Crítica de Win Win (Ganamos todos)
Unos acordes de guitarra clásica acompañan el footing mañanero de un hombre, a quien la cámara sigue desde detrás, cadencia lenta y paleta de colores fría por bandera. Sí, estamos ante una cinta 100% indie, qué duda cabe. El tercer trabajo de Tom como director (después de “The Station Agent (Vías cruzadas)” y “The Visitor”) ostenta con orgullo el ya cansino legado de “Pequeña Miss Sunshine”, y lo avisa desde el primer segundo de metraje. Alérgicos, abstenerse.
Claro, que el beneficio de la duda convendría dárselo y no sólo por su sensacional director y guionista, sino porque el reparto de este “Win Win (Ganamos todos)” incluye los nombres de Paul Giamatti, Jeffrey Tambor, Amy Ryan y Burt Young entre otros, lo cual garantiza cierto nivel interpretativo. Y porque, reconozcámoslo, por mucho que cansen y que cueste diferenciar a una de otra al cabo de unos años, las producciones de corte indie con sus dosis de humor, drama, moralina y blancura en general nunca vienen mal. En esta en concreto, la cosa va de un hombre de familia en horas bajas que se aprovecha de un ingreso de dinero inesperado (y poco ético), que acaba desembocando a su vez en la aún más inesperada y forzada adopción de un chavalín de dieciséis años con pinta dudosa. Luego resulta que el chico es un hacha en el deporte del que el hombre es entrenador, que sus apariencias no concuerdan con su personalidad sino más bien con un pasado atribulado, y las florecillas habituales salen a relucir.
Ya lo avisábamos, es el mismo rollo de siempre, y como tal pasa por todos y cada uno de los lugares comunes que aglutinan películas similares. Superación, aceptación, crecimiento personal, corrección de errores… “Win Win” no se sale de los carriles preestablecidos ni un solo segundo, dando como resultado una historia de premisas interesantes pero evolución y desarrollo de las mismas de lo más previsibles. O lo que es lo mismo, irregularidades de aúpa: cuando la cosa funciona y enlaza una sucesión de momentos interesantes y pasajes especialmente atractivos, nada se le puede reprochar. Pero cuando no corre la misma suerte, el ritmo se bloquea, el interés amaga con desaparecer, y el segundero del reloj parece detenerse. Algo a lo que desde luego no ayuda la trama competitiva, capitaneada por un deporte minoritario cuyo mayor atractivo reside en la evidente incomodidad de su vestimenta reglamentaria. Menos mal que en las situaciones de mayor bajón, uno puede aliviar penas apreciando pequeños detalles que confirman ese prisma distinto por el que McCarthy echa el ojo y plasma sus historias. Y es que de detallitos, “Win Win” está plagada. Las tuberías a modo de campanada acusadora, las tomas de los tres entrenadores asistiendo a su mayor gloria, miradas de uno y de otro… apenas décimas de segundo que no pasan de ahí, pero muy de agradecer.
Y poco más se puede añadir, la verdad. Quien haya visto “Pequeña Miss Sunshine”, “Juno”, “Como la vida misma”, y/o cualquier otra película indie sabrá exactamente lo que hay en “Win Win (Ganamos todos)”: una más que añadir al mismo saco, tan poco esforzada por buscar alguna novedad como el resto de ellas, y que por lo tanto podría colar como un spin off de cualquiera. Esto es, historia agradable, intérpretes más que válidos, y por lo general un relajamiento técnico que ya empieza a apestar. No tiene nada que aportar ni a la historia del cine ni al cine como arte, por lo que su visionado sirve tan sólo para despistarse durante 100 minutos, pasar un rato agradable al aire fresco de una sala de cine, y a otra cosa. Quien se conforme con eso adelante, que nada de malo hay y desde esta perspectiva la película cumple a las mil maravillas. Quien quiera algo más, por poco que sea, que se quede en casa.
6/10