Crítica de Underground

Underground

Si hasta entonces se trataba de un cineasta de prometedora progresión, en 1995 Emir Kusturica confirmaba definitivamente su condición de director capital para la historia del séptimo arte estrenando su obra cumbre. Underground se presentaba como su proyecto más ambicioso (y de hecho, hasta día de hoy lo sigue siendo), y recibía una acogida acorde con ello: profundamente dispar. Al tiempo que le hacía ganar su segunda Palma de Oro en Cannes tras la obtenida por Papá está en viaje de negocios diez años atrás, le obligaba poner pies en polvorosa, abandonando su casa y refugiándose en Francia por las amenazas de una población, cuanto menos ofendida con el artista. Imposible por tanto sacar en claro la opinión general estrictamente centrada en la película per se, no menos abierta a múltiples pareceres para más inri. Y es que se le exige bastante al espectador: Underground es un mastodóntico seguimiento de la historia de Yugoslavia desde la Segunda Guerra Mundial a la de los Balcanes; medio siglo, año arriba año abajo, de la historia de un pueblo roto al que representa una serie de protagonistas absolutamente desquiciados y desquiciantes, acordes con la personalidad del propio director (y guionista), y por tanto de la cinta en sí. Todo en ella es loco, absurdo, granguiñolesco. Metáfora más que obvia de la (i)lógica de los conflictos bélicos en general, pero claro, con mucho potencial de que más de uno se lo tome mal.

Lo que está claro es que Underground hace mella. Su carácter provocador se contagia rápidamente a todos los niveles, empezando desde el primer minuto con el descorazonador bombardeo al zoo de Belgrado, de cuya manutención se encarga uno de los protagonistas y que sirve para presentar a varios de los demás. En un entrelazado de presentaciones, Kusturica ya muestra cómo va a organizarse el tinglado: diversos personajes principales alejándose y volviendo a coincidir (no tardará demasiado en hacer acto de presencia el obligado triángulo amoroso), todos ellos llevados al extremo de la parodia, el histrionismo, o directamente el esperpento. Cómo será la cosa para que al hacer cuentas, el único personaje que realmente pueda acabar salvándose de la quema sea un chimpancé, superviviente del bombardeo inicial y símbolo de la honestidad y la inocencia del pueblo. La simpleza del animal se contrapone al resto de humanos que son mezquinos, frívolos cuando no directamente disminuidos. Son el reflejo de la sociedad yugoslava (quedando especialmente malparados los serbios, y de ahí los líos extracinematográficos), pero también constituyen la primera pista del principal rasgo definidor de la cinta, como es su inabarcable simbología. Pocas escenas, escenarios o incluso objetos quedan exentos de dobles lecturas, provocando también así al espectador, forzándole a no perder el más mínimo detalle de una película extenuante. Atención, en este sentido, a la figura de la mujer en continuo conflicto entre dos hombres, a la presencia de los cascos azules hacia el final de la película o al final en sí; además de todo lo que sucede bajo tierra, claro.

Underground

Retomando el hilo, hace unos instantes tachábamos a la propuesta de extenuante porque el cineasta lo es de manera genuina, y porque un exceso rebosante de símbolos y dobles lecturas no significa que vaya a aplacarse su hiperactiva personalidad. De manera que Underground es Kusturica en estado puro: una cinta colorista, saturada y barroca; de montaje agotador y acumulación de planos manieristas ora aberrantes, ora rebuscados, ora imposibles directamente; con intérpretes sobreactuados y personajes paródicos, a quienes persigue una banda sonora repetitiva y estresante (literalmente: una banda de músicos acompaña constantemente a los protagonistas repitiendo la misma melodía una y otra vez, en alusión a las cantinelas que suele recibir el pueblo cuando necesita explicaciones). Haciendo de la exageración su máximo exponente, hasta cuenta la cinta con un metraje desmedido, por encima de las dos horas y media que aún se quedan cortas en relación al montaje original, del que la leyenda dice que llegaba hasta los 320 minutos. Aun a riesgo de que se me tache de hereje, si bien reducidos hasta casi la mitad, sus 165 minutos se antojan excesivos, sí, pero en sentido peyorativo…

Underground

Aunque quizás parte de la gracia también resida en su imperfección. Quizás no hubiera sido lo mismo si Undergound, con sus exacerbados contrastes anímicos entre el humor tipo El guateque y el drama bélico, su alternancia de pasajes avanzados a su tiempo con otros que ya en su día sólo podían tildarse de naif, o las pasadas de rosca de su crítica (hasta el punto de no tener claro a quién está centrando en su mirilla), no se hubiera excedido también en su metraje, en la masticación ad nauseam de algunos de sus conceptos, o en su carácter episódico. ¿Qué supone una prueba aún más ardua para el espectador? Sin duda. ¿Qué hubiese quedado redonda sin veinte minutos? Probablemente. Pero también se hubiese vulgarizado una producción única a su manera. Una película poética y a la vez real, que puede entenderse de un modo u otro (a favor de unos u otros, o meramente defensora de un concepto: el sentimiento de un país). En todo caso, un viaje, una experiencia sensorial completa e inclasificable, de aquellas que se instalan en la memoria durante mucho tiempo.

Por Carlos Giacomelli

Y en el DVD…
A contracorriente films son los encargados de reeditar una película de cuya existencia ya conocíamos, pero en condiciones algo más justitas. Que sepamos, hasta ahora existía tan sólo una edición, exclusiva de la Fnac y con una sola pista de audio. Ahora, el nuevo DVD presenta una imagen depurada y un sonido disponible tanto en serbio como doblado al castellano siendo el primero en un muy cumplidor 5.1, y el segundo en estéreo. Además, la edición se completa no sólo con las habituales fichas técnica y artística, sino con un tráiler y una escueta pero agradecida entrevista a Emir Kusturica. No saca de demasiadas dudas, y cierto es que Underground requeriría de cuando menos un audiocomentario que fuera aclarando todas y cada una de las piezas que componen ese puzle alegórico, pero menos da una piedra. En definitiva, a falta de una remoción en alta definición, el DVD garantiza un visionado en condiciones de una de las películas más importantes de la historia del cine europeo reciente.

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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