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Crítica de Zalava

La idea es más que válida: un pueblo dice estar constantemente atacado por demonios, pero ha encontrado su propia manera de mantenerlos a raya. Hasta que, claro, las fuerzas del orden de entrometen y se la lían, principalmente por no creerse nada de todo ello. La película se engloba en el cine de posesiones, pero no hay nada, o prácticamente nada, que nos haga creer la versión del pueblo. Que es que vaya locura, ¿no? Más aún cuando el exorcismo pasa por encerrar los espíritus malignos, invisibles, en potes de cristal. Buscadamente cómica es la aparición del padre Karras de turno sosteniendo dichoso tarro de vidrio transparente ante un pueblo rendido a sus pies. ¿De verdad vamos a creernos eso? Y sin embargo, ¿quién es el listo que destapa el pote? Con esta diatriba juega Zalava todo el rato, aprovechando para disertar sobre los fanatismos y el borreguismo de masas, pero también sobre la falta de comunicación entre pueblo y poder, lo estricto de los organismos oficiales y su falta de mano izquierda. Y por encima de todo, con la autosugestión: Arsalan Amiri, director y guionista, quiere que nos asustemos con la más absoluta nada. Y por momentos, lo consigue.

La segunda bondad de Zalava pasa por su factura. Evidencia una total carencia de medios (atención al montaje de sonido: cualquiera diría que han usado los bancos de sonido libres de derechos de YouTube) pero sabe mostrarse vistosa y controlar sorprendentemente bien los pasajes más caóticos y corales. A las masas se les da rienda suelta hasta llegar a la cacofonía audiovisual, pero no da la sensación de que se le llegue a ir de las manos a un Amiri que también es capaz de saltar del terror, al humor y a la denuncia con alegría y, lo dicho, control.

El problema es que todo ello da para cuarenta minutos. Como mucho.

Sus planteamientos e ideas quedan perfectamente expresados, la película consigue que nos planteemos cuál es la verdad, y que llegamos a sentir miedo ante la posibilidad de que un mísero potecillo de cristal se abra. Pero es un juego de mecha corta con el que Amiri se obsesiona y reitera una y otra vez. Y no hay nada más. Así hasta llegar a un clímax de tensión «grupal», voluntariamente sostenido durante minutos y minutos, y que realmente se hace desasosegante para el espectador. Pero, francamente, hemos tardado tanto en llegar hasta ahí, que ya no hace gracia.

No todo son buenas intenciones, no todo son high concepts, hay que saber desarrollarlos añadiendo más leña al fuego si de verdad se quiere justificar la duración de un largometraje. Zalava, claramente, no lo consigue y se acaba tornando, por ello y mal que pese, irrelevante (y pelín soporífera, la verdad).

Trailer de Zalava

Zalava: tarros de cristal malditos
  • Carlos Giacomelli
2.5

Por qué ver (o no) Zalava

Las buenas intenciones de Zalava no son pocas: terror y pinceladas de humor para camuflar un cine social de mensajes cristalinos. El problema es que nada hay que justifique su condición de largometraje, siendo una buena idea atinada, que no tiene ninguna permutación ulterior. Y acaba agotando.

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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