Crítica de Wendy (2020)
Benh Zeitlin tocó el cielo con su debut cinematográfico, Bestias del sur salvaje. Al margen de lo que cada cuál opinara de ella alejándose del hype que la rodeaba, no se le podía negar un buen puñado de ideas rompedoras, que en conjunto otorgaron al título una frescura más que bienvenida. Zeitlin tonto no debe ser, así que pensaría «si espero lo suficiente, hasta que se olviden un poco de ella, puedo repetir la jugada.» Y hete aquí que ocho años después, regresa con Wendy. Ah, pero la memoria del espectador es mejor de lo que cabía esperar…
En este caso, el director y guionista vuelve a mezclar fantasía y realidad, pero sustituyendo animales enormes por Peter Pan. Por lo demás, lo dicho, más de lo mismo: un lugar de muy bajo poder adquisitivo de la América profunda, enfrentado a un mundo más bucólico por vía de los inocentes ojos de unos niños. Banda sonora sacada de los samples de un concierto de Coldplay o Arcade Fire. Y planos rápidos, temblorosos, fugaces y con la cámara siempre cerca de sus actrices y actores. Como ocurriera hace ocho años, todo en Wendy parece haber sido hecho con el propósito de convertirse en la guía de estilo del cine indie. Irónico, porque a la postre, tras dos intentonas Zeitlin sigue sin acercarse a Spike Jonze ni a Wes Anderson…
En todo caso, lo preocupante es que la repetición calcada de la fórmula haya funcionado, ahora, tan mal. Y que nadie haya parecido darse cuenta a tiempo. Porque allí donde Bestias del sur salvaje (pese a sus irritabilidad) conseguía hacerse vibrante, Wendy no da con la misma tecla. Desde sus compases iniciales, la pereza se adueña de la función al constatar que todo su esfuerzo de montaje y dirección es inversamente proporcional a un guion hueco, en el mejor de los casos. Soso como él solo. Peor: previsible, estocada mortal para la que debía ser una reinvención del cuento que nos volara la cabeza.
Previsible en todos los aspectos, ojo. A nivel visual y argumental, pero también a uno más relevante aún: lo más increíble (y no en el buen sentido) de Wendy es que la reimaginación del cuento de Peter Pan ocurra sólo a nivel visual. Algo así como una versión asuecada del mismo. En esencia, las moralejas no varían un ápice de lo que ya estamos, francamente, cansados de escuchar: que si dejemos a los niños ser niños, que si qué difícil es madurar pero cuán inevitable es, que si la riqueza está en el interior… Zeitlin no ha arriesgado lo más mínimo, y por ello su propuesta cuenta con semejante carencia de garra.
Y en resumidas cuentas, lo que queda aquí es un quiero pero no puedo. O más bien, no me da la gana. Una aburridísima, apática, innecesaria revisión ombliguista de la obra del director sin nada fresco que aportar y mucho de lo que aprovecharse de otros cineastas que, con muchas más películas en su haber y un estilo más marcado y previsible, consiguen reinventarse prácticamente a cada paso que dan. Que hayan tenido que pasar ocho años entre los dos trabajos de Zeitlin y se aprecie ya semejante agotamiento… lo dicho, preocupa.
Trailer de Wendy (2020)
Reseña de Wendy
En pocas palabras
Tan pretenciosa y relamida como hueca y apática, la revisión del cuento de Peter Pan según el director de Bestias del sur salvaje es una repetición de aquélla sin alma, ganas, ni demasiado gusto. Y sobre todo, tremendamente aburrida.