Crítica de Wolfwalkers
El año de la pandemia será recordado, a nivel de cine de animación, por otra de esas películas que cada cierto tiempo estrena Pixar para cambiar la forma de entender el género. Soul se estrenó y pasó a jugar directamente al equipo de Del revés, y cuando escribo estas líneas estamos a pocas horas de que los Oscars, probablemente, se rindan ante uno de los mejores títulos de la productora. Y será justo. Tanto, como que se dé un giro de acontecimientos y la estatuilla caiga en manos de una propuesta mucho más pequeñita, a la que la pandemia ha condenado a un inmerecido olvido, y que sin embargo probablemente sea incluso mejor que la citada. Wolfwalkers es una maravilla mayúscula, un logro que viene a recoger las sensaciones sembradas en los dos trabajos anteriores de Cartoon Saloon, las igualmente exquisitas El secreto del libro de Kells y Canción del mar, para darles la forma definitiva. Para llevarlas a su máxima expresión en una combinación perfecta de animación y guión.
Wolfwalkers es un hito: en pleno apogeo de las nuevas tecnologías, con las fronteras entre videojuego y película tan difuminadas como las que separan animación digital de imagen real, el irlandés Tomm Moore insiste (como hiciera en las dos anteriores) en un estilo tradicional en todos los sentidos, no sólo el visual. Pero a su vez lanza un mensaje de total actualidad, que enarbola de manera natural y honesta. Empoderamiento femenino, respeto por la naturaleza, ensalzamiento de la amistad… ¿lo de siempre (o al menos, de un tiempo a esta parte)? Sí, pero a kilómetros de distancia de, por ejemplo, Frozen. Porque en Wolfwalkers no se fuerza la máquina, y he ahí lo rompedor de todo ello. El mensaje lo interioriza tanto que sale sólo, y acaba resonando cual poderoso grito sin que la película haga nada demasiado evidente para conseguirlo.
En cambio, lo que hace es cuidar a sus personajes y sus respectivos arcos, y las relaciones que se establecen entre ellos. Tanto como cuida el desarrollo de una trama que, pese a que no albergue mucha novedad, se sigue con suma intensidad. Porque esto va de una niña no acaba de encajar en el heteropatriarcal pueblo en el que vive, no se ve como ama de casa y en vez de ello quiere salir a ayudar a su padre a cazar a los lobos que tienen a todo el mundo aterrorizado. Y de otra niña que está al otro lado de la muralla, justamente entre los lobos, viviendo una vida totalmente distinta. Y de cómo sus mundos diametralmente opuestos se van acercando. Hay buenos muy buenos (los lobos, claro) y malos muy malos (el jefe humano), y la película no maquilla ni por un instante su condición de aventura canónica para todos los públicos. Pero los personajes generan inmediata empatía; sus interactuaciones cuajan a las mil maravillas, hasta el punto de resultar incómodo para el espectador adulto, que el padre de la primera no la entienda y le deje ser ella misma, por ejemplo. Y los tempos están calculados a la perfección, por vía de un guión que no cuenta con una sola frase de relleno, y un entramado que va acelerando a cada minuto.
Oh, y a nivel audiovisual es absolutamente alucinante: su dibujo clásico está en ocasiones deliberadamente remarcado con trazos de los esbozos previos al resultado final, sus colores brillan mientras se ponen en seria tela de juicio las limitaciones del formato: los pasajes más oníricos de Wolfwalkers no tienen absolutamente nada que envidiar a los de Soul. Y muchos querrían para sí la visceralidad de los de acción.
Todo ello suma y suma, y culmina en un bloque final que se sigue con el corazón en un puño, alcanzando cotas de tensión inesperadamente brutales. Es la magia del cine en estado puro, una alternancia exquisitamente equilibrada entre guión, montaje, ritmo, planteamiento formal y, en definitiva, buenas ideas que confirman eso de que si en el cine ya está todo contado, siempre habrá nuevas formas de exponer. Probablemente no gane el Oscar Wolfwalkers esta noche, Pixar es mucho Pixar. Pero eso no debería ser motivo suficiente para olvidarse de esta preciosa fábula de animación irlandesa que, si no es la mejor película de animación del año, a muy corta distancia se queda. Imprescindible.
Trailer de Wolfwalkers
Wolfwalkers: la otra mejor película de animación del año
Por qué ver Wolfwalkers
Apasionante y emotiva fábula cargada de mensaje, que apuesta por las técnicas de animación más clásicas para contar una historia que pese a que no nos suene a nueva, se acaba tornando tan sorprendente como imprescindible.