profundidad y haga de su recuerdo algo imborrable.

Con todo a su favor pues, los 70 minutos de Un pequeño mundo arrasan con las emociones de un espectador que asiste a su visionado respirando a duras penas, tal es la habilidad de Wandel de llevarnos por donde ella quiere. Y donde ella quiere es una alerta roja, un grito de alarma, como gritar es lo que queremos durante toda la película, para obligarnos a prestar atención. Para hacernos proteger ese lugar en el tiempo, en que la inocencia se va dejando atrás, y donde todo puede empezar a torcerse. ¿Dura? Claro. Pero ojo, con haces de luces también constantes (la superación de ella, el poder de la amistad, la pureza de los sentimientos…) que imprimen calidez anímica más que bienvenida por nuestra parte. Y todo ello con poco más que una cámara en mano, situada siempre a la altura de la mirada de niños de unos siete años. ¡Si hasta parece sencillo! De las películas del año. Ojalá sigan llegando más clases de cine como esta.

Trailer de Un pequeño mundo

Un pequeño mundo: una película grandiosa
  • Carlos Giacomelli
4.5

Por qué ver Un pequeño mundo

Nuevo ejemplo de cine pequeñito que adquiere dimensiones descomunales por el mero hecho de exprimir al máximo sus recursos, disponer de un gusto exquisito, y querer contar bien una historia. En este caso, la de bullying infantil visto desde el punto de vista de los propios niños. Una pequeña joya en la que brilla con luz propia su actriz protagonista.

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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