Crítica de Vivarium
Es muy de agradecer que actores de cierto renombre se vayan prestando en ocasiones a proyectos alternativos, de presupuesto limitado, y que por norma general acaban siendo de género. A Jesse Eisenberg ya le vimos, entre Ahora me ves… y Batman v Superman, en El doble. Y el año pasado coló entre pelotazo y pelotazo Vivarium, película a la que estos tiempos de pandemia coronavírica le sientan divinamente, si bien se haya visto forzada a estrenarse en plataformas digitales en lugar de hacerlo en pantalla grande.
Y casi que mejor, dicho de sea de paso, ya que su modesto presupuesto canta como una almeja, sí. Pero también porque la mejor manera de ver la segunda propuesta de Lorcan Finnegan (tras Without Name) es en casa y en compañía, a ser posible, de aquellos con quienes se comparta confinamiento. Y es que tras su fachada de ciencia ficción pesadillesca a lo dimensión desconocida, se esconde una crítica a pecho descubierto a las rutinas, el día a día que aburre y quema toda relación por sana que parezca. Ya digo, perfecta para un periodo de cuarentena en el que no se puede escapar, justamente, de esto.
Otra cosa es que Vivarium valga la pena, en líneas generales. Y en mi opinión sí, pero sólo si se es fan de la ciencia ficción distópica, ya que se le otorga ese plus de paciencia que se merecen las interpreactiones de Eisenberg y, y quizá sobre todo, de Imogen Poots. Por lo demás, Finnegan se saca de la chistera un planteamiento fascinante a todos los niveles: una premisa de esas que invitan a tratar de adelantarse a la trama todo lo posible, un ritmo ágil y un acabado visual cuyos efectos digitales cantan como una almeja, pero que es igualmente la mar de resultón. Pero a poco que avanza, se va desinflando a velocidad de crucero. Su principal mal: querer explicar demasiadas cosas de las que no importan en absoluto, para tratar de disimular su carencia de enjundia.
Y es que en el fondo, Vivarium se queda en en la superficie: machaca una y otra vez el mismo concepto (sí, la rutina es el mal y es difícil escapar de ella, ¿qué más?), y como no da para más, idea una subtrama forzadísima sobre ciertas justificaciones que nadie pide, y que encima quedan, ejem, abiertas a interpretaciones. Vamos, que quiere jugar despiste con una chabacanada insignificante, y se acaba liando ella misma dejando lo que tenía que desarrollar a medio hilar. Son 90 minutos, bien interpretados y la mar de entretenidos. Pero ni le van a cambiar la vida a nadie, ni sacian lo más mínimo, quedando en un quiero y no puedo sólo apto para forofos del género. Es época de maratones cinéfagas, sí, pero hay mejores cosas que consumir.
Trailer de Vivarium
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Nobles intenciones pero resultados tibios, los de un Vivarium que plantea un apetecible thriller de ciencia ficción que luego no sabe desarrollar. Pena.