Críticas. Young American Filmmakers, vol. 1: Hannah Takes the Stairs y Baghead
Pocos fenómenos cinematográficos se han dado recientemente como este. El mumblecore, o slackavetes (acrónimo formado a partir de unir Cassavetes [John] + Slacker, ópera prima de Richard Linklater) llegó a mediados los dosmiles para quedarse, entró a lo bestia arrasando… y en diez minutos desapareció fruto de un desgaste provocado por la limitada distancia de sus objetivos estilísticos y sus modestas ambiciones cinematográficas combinadas con la pura velocidad vertiginosa a la que cada vez más las tendencias aparecen y desaparecen. Queremos frescura, queremos moda fulminante y queremos ser más trendies que nadie, de modo que en aquellos entonces la cosa entró como un fogonazo y salió igual de rápido. Pero un puñado de nombres quedaron para el recuerdo. Un grupo de amigotes que dieron su razón de ser al género (y también sus momentos memorables en forma de cinco o seis películas genuinamente buenas y algunas otras notables) y lo llevaron un paso más allá de lo que nos tenía acostumbrados el indie americano del momento. Unos tipos que supieron conectar con el desnorte juvenil, con el existencialismo de bolsillo y la filosofía de dormitorio, que rompieron esquemas desde una manera de hacer cine tan modesta como profundamente sincera.
Un microcosmos que giró entorno a una productora como IFC Films y que hizo camino partiendo de la frescura, un cierto tono de improvisación, un hiperrealismo homemade reñido con el virtuosismo técnico y una idiosincrasia entre el cine independiente americano de los 60 a los 90 y la nouvelle vague francesa. Nombres como Joe Swanberg, Lynn Shelton, los hermanos Duplass, Andrew Bujalski y Aaron Katz conocieron las mieles del (micro)éxito con sus artefactos baratísimos que violentaban las formas del cine reciente americano y lo llevaban hasta un terreno casi dogma en el que donde el movimiento de Von Trier y compañía apostaba por la rigidez casi sectaria, estos otros hablaban de libertad amateur. Y en un plazo de siete u ocho años ocurrió lo que ocurrió. La gente pareció cansarse del mumblecore (llamado así, por cierto, a raiz de la tendencia de sus actores a recitar sus diálogos entre murmullos, mumbling) y algunos de aquellos nombres supieron reinventarse o, por lo menos, mantenerse frescos (los Duplass, Lynn Shelton) mientras que otros se apartaron para dejar paso a una generación posterior que, de nuevo, volvía a nacer de la élite cultural neoyorkina y que, de nuevo, parece ahora mismo dispuesta a comerse el mundo: Lena Dunham y su Tiny Furniture, Lena Dunham y sus Girls, Lena Dunham en general.
Como sea, el fogonazo mumblecore no merece el trato de olvido, y menos la repudia que se le está ofreciendo por parte de los muy repudiantes sectores indies, y algo de todo ello, insistimos, se libra de la quema. Algo merece estar presente en esta operación de recuperado que ha venido a practicar ahora el sello Cine Binario en colaboración con Cameo, fletando la muy interesante colección Young American Filmmakers. Ellos han sabido entrever un pequeño hueco en el mercadeo cinéfilo doméstico y han iniciado un proceso de subsanado del error con la publicación de varias películas, entre las que se encuentran, compartiendo pack, dos de sus más importantes exponentes, Baghead y Hannah Takes the Stairs. Amigos, si la palabra slackavetes os lleva a rascaros la cabeza con cara de chimpancé pero también os produce un cierto picor cerebral y queréis adentraros en el curioso mundo del mumblecore, empezad por esto.
Empezad por Hannah Takes the Stairs, un encantador drama cómico (o viceversa, como suele ocurrir) protagonizado en 2007 por la protagonísima Greta Gerwig, auténtica beneficiada de todo el entramado mumblecore y musa indie absoluta capaz de levantar pasiones en el más acérrimo aficionado Sundance. Gerwig probaba el cine por segunda vez y lo hacía de la mano de Joe Swanberg, también director de su debut, la igualmente interesante LOL. Planteada casi como un diario de vivencias de una protagonista a su pesar, la historia de Hannah es la de una joven de veintitantos haciendo, básicamente, lo que hacen los jóvenes de veintitantos. Y ahí radica el interés de esta cinta buenrollista e insospechadamente profunda acreditada a casi todos los que participan en ella. Todos los que aparecen por aquí (incluído el amigo Andrew Bujalski, responsable de otros ighlights como Funny Ha Ha o Mutual Appreciation) supuran naturalidad espontánea en esta compacta historia de vaivenes emocionales de una postadolescente que siempre parece decidir tomar el camino más empinado. Al mismo tiempo, Hannah Take the Stairs representa una particular visión del romance de oficina y contiene entre sus bocados de realidad unas gotitas de surrealismo de cuarto de baño de lo más arregladas. Un estupendo ejemplo de la pequeñez vocacional de un cine que, paradójicamente, se atreve a crecer en la zona emotiva del espectador con el paso de los minutos.
El segundo disco del paquete recoge Baghead, rodada en 2008, año en que tras la muy celebrada (y casi superior) The Puffy Chair los hermanos Duplass, Mark y Jay, se marcan un particular second coming que a su vez representa una relativa salida por la tangente. Un quiebro que cuenta la historia de cuatro amigos aspirantes a cineastas que deciden dar el salto definitivo al estrellato poniendo tierra de por medio y largándose una semana a una cabaña del bosque al más puro estilo Sam Raimi y compañía. Allí, por supuesto, las cosas empiezan a ponerse bastante weird. Y es que situándose a medio camino entre la comedia y el cine de terror, hoy Baghead haría las delicias de cualquier adicto al found footage disparatado gracias a su estética desmadejada y su gestión (buscadamente) timorata de las secuencias de suspense. Una hibridación despeinada de géneros que, de nuevo, vuelve a enmascarar (nunca mejor dicho, y ahí la gran alegoría de la película) los miedos, dudas y recochineos existenciales que comporta el paso de la edad adulta y lo hace una vez más con la complicidad familiar de los amigos y compañeros de batallas (Steve Zissis, Ross Partridge, Elise Muller y, sí, Greta Gerwig).
Así pues, estamos ante dos títulos importantes del cine subterráneo americano de los naughties que aparecen en una edición que va pelín más allá de la clásica presentación película/fichas técnicas. De entrada, un pequeño pero elegante librito alegra la caja con un montón de diagramas de encanto hipster que interconectan a todos los responsables de ambas películas y establecen una pequeña cronología del proceso de gestación de las mismas. Seis páginas que se completan con una entrevista a Joe Swanberg, director de Hannah Takes the Stairs. Por otro lado, el disco que corresponde a esta última incluye Thanks for the Add, un pequeño cortometraje que pudo servir como precedente directo de la película en tanto que reúne a tres de sus principales nombres: Swanberg, Gerwig y Kent Osborne. Agradable curiosidad. Más que una edición notable, un paso necesario.
Tras conocer a Greta Gerwig en "Lola Versus" y "The House of the Devil"… estas han sido sus dos únicas películas que he visto. Primas-hermanas las dos.
Ambas están cortadas por el mismo patrón en todos los sentidos (incluso el personaje de Gerwig guarda multitud de similitudes). No guardan mensajes elaborados ni son un recital artístico pero las dos desprenden una cercanía muy extraña y adictiva. Es fácil empatizar con los contradictorios, temerosos e inseguros personajes llenos de dudas.
Llegan, ya sea para pasar vergüenza ajena con ciertos comportamientos o para ser un tercer invitado en el lecho de una pareja poco afianzada.
Una alegría que las podamos disfrutar en formato domestico.
¿A que sí?
Pues eso, bienvenido al mumblemundo.
Y espérate que habrá más…
(me ha molado esa idea de que resulten, por acertadas, por torcidas, por lúcidas o por cojas, extrañamente adictivas)