Crítica de Yo, él y Raquel (Me and Earl and the Dying Girl)
Sensación indie del momento, revuelo en Sundance, himno generacional para este último acto de 2015… mejor andarse con pies de plomo, que la cantinela nos la sabemos (o deberíamos) de memoria: se estrena una película precedida de semejante armamento promocional, y uno se espera un no va más que, cuando tocan la de ponerse a valorar, admite que no es tal. Que tampoco ha sido para tanto y que, si acaso, pasará a engordar ese listado de pseudorevoluciones olvidadas en el mismo instante en que aparece la siguiente, y sin rastro alguno en la memoria colectiva. ¿Recuerda alguien Las ventajas de ser un marginado? ¿Y Las vidas de Grace? Pues vayan apuntando Yo, él y Raquel en la misma categoría. Alfonso Gomez-Rejon dirige el guion de Jesse Andrews, que a su vez adapta su propia novela homónima, como podría haber sido el John Green de Bajo la misma estrella o el Van Sant de Restless (que a su vez recogían el legado de Elegir un amor, etcétera). Y es que la cosa va de una relación con el cáncer de por medio, en concreto la de un joven que se ve obligado por su madre a visitar a una compañera de clase a quien le han diagnosticado leucemia. Boom. Drama de inmediata llorera, reconvertido a suerte de buddie movie (variante chico-chica) por obra y gracia de la etiqueta indie, capaz de sacar una nueva Juno de cualquier temática.
Sí, con el indie hemos topado. Y Gomez-Rejon adopta todos los tics habidos y por haber del mismo. No faltan a la fiesta escenas en stop motion, flequillos escondiendo ojos, personajes inadaptados con apasionamientos cinematográficos, banda sonora chuli y montajes guays. Hasta con un buen repertorio de gags a base de películas asuecadas cuenta una cinta que centra demasiados esfuerzos en la forma, en detrimento de un fondo que queda cojo. Nadie puede negar que Yo, él y Raquel consiga, de este modo, un ritmo ágil y en consecuencia haga de la propuesta un entretenimiento de adicción casi automática: el frenetismo de su introducción, en la que se ponen sobre la mesa todas las cartas que se jugarán a partir de entonces, se contagia rápido; y la fotografía colorista propia de un cómic (o sea, como siempre en materia independiente -para mayor inri, es una producción de la Fox Searchlight) anima el subconsciente.
Hay color, hay ritmo, hay complicidad humorística y argumento humano. Pero algo falla.
En efecto, tal es la obsesión por sus formas que por el camino queda un argumento que pedía a gritos mayor enjundia dramática. No en materia de reversos hacia la lágrima fácil (que se obtiene tan sólo por vía de una trampa harto cuestionable), sino en una evolución de personajes y/o de sus sentimientos más profunda. Bien cierto es que la protagonizan niños, pero la película no pretende ser ni mucho menos infantil/juvenil, por lo que hubiese requerido personajes contaran en algún momento con alguna pincelada que realmente calase hondo. Si la hay, es sólo una; y es el único momento en que Yo, él y Raquel consigue transmitir dudas en el espectador, plantearle un nada cómodo qué harías tú. Lo demás es un juego de niños maquillado con un toque cool(tureta), y poco más. Que se ve con gracia, claro que sí, puesto que el esfuerzo en la puesta en marcha no baja el nivel en ningún momento; y confluye en una apoteosis emocional que busca salvajemente la dichosa lágrima, para el deleite de propios y extraños (sinceramente: ¿por qué vais a ver una cinta sobre una leucemia si no es para llorar?). Pero se olvida exactamente igual que las películas citadas por allá arriba. Los tiempos en que esta faceta de lo indie tenía algo que aportar al cine han pasado, y esta película tan sólo lo vuelve a confirmar.
Trailer de Yo, él y Raquel (Me and Earl and the Dying Girl)
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Un drama correcto pero que se acaba disparando en un pie por su obsesión por seguir a rajatabla los raíles del indie más amable y almibarado, quedando a medio camino.