Crítica de La zona oscura (The War Zone – 1999)
No es raro que llegados a un determinado momento en sus carreras, actores y actrices de pedigrí cojan una cámara y prueben suerte en la dirección. El nombre de Tim Roth se sumó a la lista allá por el 1999, bien pasado ya su primer arreón comercial y lejos aún de su segundo bombazo (arrancado oficialmente con El planeta de los simios y perpetuado hasta los tiempos que corren con la serie, recientemente cancelada pero aún emitida en varias televisiones, Miénteme).
Lo hizo tomando como referencia el guión que Alexander Stuart escribió como adaptación de su propia novela, y el resultado fue esta La zona oscura que ahora edita Cameo. Tilda Swinton y Ray Winstone son los padres de dos hijos (a punto de salir el tercero), chico y chica separados por muy poco margen de tiempo, y en plenas vías de desarrollo. Él es rarito, callado, y se lleva especialmente mal con su padre; ella parece más accesible, aunque la relación con su progenitor quizás sea demasiado accesible. Esa es la principal preocupación del chico, y una de las principales de la película, centrada en el seguimiento de tan maltrecho núcleo familiar pero muy especialmente en la interacción de los dos hermanos. Película densa y mucho más dura de lo que podría pensarse, de un arriesgado que sorprende (y es de admirar) saliendo como sale de un director debutante. Y por encima de todo, película francamente interesante a todos sus niveles, tanto técnico-artísticos como emocionales.
Dos cartas son las que juega principalmente Roth. Por un lado la rigurosa sobriedad con la que presenta el relato, apostando por un empaque visual refinado y a su vez gélido y desangelado, casi extremo en su cotidianidad. La casa en la que vive la familia, alejada de toda urbanización, expuesta a intensos vientos, húmeda y lúgubre, es el escenario por donde se desarrolla buena parte de la acción, y el director la convierte en un (incómodo) personaje más, además de servir como ideal reflejo de las emociones que sienten unos (protagonistas) y otros (espectadores).
La segunda carta tiene truco: empieza siendo un ejercicio de pura sutileza, donde los planos se sostienen en el semblante apagado de uno o la cámara se cuela en la habitación de otro. Pero poco a poco va dando lugar a una narración cada vez más cruda y explícita, lo cual da lugar a pasajes de auténtica congoja. Mucho ojo a lo que ocurre en el segunda gran escenario de la película: un búnquer, despojo de guerra, que si bien apenas aparezca un par de minutos durante todo el metraje, su presencia acaba quedando muy presente en la memoria, y no sólo durante el visionado de la cinta.
Un tercer elemento suma enteros a las más que satisfactorias sensaciones globales de La zona oscura. La labor de Roth es importantísima para el éxito, de la misma manera que la de su equipo de sonido y fotografía (cuyas cabezas visibles son, respectivamente, Simon Boswell y Seamus McGarvey por cierto). Pero un aparte merecen sus actores, entregados en la recreación de personajes, situaciones, e incluso aspectos físicos complicados. Una Tilda Swinton muy desmejorada es la madre que nada sabe (o quiere saber) de las posibles relaciones entre Ray Winstone y Lara Belmont, entrañable y terrible a la vez el primero, literalmente soberbia la segunda en su falsa portada de pasotismo que esconde una fragilidad eterna. Quizás quede algo rezagada la figura del hermano, Freddie Cunliffe, si bien se trate en todo caso de un agravio comparativo al acabar.
Sea como sea, al final todos los personajes consiguen dar con su objetivo, ese gradual cambio de perspectivas mediante el que quien al principio se rechazaba, al final se acaba alzando como (casi) héroe de la función, mientras que figuras más simpáticas caen en una deformación harto distinta. Reflejo, a su vez, de una cinta que arranca cual retrato costumbrista, para tornarse en una tremebunda pesadilla. Un relato tan intenso como crudo de aquellos que dejan huella por ser, por encima de todo, perfectamente creíbles.
Y en el DVD de La zona oscura (1999)…
Cameo edita, dentro de la colección British Gems, la película de Tim Roth en una edición muy sencilla contando, como únicos extras, con la ficha técnica y artística. Sin embargo, se compensa con una calidad más que correcta de audio (un más que cumplidor 2.0) y vídeo, lo que permite apreciar las gélidas sensaciones que se desprenden de su imagen y sonido casi a la perfección (en algunos pasajes de la cinta, el grano hace acto de presencia de manera algo más evidente de lo esperado). Atención a los exteriores de la casa, expuestos a los intensos vientos antes citados, así como a la escena del búnquer. De este modo, y habida cuenta del reducido precio al que sale a la venta, su adquisición se antoja perfectamente recomendable.
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Tim Roth probó suerte tras la cámara con un drama sobrio, contenido, pero sumamente impactante, en gran parte gracias a la labor de un reparto en estado de gracia.