Reseñas breves TV: Being Human, Dead Set y Red Riding
Queridos amigos, la fiebre del High School Monster Mash no está agotada, y parece tener cuerda para rato. Aún queda sangre en el gotero de plasma por exprimir. Y yo con estos pelos descrepados. Al pelotazo vampírico (Crepúsculo, Moonlight, True Blood, la futura The Vampire Diaries), ahora se suman hombres lobo (atentos, próximo estreno de The Wolf Man con Benicio del Toro) y espectros en pena en BEING HUMAN, una propuesta de la pérfida Albión, vía BBC 3, quien no podía ser menos y se sube oportunamente al carro del éxito pubescente.
Sin embargo hay que decir que esta es una versión algo más hardcore y adulta (los protagonistas, adolescentes ya no física aunque sí mentalmente, beben, fuman y follan más), pero al mismo tiempo no rehuye las convenciones de la dramedia juvenil: amistades férreas, amores, desamores y des-desamores inverosímiles, problemática postadolescente variada… de hecho, se acaba echando mucho de menos el componente terrorífico, minimizado frente a otros elementos más familiares, no sea que el público potencial (esto es, la muchachada preteen) pase demasiado miedín y no se sienta suficientemente identificado con las tropelías de George, Mitchell y Annie.
Pero al César lo que es del César. Que cosas buenas no le faltan, cuidado. Por ejemplo, tiene la mínima decencia de no colarnos los insufribles hypes de rock radiofórmula del momento, y nos regala algunos clásicos del pop británico de-ayer-y-hoy (suenan los Smiths, Pulp, Joy Division o Soft Cell… Gilbert, bendito personaje) y hasta tiene el detallazo de incluir un tema de nuestro adoradísimo Johnny Cash durante más de tres segundos (conté cuatro o cinco).
Tiene algún que otro ramalazo de ingenio y algunos diálogos chispeantes (ejemplo: los protagonistas, hombre lobo y vampiro, están viendo por la tele El fantasma de la ópera, versión Lon Chaney, cuando uno de ellos suelta «antes solía considerar esto lo máximo, pero ahora me parece algo de Ken Loach»). Pero hay también contradicciones argumentales que le restan verosimilitud (no pasa nada si nos saltamos la regla de que la luz solar mata a los vampiros, pero en cambio hemos de ceñirnos estrictamente a que el lobo sólo pueda manifestarse cuando hay luna llena, esto es… ¡una vez al mes!) y tiene una puesta en escena algo hortera, de nuevo más cercana a la comedia juvenil que al terror o al fantástico.
Para colmo el tan cacareado confrontamiento climático, intento de trama vertebradora de toda la serie, finalmente queda en nada de nada, en una promesa incumplida, en una expectativa torpemente satisfecha.
Una de cal y una de arena, pues. (Y sea como sea, una nueva ocasión perdida de explorar las posibilidades infinitamente obscenas y escatológicas de la relación entre vampiros de hormonas enloquecidas y la sangre menstrual de jovencitas desatadas).
Vista y olvidada.
Pero no os inquietéis, que ahora empieza lo bueno.
Porque harina de otro costal es DEAD SET.
A diferencia de Being Human o de recientes propuestas como la muy justita Survivors, Dead Set (emitida en E4) sí se atreve a meterla hasta el fondo, provocando con ello una sangría de proporciones muy, muy considerables. Qué demonios, esto es la mayor salvajada en formato serie que haya tenido oportunidad de ver jamás en televisión.
La idea, presentada en cinco capítulos que se ven en un suspiro, es simple y contundente: en el contexto de una nueva edición del Gran Hermano británico se desata una pandemia zombie, con lo que los concursantes y algunos miembros del equipo se ven obligados a parapetarse tras las paredes de la televisiva casa de plexiglás. Punto.
A partir de aquí, nada más. Y todo. Dead Set es pura fibra y todo nervio, no tiene grasa, ni tampoco lleva guarnición. En cada ataque zombie la realización se hace eléctrica y supura sangre y bilis en cada plano (no no, literalmente quiero decir), no contempla la sutileza y desconoce el concepto «fuera de campo». Y en los momentos intermedios tensa la cuerda de la espera y la incertidumbre perra nos muerde implacable el estómago.
Dead Set no pretende tanto ofrecer una visión novedosa del zombie (se ajusta al modelo clásico, tendiendo a la propuesta reciente de Danny Boyle) como de llevarlo a un contexto inexplorado, casi casi a través de la hibridación formal de géneros. De modo que funciona mucho mejor si se ha tenido un mínimo contacto con todo el aparato Gran Hermano, sus tics, sus trucos de culebrón, sus convenciones y su condición de operta pseudorealista, pseudosociológica y pseudotodo. En este sentido llama la atención comprobar cómo los niveles de agilipollamiento global que desprende todo el entorno del dichoso reality son exactamente los mismos aquí que en Gran Bretaña.
Momentos memorables, a palas: empezando por el zombie en la piscina, el posible nuevo uso para un extintor, los numerosos momentos en que la auténtica amenaza son otros humanos no infectados (de esto Robert Kirkman sabe lo suyo), el minuto de gloria del zombie en silla de ruedas o la enumeración de cosas que se han terminado abruptamente por culpa de la plaga (por favor, si toda la humanidad debe morir de forma horrible y repentina, que sea cuando ya haya terminado Lost. POR FAVOR)
Resumiendo. Tenemos un drama de terror animal, sucio y desquiciado, una atmósfera pútrida, litros de sangre y vísceras, sesos desparramados con facilidad pasmosa, personajes odiosos que (oh sí) vemos morir salvajemente, una progresión dramática de auténtico infarto (concretamente el último capítulo es de traca) y, en fin, una de las mejores producciones del género en los últimos años.
¿Metáfora de un panorama televisivo plagado de personalidades teledirigidas y audiencias anestesiadas? No, señores, esto es un reflejo realista, sólo que con algo más de casquería.
Esta vez sí es para tirar cohetes (el viejo George está en su cabaña de Toronto padeciendo sudores fríos)
Y si Dead Set es uno de los mejores productos de terror de los últimos meses, RED RIDING (Channel 4, también conocida como The Red Riding Trilogy) es uno de los mejores productos, a secas.
Se trata de un crudísimo neo-noir, violento y más seco que la mojama. Tres episodios que transcurren en tres años (1974, 1980, 1983), para tres investigaciones criminales que comparten algunos personajes y algo más. Tres historias que son una, y que forman una extensa trama, densa y compleja, modalidad Puñetazo Estomacal, porque esto duele y sangra por dentro, amigos. Mucho.
Aquí hay casos reales de asesinatos infantiles en la Gran Bretaña de mediados de los 70 (en los que se inspiró David Peace, autor de las novelas -cuatro, en realidad- en las que se basa la serie) y una colección de personajes a un paso de la autodestrucción poblando tal escenario. Gente que se cree importante, pero que pueden caer como moscas si la situación lo requiere, porque señores, cuando hay corrupción e intereses chungos de por medio, you better don’t mess with the big guys. En otras palabras, una visión pesimista de los engranajes de un sistema que lo corrompe todo, del vecino más próximo al más alto cargo de la policía, y que se lleva por delante como una locomotora a quien se ponga de por medio.
A nivel técnico, perfecta. La realización (de tres directores distintos, uno para cada episodio), muy competente y a menudo sobresaliente, con composiciones de plano en todo momento tensas e incómodas, respaldadas por una iluminación y una fotografía descaradamente turbias.
Las interpretaciones siempre contenidas pero viscerales (la tortura a la que se somete el protagonista de la primera historia no la veíamos por lo menos desde las épocas de Nate Fisher). Y un argumento tallado con escalpelo, con unos diálogos que podrían haber salido perfectamente de la mente de un James Ellroy.
Y si aún os queréis hacer una idea más aproximada, en estas coordenadas se mueve: Recuerda a Zodiac, pero sin dejarse vencer por el hastío. Está en la línea fatalista del cómic Criminal de Ed Brubaker y Sean Philips, pero ambientada como Life on Mars. O podría ser la adaptación perfecta de un Henning Mankell a la inglesa, solo que sin ningún Wallander resolviendo la papeleta.
En cuatro sílabas, co-jo-nu-da. En varias sílabas más, invertid cinco horas de vuestra vida, porque 2009 merecería ser recordado sólo por cosas como la trilogía de Red Riding.
Dead set es una auténtica bestialidad. Cuando la vi me quede con ganas de más. Resulta impactante que una serie de esas caraterística se estrenara en televisión, por su violencia tan salvaje. Es un auténtico gozo para los amantes del cine zombie y un placer verla varias veces.
Un saludo!
Amén. La verdad es que el bueno de Bluto me sorprendió muy gratamente cuando me dijo "te voy a poner algo que te vas a cagar"! Es tan buena, que si la ves del tirón es una burrada, ya que como son capítulos de 20 minutos, cada tantos tienes un subidón que ni las verdaderas películas te dan. La verdad, ojalá hagan Dead Set 2, yo qué sé, en la isla de Survivors o algo…