Crítica de Yo la busco
Y yo. Y tú, que si no lo estás haciendo ahora, en algún punto de tu vida lo has hecho o lo harás. Todas y todos buscamos eso que dé sentido a nuestro día a día. El protagonista de Yo la busco se ve forzado a hacerlo, además, durante una noche, el lapso de tiempo que ocupa el grueso de su metraje. Justo la noche en que descubre que su compañera de piso se va a ir a vivir con su novio. La noche en que en una cena, se da cuenta de que él, treintañero despreocupado que se gana la vida de la manera más absurda imaginable, está en un punto. Mientras que todo el que le rodea, en otro. La loca del grupo ahora está emparejada y buscando el niño. Los colegas de cada verano este año se irán cada uno por su cuenta de vacaciones. Y el que no lo hará, será porque estará trabajando. ¿En qué momento se pasa de una etapa a la otra? ¿Por qué diantres se debe hacer ese paso? Cuestiones que le rondan la cabeza y que le van grandes, salta a la vista; y para las que no le ayuda nadie: ni la directora y co-guionista, Sara Gutiérrez Galve, le echa un cable al mostrarse absolutamente neutral en materia.
A lo que asistimos, pues, es a una noche extraña, con más alcohol de lo esperado quizá, y con un macguffin al que se aferra Max, el protagonista, y por extensión nosotros los espectadores. Quizá a través del mismo (una libreta con una misteriosa firma, B. Nin, en su portada) halle la respuesta. Quizá tenga sentido llegar hasta el final y desperdiciar las diversas rutas alternativas que se le van ofreciendo a lo largo de la noche. Alguna de ellas golosa, otra más dulce envenenado que otra cosa. Pero todas ellas, se intuye, cortadas por el mismo patrón: todos la andan buscando. Lo que quiera que sea.
Con una cámara que a duras penas se aleja más de un metro de su actor principal (Dani Caselllas), y un enfoque sumamente contenido y realista (nada tiene que ver esto con Jo, qué noche o alguna locura de Gaspar Noé), el espectador se ve enfrascado de lleno en una aventura sumamente reconocible. En la que no se dan grandes acontecimientos, prácticamente nada (libreta) se sale de lo cotidiano, por lo que hay margen de sobra para tratar de buscar respuesta a las preguntas que se lanzan desde los primeros compases del film, y que grosso modo vendrían a ser las que comentaba al principio. Un film sencillo y sin aspavientos, al que Gutiérrez Galve le toma perfectamente la medida en todo momento, y en el que sólo titubean algunos momentos interpretativos, en los que alguno de los actores se aprecia algo incómodo cuando de lo que se trataba era de todo lo contrario: de acercarse con brutalidad a una realidad como cualquier otra, y retratarla tal cual, como Pedro por su casa. Como si el espectador fuera un tercer compañero de piso de Max y Emma, y también a él le diera igual que se le viera en el lavabo, o se le metieran en la cama a petar la xerrada a cualquier hora de la noche.
Algo que, por lo demás, se consigue sin dificultades, haciendo de este uno de los debuts más estimulantes de por aquí, y sin duda uno de los títulos de la temporada. No será una película perfecta, pero qué bien sienta, oigan.
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Pequeñísima pero interesante propuesta en la que un chico deambula por las calles de Barcelona debiendo hacer frente a una evidencia que le gana terreno: el paso del tiempo.