Crítica de Weekend
Desde tiempos inmemoriales se ha asistido, en el cine, a romances fugaces, a descubrimientos de personas que eclipsan durante algunos días (u horas directamente) el mundo de otras, a relaciones que pasan de 0 a 100 en un instante para volver irremediablemente al 0 no sin antes hacer zozobrar la vida de uno y de otro. Breve encuentro es, evidentemente, referente por antonomasia, pero desde Noches blancas a Lost in Traslation, hay donde elegir. En la segunda película de Andrew Haigh, el esquema se repite: el protagonista conoce de manera casual a una persona que durante 48 horas le hace vivir una historia de amor de lo más intensa. Un fin de semana, un romance tórrido y un amor desnudo, y vívido. La diferencia en comparación con lo que nos proponían Lean o Visconti es que aquí la relación es, además de mucho más carnal y explícita, homosexual. Por lo demás y salvando distancias estilísticas, la carta que juega Weekend es la misma, basada en el descubrimiento conjunto de un ser fascinante a los ojos de la otra mitad, una progresión emocional tan sutil como exponencial, un acoso y derribo continuo y no menos creciente a los sentimientos de un espectador que se sabe abocado a perder la batalla, antes o después.
De modo que en verdad, Haigh no dice nada nuevo, a fin de cuentas. Su película es un drama romántico 100% canónico, que además se mueve según las directrices artísticas del cine modernillo, a saber: una fotografía de colores pasados por una pátina blanquecina y aséptica, de imagen digital un punto sobreexpuesta (sin llegar en ningún momento a poder ser calificada de quemada); un juego de montaje que va entrelazando primeros planos que a su vez buscan la naturalidad y simpleza de la esencia del film, mediante un enfoque poco habitual; en lo general, una puesta en escena muy hipster, sazonada con largos diálogos hiperrealistas y pelín altivos, oídos de las bocas de sospechosos habituales: gafas de pasta, camisas de cuadros y pantalones de pitillo. Por suerte, todo ello no es sino la coraza de una película que a la postre acaba deparando percepciones bien distintas. Gracias en buena medida a la labor como guionista de Haigh, quien hace de su libreto un intercambio de golpes a tres bandas de fuerzas parejas, siendo la primera el resultado de una combinación agradecida. Y es que el desarrollo de la relación entre ambos se entrelaza hábilmente con un paulatino descubrimiento (por nuestra parte y por la de ellos mismos) de sus yoes, que deja entrever sentimientos, esperanzas, y problemas que no siempre han visto la luz.
La historia pura de amor y (re)conocimiento alterna su protagonismo con un constante ejercicio de acoso y derribo de la percepción que se tiene todavía por parte de la sociedad y desde diversas perspectivas. Mediante diálogos y situaciones variadas, Weekend pone en evidencia desde la falta de cine romántico Normal entre homosexuales, a la incomodidad que puede llegar a sentir un habitual de un bar de copas al ver a un grupo de amigos gays entrar en él. Es un tabú que sigue ahí, enquistado en la sociedad por mucho que se intente decir lo contrario y de hecho, responde seguramente a todo ello la tercera fuerza de ese trío de poderes al que se hacía referencia hace nada. Si bien puede ser sólo la voluntad del director por normalizar una relación como cualquier otra y acostumbrar a propios y extraños, la explicitud con la que se recogen las escenas sexuales busca, o consigue sin quererlo, poner al espectador en una situación delicada, llevándolo al límite y obligándole a reconocer (seguramente, al menos) que aún le queda mucho para digerir secuencias de sexo homosexual explícito de la misma manera que las asume entre heterosexuales (y si no, valga el ejemplo de 9 Songs, de carga erótica bastante similar).
Nobles intenciones, y llevadas a muy buen puerto pero no solamente por las labores de dirección y guión; también influye (¡y de qué manera!) la actuación de su tándem protagonista, compuesto por Tom Cullen y Chris New. Ambos actores se entregan, se desnudan física y emocionalmente para otorgar a sus respectivos alter egos toda la credibilidad e intensidad requeridas. El resultado: una progresión emocional creíble y constante, llegando a un clímax francamente potente. Reflejo, en definitiva, de lo que es Weekend. Una película pequeña e inabarcable a la vez, sencilla pero tremebunda, y de esas que, a la postre, acaban haciendo mella. Que su falta de redondez en puntuales divagaciones dialoguistas, o lo excesivo de su sexualidad no desvíen demasiado la atención de la que se antoja, a todas luces, como una muy reivindicable propuesta.
7,5/10
Lástima que estas películas se pierdan en el limbo de las distribución mundial y que no todos tengamos acceso a su visión. Por el análisis, comentario y puntuación valdría la pena verla a ver si no es otra película de amor entre hombres que siempre terminan de forma trágica, es decir o la muerte de uno de los dos o una inexorable y perpetua soledad de encontrar un amor, que hasta hace poco fue condenado por el vaticano y el Papa saliente… ojalá pueda verla un día… y no por youtube… odio ver películas por yuotube…
Está descargable, yo la ví hace meses y en buenas condiciones. Vale mucho la pena, a mí me encantó: sencilla, sincera, autentica. Una preciosa historia de amor narrada sin amaneramientos ni recursos facilones. Me gusto mucho mucho.
eh… bueno, si tienes paciencia y no te gusta descargar nada, espérate como mucho mes y medio. Seguro que luego sale en alquiler ni que sea ;)
SSR +1 a tu comentario: tres líneas y dices más y mejor que yo, jeh