Crítica de The Viral Factor
Ni amor ni hostias. El lenguaje universal es el cine de acción vieja escuela. Las películas de saltos y carreras, las ensaladas de tiros y el chispazo de electricidad estática que genera la fricción de la suela blanca de zapatilla contra el asfalto. La carga iónica que se produce en el contacto de dos cuerpos basados en el carbono, preferentemente un puño cerrado y un rostro lampiño. Todo el mundo entiende eso, y todo el mundo se ha construido una foto mental del asunto en cuestión, una imagen icónica que, visto lo visto, se repite en todas las culturas que tienen una producción cinematográfica bien tonificada. O por lo menos eso deja entrever este ejemplo de irremediable globalización cultural que nos llega ahora desde Hong Kong de la mano del realizador Dante Lam, uno de los más destacados cultivadores del género de la excolonia británica, responsable de The Beast Stalker, The Stool Pigeon o Fire of Conscience -los fans dicen que canela-.
Un hombre al que no le tiemblan los lípidos de la cintura, si es que los tuviera, para facturar, más que rodar, una película 100% Cine de Acción Universal.
Universal, claro, pero, puntualizo, aquí el rasero lo pone Hollywood.
Y en ese sentido The Viral Factor cumple a rajatabla con las especificaciones técnicas y creativas del mercado: resulta que esto es un producto listo para exportar; tan homologado, tan absolutamente mimético respecto al cánon, tan apegado a su causa que, al final, uno sabe que proviene el extremo oriente únicamente por la fisonomía de sus personajes.
Porque por lo demás, Lam nos reserva un auténtico carrusel de fuegos artificiales, caídas, trompazos, explosiones y demás elementos físicos que uno diría salidos directamente de un blockbuster USA pergeñado por un Michael Bay, un John Woo, un Rob Cohen o (salvando muchísimas distancias) incluso un Michael Mann, según lo pida la ocasión. A saber: aquí hay saltos, persecuciones, incursiones bélicas, despliegue de pirotecnia y poderío armamentístico a unos niveles pornográficos, carreras en moto o helicóptero, asaltos a trenes, tiroteos, cosas que explotan, cosas que se caen y explotan. Todo agolpado en una apología del movimiento y la carrera que se dispara como si no hubiera un mañana. Y a decidir cada uno qué tiene de bueno y qué de malo todo ello.
Y es que la opción de Lam es tan cuestionable como en el fondo honesta y, al fin, eficaz: marginar cualquier mínima señal de autoría y hacer una radical operación de vaciado de simbolismo. Y más allá de posibles lecturas epidérmicas entorno al corporativismo, la corrupción de los estamentos y el peligro biológico, mensaje estandarizado de gran parte de la producción del género actual, lo que se ve es lo que hay. Y lo que hay es la brillante y aparatosa carcasa de un thriller urbano que no quiere remover consciencias y apuesta por el apagón cerebral parcial o total en virtud del puro suministro de adrenalina, en la dosis que pueda pedir el organismo propio, ya asimilada la droga americana y cada vez reclamando sesiones de radiación más intensas.
Y ahí es donde da diana Lam. Su propuesta no da respiro. Su opción estética, su puesta en escena y su narración es salvaje y espídica, pero nunca se escapa de las manos. Es tan simple y tan complicado al mismo tiempo como apenas conceder respiro al espectador encadenando secuencias de acción hiperbólica, desoxigenar cada mucho rato con algunas gotitas de melodrama básico y confiarse al estruendo y el decibelio. Y, ya decimos, triunfa. Porque Lam no es un recién llegado; lleva sus años en esto y es perfectamente consciente de sus limitaciones y capacidades. Y entre las primeras no sé, pero entre las segundas, se cuenta el ser un tipo especialmente mañoso, casi artesanal, y un narrador que logra sobreponerse a las limitaciones de un guión endeble, hueco y ocasionalmente caprichoso, a golpe de nervio escénico y claridad expositiva.
De modo que nadie debería esperar de The Viral Factor nada parecido a los thrillers espartanos y rigurosos que recientemente nos están llegando de Corea del Sur en bellos ejemplos de metronómica combinación sadismo/lírica. Ni tampoco los rasgos que caracterizan a algunos de sus compatriotas, como la poética de lo bizarro de Stephen Chow, la mística marcial de Tsui Hark o la capacidad inquietante de los hermanos Pang. Es más, Lam ni siquiera comparte enfoque tonal con su congénere Johnnie To: frente a la estilización radical y decididadamente cool del director de Vengeance, esta The Viral Factor parece querer mantener vigentes los valores de un cine grueso y abrupto que está ya a medio paso de recibir el apelativo «chapado a la antigua». Para lo bueno y para lo malo.
5’5/10