Crítica de Vida privada (Private Life)
Vida privada es una de aquellas películas con las que antes de verlas uno ya puede vaticinar, más o menos, qué se va a encontrar. Dirigida por Tamara Jenkins, responsable de La familia Savages, protagonizada por Kathryn Hahn y Paul Giamatti y encuadrada en el slice of life urbano cuarentón, es fácil hacerse una idea al respecto de su ingredientes principales: comedia y drama, corte indie, minería emocional, diálogos y situaciones agriadas y una búsqueda constante de la felicidad, tenga la forma que tenga dadas las circunstancias de los protagonistas. La tasa de acierto es elevada. Así que hay que agarrarse a la pregunta que todo ello suscita. Dada la previsibilidad inicial de los elementos, ¿qué tal el enfoque?
Ahí está el auténtico valor de la película. Que no cuenta nada especialmente novedoso, y es fácilmente enmarcable dentro de un tipo de cine encantado de conocerse y que gusta de girar entorno a los problemas cotidianos de gente hipotéticamente mundana, profesionales liberales y/o intelectuales más o menos acomodados. Pero que al mismo tiempo sabe tratar sus temas con muchísima sensibilidad, elegancia y lucidez. Todo ello valores imprescindibles para no hacer aguas y despeñarse por el sendero de la vulgaridad. Y es que sus temas son más espesos de lo que podría aparentar. La cosa habla, en esencia, de una pareja de cuarentaytantos que, tras descubrir que no pueden concebir, deciden recurrir a la gestación subrogada. Y no encuentran nadie mejor a quien alquilar el vientre que a la hijastra del hermano de él, una dropout un poco perdida al final de su carrera universitaria.
Jenkins se enfrenta, pues, a la peliaguda tarea de afrontar todo ello con el máximo respeto y serenidad posibles. A saber: el ser madre más allá de los 40 y la tensión social que esto comporta. La conciliación de la maternidad con la vida laboral, a vueltas con lo que significa para una mujer actual sentirse realizada. La voluntad de salirse del camino prefijado para labrarse una vida más acorde con lo que una, y no los demás, espera de una misma. Las distintas formas que toma el afecto, lo indeterminado del concepto de familia hoy día y la flexibilidad de los núcleos afectivos. O la efectividad del amor en matrimonios de largo recorrido.
La realizadora logra, insisto, un resultado notable. Tiene todo a su favor y consigue sacarle el máximo provecho: un guión -escrito por ella misma- rico en matices y sutilezas, que sabe balancear comedia hilarante, drama honesto y frágil emotividad engarzando el absurdo de la vida contemporánea con lo extraordinario de los detalles cotidianos. Un enfoque escénico que aparenta funcional, pero que va dejando por aquí y por allá buenas ideas compositivas y de planificación. Y sobre todo un trío protagonista muy comprometido (Kayli Carter como tercer vértice) en el que, especialmente, brilla Hahn, actriz superlativa que por fin ha encontrado la atención que siempre ha merecido.
Trailer de Vida privada
Valoración de La Casa
En pocas palabras
La directora y guionista Tamara Jenkins logra esquivar la intrascendencia indie con una comedia dramática entorno a la maternidad que resulta cercana y genuinamente agridulce.