Crítica de Una cuestión de tiempo (About Time)
Es la última noche del año, se organiza una fiesta entre gloriosa y decadente, por la que pulula un chico larguirucho y pelirrojo que no consigue tema. Como buen inglés que es, se va a la cama con una buena resaca y poco más, pero al día siguiente su padre le revela un inesperado secreto: los varones de la familia pueden volver atrás en el tiempo siempre que lo deseen, con sólo encerrarse en un armario y cerrar los ojos así fuerte. De modo que, dicho y hecho: para probar, el chico viaja a la noche anterior, se lía con una chica, y vuelve al presente. Tienes que decidir para qué usar este poder, le pregunta el padre, a lo que responde: para sacarme una novia. Bien, quien haya llegado hasta aquí y ahora esté deseoso por seguir disfrutando de un entramado que a todas luces apunta a comedia romántica con un punto diferente, tendrá motivos para congratularse. Quien en cambio haya leído esta introducción (porque así se abre el film) y en seguida se haya planteado qué alteraciones puede sufrir una línea temporal por la que algunas personas pueden saltar a su antojo, si se multiplican mundos paralelos como resultado de tales saltos, o qué ocurre si dos personas viajan al mismo tiempo hacia atrás (y es completamente lícito hacerse tales preguntas sin pecar de friki)… que se agarre que vienen curvas. O mejor, que pase de largo de la misma manera que Richard Curtis, su director y guionista, ha pasado de todo ello a la hora de concebir Una cuestión de tiempo.
Y es que si bien no haya una ley sine qua non al respecto, bien cierto es que ayuda que un guion establezca las bases que doten de cierta plausibilidad a su historia, ya sea fantástica o basada en hechos reales. Que su universo se rija por normas (inventadas o no) que ayuden al espectador a situarse, con los pies en el suelo por así decirlo, y a partir de ahí meterse en la historia. A no ser, claro, que se quiera hacer voluntariamente lo contrario, pero es de imaginar que el director de Love Actually no estaba pensando en Lynch cuando escribía su última película precisamente. De este modo, la suya es una dramedia romántico-familiar de lo más esperable; cargada de buenos valores, muchos colores, momentos para la lágrima fácil y algún que otro gag logrado. Pero jamás acaba de calar todo lo hondo que desesperada(y desvergonzada)mente pretende, porque siempre hay un amargo poso de incredulidad en el espectador que contiene, férreo como él solo, sus emociones. Máxime cuando empieza a liarse en sus propios saltos de fe: sin haber expuesto ninguna directriz para explicar el fenómeno de los saltos en el tiempo, que por lo visto tienen lugar con total libertad, no es lícito establecer un giro que de golpe y porrazo que establezca ciertas restricciones. ¿Qué importancia tiene a los ojos del público que algo que le es totalmente ajeno tenga pros y contras? Y si encima tales prohibiciones son saltadas a la torera a la primera de cambio (esa vuelta atrás conjunta), apaga y vámonos.
Lo dicho, a abstener cualquier atisbo de raciocinio tocan. Pero entonces, ay, queda un manidísimo relato de amor con algo de enredo, que poco a poco va virando hacia el drama con moraleja, y luego violines y pañuelos, y santas pascuas. Una cuestión de tiempo, a la postre, acaba siendo un refrito de toda la filmografía del Curtis tanto director como guionista (súmense todos los títulos imaginables: Cuatro bodas y un funeral, Notting Hill, El diario de Bridget Jones), y por tanto, busca satisfacer única y exclusivamente a un target muy concreto. Y por supuesto que bajo ese prisma, funciona: experto en materia, el neozelandés afincado en el Reino Unido le otorga un ritmo ágil a todo su extenso metraje (rebasa las dos horas, sumando títulos de crédito). El ánimo es en todo momento distendido y desenfadado, nada desentona ni se sale de la más polite de las correcciones, su reparto (Domhnall Gleeson, Rachel McAdams, Bill Nighy, Tom Hollander y Margot -ñam- Robbie entre otros) es un derroche de buen rollo y en general, se trata de una propuesta tan olvidable como amable. Por lo que si la intención es la de consumir buena parte de una tarde tonta de domingo pegado al televisor y acurrucado con la pareja, vale. ¿Suficiente? En el festival de San Sebastián se llevó el premio del público, así que será cosa nuestra, que somos muy de buscarle tres pies al gato…
5,5/10
Y en el Blu-Ray…
La Universal distribuye en versión doméstica el último pelotazo romántico British, y lo hace con su acostumbrado buen hacer. A nivel técnico, sorprende una excelente calidad de imagen, rayando en la perfección en todos sus aspectos: la definición es prácticamente perfecta, los colores brillan vivos, cálidos, y los pasajes más oscuros no se ven en absoluto afectados. Tres cuartos de lo mismo para el apartado sonoro: si bien no disponga de las últimas peripecias auditivas (tampoco las necesita), el Master 5.1 DTS-HD de su versión original es perfectamente nítido, permite disfrutar de los diálogos por muchos efectos sonoros o banda sonora que se cruce por su camino. Por su parte, el doblaje en castellano goza de un DTS 5.1 igualmente disfrutable.
Los suculentos extras están repartidos de la siguiente manera:
- Escenas inéditas: con introducción del director Richard Curtis, se repasa un puñado de escenas suprimidas en la mesa de montaje.
- Tomas falsas: hacer cine es un negocio serio.
- Acerca de Tim y los viajes en el tiempo: Un clip centrado en explicar de dónde surgió la idea de los viajes en el tiempo, con ciertas nociones generales al respecto que bien podrían haberse tenido en consideración a la hora de escribir el guion.
- La imagen, el estilo y los exteriores: Una agradable guía turística por Londres y otras localizaciones del film, al tiempo que Richard Curtis habla de sus decisiones artísticas. Interesante.
- Audiocomentario del director Richard Curtis y de los actores Domhnall Gleeson, Bill Nighy, Vanessa Kirby, Lydia Wilson y Tom Hollander.