Crítica de La vida privada de Pippa Lee
Solemnidad, es la palabra. La confusión de sensibilidad por apatía termina por mandarlo todo al cajón de lo desangelado, lo desaborido. La monotonía de la vida de Pippa Lee se contagia al mood general de la película, y sus salidas de tono (irónicas, dramáticas, incluso bizarras) no terminan de funcionar. El caso es que se agradecen, cuidado: una pincelada de humor negro por aquí (el personaje de Wynona Ryder intenta cortarse las venas.. ¡con una gillette de plástico!), otra de comportamiento chocante por allá (la sesión de fotos fetish lesbo de Julianne Moore) dan cierta vida al conjunto, pero en contrapartida acentúan lo rancio de todo lo demás.
A este respecto, los intérpretes de un reparto de los de tirar de espaldas (además de los citados, aparecen Alan Arkin, Monica Bellucci y Keanu Reeves) están dirigidos con coherencia. Es decir, de manera desapasionada. Afortunadamente todos ellos tienen un oficio de sobras contrastado como para, sin lucirse excesivamente, dar la talla. Excepto probablemente Reeves, empeñado en rivalizar con Timothy Olyphant como el hombre más inexpresivo de América. Error de casting aquí, y siempre.
Más concretamente, Robin Wright, lógico centro de la función, construye una Pippa Lee solamente correcta donde realmente tendría que arrasar. La mujer lleva sobre sus hombros todo el peso dramático, no sólo de su personaje, sino por extensión de la condición de la mujer americana más o menos familiar en los últimos años. Su recorrido vital pasa por etapas muy estándar (infancia, rebeldía, amor inesperado) como para no iconizar al personaje, no proyectarlo hacia algo más amplio. Pero a causa de esa asepsia general de la que hablaba el regusto global que le queda a uno tras ver la película es ligero. Demasiado ligero. Al final, Pippa Lee termina siendo una hermana muy menor de las Betty Drapper («Mad Men») o las Mabel Longhetti («Una mujer bajo la influencia») que han dignificado la trágica figura de la ama de casa de clase media americana a lo largo de los años.
Y poner en duda (ilícitamente, en mi opinión) la eficacia de la pareja demasiado heterogénea: en este caso, como en una de Woody Allen cualquiera, a Pippa y Herb los separan abismos intelectuales y de edad… y termina en el fracaso.
Sin olvidar, corrección política obliga, un mensaje feminista algo facilón aderezado con el final positivo y optimista de rigor.
Balance final: menos audacia de la que se pretende en una medianía correctilla pero falta de aire, de verdad y de pasión.
Carne de Cosmopolitan TV. A otra cosa.
5/10
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