Crítica de Venus (2022)
Jaume Balagueró tiene dos cosas metidas entre ceja y ceja. La primera es un leitmotiv que siempre es agradecido. No es el único, pero si el más insistente y acaso el mejor (justamente por su ahínco) en buscar el lugar más anodino, las situaciones más vulgares y los personajes más cotidianos e introducir, en semejante estampa costumbrista, un elemento extraño y cada vez más de locos. Un caso policial que se pasa al lado sobrenatural, los zombies del Eixample, el portero acosador… En el caso de Venus, la situación más imposible de toda la película, sucede en el interior de un bloque de pisos cualquiera, mientras suena Pena, penita, pena en la banda sonora. Quizá el momento más definitorio de dicha obsesión suya por llevar al público a un lugar sumamente reconocible, y zarandearlo por dentro con lo más impensable.
Venus arranca a mil por hora con una bailarina de discoteca que roba cierto material y se refugia en casa de su hermana, el penúltimo piso de un bloque prácticamente abandonado. Al tiempo que se estrecha el cerco de los malosos que quieren recuperar dicho material, cosas raras empiezan a pasar en el edificio que le da amparo… cosas raras que parecen tener en su epicentro a su sobrinita de siete años. Hasta aquí leeré para evitar spoilers, pero sí es necesario remarcar que la mencionada obsesión del cineasta catalán por la ruptura, por vía sobrenatural, de lo costumbrista, alcanza aquí el extremo más radical. Y muy especialmente conforme avanza un film de estructura y desarrollo deudores de Álex de la Iglesia (casualmente, o no, productor)… y que más se le va de las manos a Balagueró cuando más piruetas imposibles da. De más a menos va, en definitiva, un batiburrillo de reconocibles géneros y títulos, que se pasa de frenada cuando aún le queda un último acto entero por desarrollar. Aunque todo sea dicho: lo sabe disimular a las mil maravillas.
Y es que la segunda obsesión del co-director de Rec es complacer a un nicho de espectadores al que conoce de maravilla: el que estreno tras estreno, acude a festivales como el de Sitges buscando la cafrada más burra, y dispuesto a aplaudir la salvajada gore más visceral que pueda darse en pantalla. Mientras este público esté contento, el boca-oreja y el fandomeo harán el resto. Y desde esta perspectiva, Venus es una gozada, para qué engañarnos. Sus películas nunca destacarían por su elegancia formal, y salvo por el semi-revolucionario uso del falso documental aquella vez, tampoco es que sean un dechado de originalidad. Pero a base de planos inclinados, algunos súper cercanos a los actores, otros a nivel galáctico; a base de efectos vistosos, de tempos y dosificación de la información calculados al milímetro, y de jumpscares (aunque aquí haya un exceso que acaba haciéndose molesto) consigue llevarnos en volandas de principio a fin. Súmese un sentido del humor macabro, en especial a la hora de recrear ciertas muertes de lo más splatter, y cosas como la lógica o el sentido común, pasan a segundo plano. Hemos venido a divertirnos, y eso hacemos.
El problema es que Venus juega la liga de Musa, o de Frágiles: es el Balagueró más gótico, el de un terror más barroco y elaborado, y tampoco esta vez le acaba de funcionar. Cuando se necesita demasiada explicación para entender el terror, y este a su vez pretende tocar demasiados palos (hay aquí, incluso, un ataque voraz a la iglesia), se rebaja sensiblemente su impacto. Y aunque probablemente esta sea su película de mayores medios, más vistosa y esforzada, y en general la más elaborada, las emociones son tibias, muy tibias, más allá de sus estimulantes compases iniciales. Se disuelve poquito a poquito, y si no acaba definitivamente en agua de borrajas, es porque encuentra en Ester Expósito a una ya-no-tan-inesperada heroína: la de Élite sí está perfecta de principio a fin, acudiendo al rescate de la película cuando esta más flaquea, haciendo creíble lo más disparatado.
Así que nada: película muy correcta en lo formal, pero en el fondo, nuevo crowd-pleaser para un muy determinado tipo de público que le seguirá aplaudiendo las gracias a un director necesitado, desde hace tiempo, de un éxito sólido. El resto nos lo pasaremos muy bien también, pero con la sensación de no haber visto más que una pirotécnica gilipollez.
Trailer de Venus
Venus: Ester Expósito, nueva reina del grito
Por qué ver Venus
Jaume Balagueró vuelve a la carga con su película más salida de madre, que ya es. Tanto que se le va de las manos al propio director, siendo un entretenimiento, eso sí, pero que va perdiendo el norte a cada paso que da, y se muestra incapaz de asustar. Lo que sí muestra es a una nueva heroína del género: bienvenida, Ester Expósito.